Momento de crispaci¨®n
Conmemoramos el trig¨¦simo aniversario de la proclamaci¨®n del rey Juan Carlos I en un momento de crispaci¨®n, en las ant¨ªpodas de la concordia compartida que nos depar¨® un proceso ejemplar admirado en todo el mundo. Fue, para decirlo en una palabra, la transici¨®n que nos permiti¨® salir de la dictadura franquista y caminar por la senda constitucional, marchar de la ley a la ley pasando por la ley. Las Fuerzas Armadas de Franco erigidas en guardianas del sistema -todo quedar¨¢ atado y bien atado bajo la guardia fiel de nuestro Ej¨¦rcito- pasaron a ser con el Rey de jefe supremo las Fuerzas Armadas de Espa?a, que ven¨ªan a garantizar la libre expresi¨®n de la voluntad nacional. Fue la reconciliaci¨®n, que instauraba la paz, despu¨¦s de cuarenta a?os de victoria que perpetuaba el orgullo manifiesto de unos y la humillaci¨®n sobrellevada por otros.
Los maximalistas se recluyeron en el bunker dispuestos a impedir mediante intentonas golpistas o elevar al m¨¢ximo el precio de su desalojo del poder. Los terroristas se empe?aron en desencadenar lo peor para demostrar que nada hab¨ªa cambiado. Los hispanistas se encerraron en su lamento por la p¨¦rdida de una Espa?a ex¨®tica con sus oportunidades de lucimiento acad¨¦mico y negocio editorial. La alta jerarqu¨ªa de la Iglesia sal¨ªa de su pasado nacional-cat¨®lico para sintonizar con las demandas c¨ªvicas que ya hab¨ªan empapado en los a?os anteriores al bajo clero. Los empresarios se preparaban para aceptar el nuevo sindicalismo, dispuestos a una negociaci¨®n flexible. Los pol¨ªticos de la derecha se imbu¨ªan de progresismo y los de la izquierda correspond¨ªan con moderaci¨®n. Todos practicaban el ejercicio b¨¢sico del reconocimiento de la realidad y emprend¨ªan un ejercicio de convergencia hacia el centro donde entend¨ªan que se encontraba la mayor¨ªa social capaz de darles la anhelada victoria electoral.
Hemos llegado aqu¨ª treinta a?os despu¨¦s de un trayecto que nunca fue f¨¢cil, que menude¨® en sobresaltos, algunos de gran calado, durante los cuales ninguna dificultad nos fue ahorrada. Se alternaron los Gobiernos. A los centristas de UCD en dos versiones distintas de diferente duraci¨®n, siguieron los socialistas de Gonz¨¢lez. Para su desalojo parec¨ªa insuficiente su propio desgaste y la deriva de sus corrupciones y la derecha aznarista impaciente proclam¨® el vale todo de las conspiraciones, ahora recuperadas en una buena narraci¨®n por el periodista Alfonso Palomares en las ¨²ltimas p¨¢ginas de su reciente biograf¨ªa de Felipe Gonz¨¢lez, el hombre y el pol¨ªtico. Se pensaba que todo ayudaba para el convento aunque seg¨²n Anson se pusiera en riesgo la estabilidad del sistema. Pretraidores como Alberto Perote, estafadores como Mario Conde, asesinos a sueldo como los hermanos Amedo, todos eran bienvenidos a la casa del padre Francisco ?lvarez-Cascos.
Tuvimos un primer y un segundo Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, dictamos un ultim¨¢tum a Sadam Husein y abandonamos los complejos. Casamos a Ana Aznar Botella con Alejandro Agag en El Escorial con toda la parafernalia de pol¨ªticos internacionales de post¨ªn y hombres de negocios de p¨¦sima reputaci¨®n. Para salir del rinc¨®n de la historia se opt¨® por dividir en profundidad al pa¨ªs y quedamos arrinconados. Las gentes se echaron a la calle contra la guerra que acab¨® enraizando el terrorismo en Irak y proporcionando una base impensable para Al Qaeda. Se cumpli¨® la hora electoral. Lleg¨® al poder el socialista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Los populares se instalaron en la convicci¨®n inamovible de que les hab¨ªan robado el resultado. De nuevo estamos en el "vale todo", incluso el empleo de las zafiedades propias de los Pujalte, Zaplana y Acebes. La Iglesia de Rouco padece el mismo s¨ªndrome del PP e ignora al presidente de la Conferencia Episcopal, monse?or Bl¨¢zquez, menos dado a la bronca.
Al presidente Zapatero le ayudan impagables colaboradores, empezando por Pasqual Maragall y Josep Llu¨ªs Carod Rovira, con o sin corona de espinas. Y Jota Pedro, sin arreglo para su piscina, hace presa en el ministro Jos¨¦ Montilla. De la concordia y de la reconciliaci¨®n se pierde el rastro. Se instala la idea de que la victoria acompa?ar¨¢ a quien se extreme y la Cope marca tendencia. Felipe Gonz¨¢lez sentencia en Lisboa que la crispaci¨®n terminar¨¢ cuando los crispadores regresen al poder. Atentos.
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