Traigan a Mr. Bean a la escuela
Criticar a alguien por su raza es manifiestamente irracional, pero criticar su religi¨®n es perfectamente l¨ªcito. La religi¨®n es una idea e igual que se pueden ridiculizar y criticar las ideas pol¨ªticas o est¨¦ticas de cualquier persona tambi¨¦n se pueden criticar y ridiculizar sus ideas religiosas. ?sta fue la l¨ªnea de argumentaci¨®n del actor brit¨¢nico Rowan Atkinson (Mr. Bean) cuando compareci¨®, a finales del pasado mes de octubre, ante la C¨¢mara de los Lores brit¨¢nica para pedirles que votaran en contra de un proyecto de ley, aprobado ya en la C¨¢mara de los Comunes, que penalizaba tanto la incitaci¨®n al odio racial como la "incitaci¨®n al odio religioso". Los lores terminaron rechazando la ley por una amplia mayor¨ªa de 260 votos contra 111 y devolvieron el texto al Gobierno de Tony Blair para su nuevo estudio y modificaci¨®n.
La discusi¨®n que plante¨® y alent¨® Mr. Atkinson por todos los medios a su alcance fue muy interesante. Odio puede significar desear el mal a alguien, algo, sin duda, rechazable, pero tambi¨¦n una aversi¨®n, rechazo o antipat¨ªa extrema hacia algo. ?Qu¨¦ tiene de malo sentir rechazo o antipat¨ªa por una religi¨®n, especialmente si las ense?anzas de esa religi¨®n son irracionales o abusivas respecto a los derechos humanos?, se preguntaba el actor. Uno no puede elegir su raza, pero s¨ª las ideas que defiende y no basta creer en ellas muy sinceramente para quedar por eso protegido contra la cr¨ªtica o, incluso, contra la burla. Lo que pueden exigir las personas religiosas o los representantes de las religiones es respeto a su propia libertad de expresi¨®n, algo que no se atribuye a grupos, mayor¨ªas o minor¨ªas, sino simplemente a cada uno de los individuos. Para demostrar que no se persigue a la Iglesia cat¨®lica o al islam no hace falta blindarlos contra la aversi¨®n que pueden producir algunas de sus ense?anzas; basta con respetar el derecho a la libre expresi¨®n de cada uno de los cat¨®licos o de cada uno de los musulmanes, defend¨ªa Atkinson.
La verdad es que ahora que se discute tanto en Espa?a sobre la exigencia de la jerarqu¨ªa cat¨®lica de que la ense?anza de la religi¨®n en las escuelas financiadas por el Estado (p¨²blicas o concertadas) sea computable a la hora de establecer los curr¨ªculos escolares, ser¨ªa la ocasi¨®n perfecta para plantear simult¨¢neamente la importancia de ense?ar tambi¨¦n a los j¨®venes el esp¨ªritu de la cr¨ªtica de las ideas, incluidas las religiosas. Puesto que son ellos quienes han reabierto una pol¨¦mica que estaba adormecida, ?no ser¨ªa fant¨¢stico aprovechar la ocasi¨®n y traer a Mr. Bean al Congreso y a todas las escuelas espa?olas?
Entre nosotros, y a falta de un payaso tan magn¨ªfico, quiz¨¢s se pod¨ªa pensar en promover ante la Comisi¨®n de Educaci¨®n del Congreso una serie de comparecencias como las que solicitaron en su d¨ªa los extravagantes y sorprendentes lores. As¨ª, por lo menos, tendr¨ªamos ocasi¨®n de o¨ªr a quienes piensan que las creencias religiosas deben ser tratadas como cualesquiera otras. Igual que en las escuelas no se debe hacer proselitismo de izquierda o de derecha, (ni, esperemos, proselitismo nacionalista) ni se permite a los partidos pol¨ªticos enviar a sus representantes para exponer ante los j¨®venes o adolescentes las bondades de sus doctrinas, as¨ª tampoco deber¨ªa permitirse el proselitismo religioso. En eso, como en ser de izquierda o de derecha, del Real Madrid o del Barcelona, lo l¨®gico es que tengan m¨¢s influencia el hogar y los amigos.
Y a la espera de que los planes de estudio incluyan la ansiada formaci¨®n del esp¨ªritu cr¨ªtico (?quiz¨¢s una ense?anza de las que se llaman ahora transversal, es decir que atraviese por igual todas las asignaturas?), s¨®lo queda lamentarse, como aquel joven cooperante que ve¨ªa morir de sida a decenas de j¨®venes africanos de ambos sexos, mientras que en el Vaticano se segu¨ªa denostando el uso del cond¨®n. (Seg¨²n los ¨²ltimos datos de Onusida, 570.000 ni?os morir¨¢n este a?o por culpa de una infecci¨®n que se transmite b¨¢sicamente por v¨ªa sexual). Dec¨ªa aquel joven: "L¨¢stima que no exista el infierno". solg@elpais.es
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