Dise?o junto a las Ramblas

Para no ser menos en la capital espa?ola del dise?o y la arquitectura espect¨¢culo, el hotel Pulitzer responde al criterio hoy en boga de que un establecimiento urbano debe funcionar como un verdadero escenario teatral. O por lo menos ofrecer lugares comunes para ver y ser vistos. Mucho estilo, mucho sitio para sentarse y m¨²sica ambiental para digerir sincr¨®nicamente, en torno a la primera copa, los pre¨¢mbulos de la noche. Espacios mundanos, a la vista de la calle. Concurridos por la exenci¨®n que otorga su emplazamiento, en el cogollo tur¨ªstico del Triangle, que forman la Fnac, Habitat y la cafeter¨ªa Z¨²rich, inmediato a la plaza de Catalunya. All¨¢ donde las Ramblas emprenden su peregrinaje hacia la plaza de Col¨®n.

El hotel, propiedad del empresario Jos¨¦ Luis Roig, con dos establecimientos en Par¨ªs, uno en Vilafranca del Pened¨¦s y otro en Barcelona -el cl¨¢sico Regina, colindante a ¨¦ste-, presenta sus credenciales desde el mismo toldo de entrada. A diferencia de aqu¨¦l y del modernista Duques de Bergara, justo enfrente, la fachada del Pulitzer anticipa el car¨¢cter m¨¢s jovial y contempor¨¢neo de sus interiores. Una constante aqu¨ª ser¨¢ el dise?o tipogr¨¢fico, persistente en la rotulaci¨®n de todos los rincones, de trazos gruesos y tonos neutros.

Desde que se pisa este escenario, creado por el interiorista L¨¢zaro Rosa-Viol¨¢n (autor del restaurante Bazaar, uno de sus mejores trabajos, en el barrio madrile?o de Chueca), uno tiene la sensaci¨®n de estar al d¨ªa y con los deberes hechos. El servicio viste a la moda, el bar aparece decorado con maletas, el sal¨®n de estar re¨²ne una peque?a biblioteca de libros de arte y arquitectura, y en las paredes se exhiben diversas interpretaciones pict¨®ricas de artistas internacionales como Vasarely o Hern¨¢ndez Pijuan. Al fondo, un patio ambientado con sombrillas de color canela se ofrece de noche como ap¨®sito del restaurante. Si el tiempo acompa?a, claro.

Habitaciones como pitillos

Las habitaciones, en seis plantas, tienen forma de pitillo. Lo justo para que en ellas quepan una cama de dos por dos metros, un escritorio y el cuarto de ba?o, empotrado en el primer tramo del dormitorio con una puerta corredera de separaci¨®n. Menos efectista que el de las zonas comunes, su amueblamiento incorpora maderas oscuras y algunos elementos de comodidad afortunados, como los flexos adosados a ambos lados de la cama, que propocionan la mejor luz para leer unas l¨ªneas antes de mecerse en los brazos de Morfeo. Un sistema dom¨®tico ayuda a configurar la temperatura ambiente, mantiene el control remoto del minibar y activa el panel de "no molestar" en el ordenador central del hotel.