Polvo ¨¢ureo
Con 14 esculturas, fechadas entre 1967 y 2005, ¨¦sta es la segunda muestra que exhibe la galer¨ªa Elvira Gonz¨¢lez del alem¨¢n G¨¹nter Haese (Kiel, 1924), uno de los m¨¢s delicados reto?os de la simpar estirpe de Paul Klee. Remarcar esta filiaci¨®n me parece obligado en un artista que ha hecho del dibujo espacial no s¨®lo una sutil mara?a de afilados trazos, sino enjambres o estructuras de una reducci¨®n y una ligereza, que nos hace pensar en los asombrosos detalles de un orfebre como Cellini, algo que parec¨ªa ya desaparecido del mapa art¨ªstico hace siglos.
Formado en la Academia de D¨¹sseldorf durante los a?os de 1950, entre otros junto al mism¨ªsimo Joseph Beuys, es significativo que Haese iniciara su trayectoria art¨ªstica con los delgad¨ªsimos alambres y resortes de la relojer¨ªa, pero que pronto puso al servicio de las vibraciones cin¨¦ticas del arte ¨®ptico. Pero lo asombroso en Haese es c¨®mo logra el movimiento a partir de una ligereza que se asemeja al vuelo de una pluma y c¨®mo sus dorados filamentos reflejan la luz con una mir¨ªada de brillos casi imperceptibles. En este sentido, no digo ya Calder, sino hasta el mismo Melotti, parecen gr¨¢vidos y ostentosos; en fin: que las esculturas de Haese dan la impresi¨®n de la intangible polinizaci¨®n de un pistilo floral o las membranas transl¨²cidas de ciertos insectos: una suerte de polvo ¨¢ureo.
G?NTER HAESE
Galer¨ªa Elvira Gonz¨¢lez
General Casta?os, 3. Madrid
Hasta el 2 de enero de 2006
En la microvisi¨®n de G¨¹nter Haese cabe, no obstante, el cosmos, con todo lo que ¨¦ste tiene de invisible estructura at¨®mica, pero tambi¨¦n con las resonancias antropol¨®gicas que se quieran. Haese es capaz de dise?ar la Columna sin fin, de Brancusi, con tan s¨®lo 78 cent¨ªmetros de altura, o una majestuosa esfera con 14 cent¨ªmetros de radio.
Es obvio que se mueve en
una dimensi¨®n que, como las telas de ara?a, bordea la transparencia, armada con fr¨¢giles tegumentos sensibles al soplo m¨¢s leve. La sensibilidad retr¨¢ctil de sus esculturas hace que se estremezcan no s¨®lo con las m¨¢s inapreciables corrientes de aire, sino que registren casi las ondas sonoras y luminosas. En realidad, sus esculturas parecen sensores de corrientes invisibles, de vibraciones producidas por el vuelo de una mosca, de reflejos luminosos escondidos en la misma oscuridad. Nadie, en fin, ha logrado como Haese plasmar el rumor de la materia en su m¨¢s ¨ªntima trama evanescente: el erizamiento de la entra?a m¨¢s oculta del universo, el baile de sus part¨ªculas.
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