No son s¨®lo cosas de ni?os
Cada vez aparece una lista mayor de psicopatolog¨ªas en la infancia. Actitudes violentas, depresiones, trastornos de la alimentaci¨®n? Los datos invitan a cuestionarse, sin alarmismos, d¨®nde est¨¢n las ra¨ªces del problema y cu¨¢l es la soluci¨®n. Muchas veces, prevenir este tipo de conductas y evitar males mayores est¨¢ en nuestras manos.
De un tiempo a esta parte, aparecen en los medios de comunicaci¨®n noticias muy inquietantes sobre el incremento de las psicopatolog¨ªas infantiles en los pa¨ªses occidentales. Datos que hablan de preocupantes tendencias que afectan a ni?os y adolescentes. M¨¢s all¨¢ del componente hereditario que puede haber detr¨¢s, los especialistas apuntan a factores ambientales como causantes principales de este fen¨®meno.
A continuaci¨®n nos detendremos sobre lo que est¨¢ ocurriendo, sin alarmismos pero con la conciencia de que estamos ante un problema que no s¨®lo afecta al presente de muchos ni?os y adolescentes, sino al futuro de todos.
Algunos datos inquietantes. La depresi¨®n afecta a uno de cada 55 ni?os en Espa?a. Las psicopatolog¨ªas infantiles han aumentado un 3% en el ¨²ltimo a?o y se calcula que al menos un 25% de los adolescentes y ni?os espa?oles padece en alg¨²n momento de su vida una patolog¨ªa neuropsiqui¨¢trica.
Hace ya cinco a?os el Bureau of Health Professions de EE UU calcul¨® que, entre 1995 y 2020, las consultas de psiquiatr¨ªa infantil aumentar¨¢n en un 19%. La situaci¨®n es especialmente delicada en dicho pa¨ªs, donde 14 adolescentes se suicidan cada d¨ªa. Adem¨¢s, uno de cada 10 diez peque?os de entre 6 y 12 a?os, esto es, cinco millones de ni?os, sufren s¨ªntomas persistentes de tristeza.
En Jap¨®n, 34.000 personas se quitaron la vida en 2003. De ellas, el 22% ten¨ªa menos de 19 a?os. Lo alarmante es que algunos suicidios se organizaron de manera colectiva a trav¨¦s de Internet.
A todo esto se a?ade la previsi¨®n de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, que advierte de que dentro de tan s¨®lo 15 a?os los trastornos neuropsiqui¨¢tricos entre ni?os y j¨®venes en los pa¨ªses desarrollados pueden incrementarse en un 50%.
S¨ªntomas y tendencias. Los trastornos de conducta en la escuela suelen ser los primeros indicadores de que algo va mal. Muchos especialistas aseguran que el acoso escolar siempre ha existido, pero tambi¨¦n afirman que su cifra va en un aumento.
Adem¨¢s, las atenciones en los servicios de urgencias no paran de crecer: el incremento en la agresividad juvenil no s¨®lo se manifiesta en la escuela. ?ltimamente han aparecido en los barrios grupos organizados al estilo de bandas mafiosas que amenazan y ejercen una violencia gratuita.
Paralelamente, las informaciones p¨²blicas ponen tambi¨¦n de manifiesto que los j¨®venes se inician cada vez antes en el consumo de tabaco, alcohol, cannabis y coca¨ªna.
Trastornos m¨¢s comunes. Los especialistas hablan de diferentes trastornos: desde los que generan aislamiento y tristeza en el peque?o, como la depresi¨®n, hasta trastornos de comportamiento caracterizados por el no respeto de las normas de convivencia.
Cap¨ªtulo aparte merecen los trastornos de alimentaci¨®n como la bulimia y la anorexia, que tambi¨¦n van en aumento y aparecen cada vez a m¨¢s temprana edad: a partir de los 11 a?os. S¨®lo en Espa?a, m¨¢s de 70.000 chicas sufren alguno de estos trastornos.
Posibles causas. Quiz¨¢ deber¨ªamos partir de que los adolescentes y los ni?os no viven en un mundo aparte, y que su realidad viene dada de la que construimos los adultos.
Individuos, empresas, administraciones p¨²blicas, y en definitiva todo agente social, juegan un papel clave en el proceso de convertir en personas a los peque?os ciudadanos. Dejar su educaci¨®n en manos de los maestros de escuela es una postura c¨®moda y simplona que no absuelve de responsabilidad a quienes son en realidad los principales responsables de la misma: los padres. Lo que hagan de su vida es el resultado de un entorno que exige que se tomen medidas para paliar lo que est¨¢ ocurriendo.
Vayamos m¨¢s all¨¢: Espa?a ostenta el dudoso honor de ser el pa¨ªs de Europa donde la conciliaci¨®n de vida personal y laboral es m¨¢s dif¨ªcil. Por ese motivo se estima que en 2004 m¨¢s de 110.000 espa?oles abandonaron su empleo (mejor deber¨ªa decirse espa?olas, ya que casi el 95% eran mujeres). La falta de tiempo, resultado de jornadas maratonianas de mucho m¨¢s de ocho horas, a menudo ineficientes pero muchas veces necesarias para llegar a fin de mes, hace que veamos poco a nuestros hijos. Dedicarles las horas y las atenciones adecuadas es requisito indispensable para un desarrollo sano.
Los canguros alternativos que ofrece la sociedad de consumo, a menudo dejan mucho que desear: muchas veces, la televisi¨®n, Internet o los videojuegos ofrecen contenidos basura que hacen apolog¨ªa de la violencia y de la transgresi¨®n impune y gratuita en sus distintas versiones, o muestran arquetipos de conducta y belleza que definen patrones de referencia ciertamente indeseables. A ello se suma, adem¨¢s, la banalizaci¨®n de cuestiones como las relaciones afectivas o el sexo, que se presentan con est¨ªmulos abundantes de f¨¢cil acceso en la Red, los m¨®viles y la publicidad. Toda la oferta imaginable al alcance de la mano: productos de usar y tirar, escenarios virtuales donde todo puede repetirse s¨®lo pagando o pulsando un bot¨®n; todo vale, todo est¨¢ al alcance de la mano, siempre se puede repetir? son mensajes de doble fondo que no ayudan a construir una visi¨®n saludable de la vida.
Hay voces que sostienen que lo importante para la felicidad de nuestros hijos es la calidad del tiempo que les destinamos, m¨¢s que la cantidad. Argumento falaz o autoexculpatorio que, precisamente, genera en muchos un efecto perverso, es decir, padres que cuando est¨¢n con sus hijos, movidos por la pereza o el miedo a que sus peque?os los rechacen, act¨²an con un exceso de indulgencia, permisividad o protecci¨®n. Este s¨ª a todo se convertir¨¢ probablemente en exigencias, narcisismo o violencia de unos hijos incapaces de tolerar la frustraci¨®n.
En el otro extremo, la bofetada es el otro recurso f¨¢cil, justificado por 6 de cada 10 espa?oles que consideran oportuno usar la violencia con los menores "algunas veces", lo cual no deja de ser sumamente inquietante.
?Y entonces?? "No prediques, tu hijo te est¨¢ mirando", o¨ª en cierta ocasi¨®n que un padre le dec¨ªa a otro cuando ¨¦ste echaba una bronca con tremendo bofet¨®n a su hijo como reprimenda porque ¨¦ste, a su vez, hab¨ªa dado un empuj¨®n a otro ni?o.
Aparte de la visita al especialista en caso de observar que algo va mal con nuestros hijos, no est¨¢ de m¨¢s volver a la acci¨®n coherente y necesaria basada en el respeto, la paciencia, el tiempo, la coherencia y la estructura familiar. Todos ellos son activos imprescindibles para construir buenas personas. Activos cada vez m¨¢s escasos por la falta de un sentido realmente com¨²n.
La tristeza y violencia de los ni?os de hoy puede llegar a ser la tristeza y la violencia de los adultos del ma?ana. ?ste es un tema demasiado importante sobre el que todos debemos trabajar, ya que no es s¨®lo cosa de ni?os.
Buenos ejemplos
Haciendo un repaso a la pedagog¨ªa usada en la antig¨¹edad, uno puede encontrar referentes interesantes que invitan a la reflexi¨®n. En el libro Cuando la hierba es verde, de Esteve Serra, editado por Jos¨¦ J. de Ola?eta, el autor hace una serie de reflexiones sobre c¨®mo educaban las viejas tribus indias americanas (concretamente los lakotas) a sus hijos:
"Tal vez lo m¨¢s dif¨ªcil de la paternidad no fuera vigilar la conducta de los ni?os, sino vigilar la conducta propia de los padres, ya que el m¨¦todo que usaban para la ense?anza de sus hijos era hacerles observar detenidamente la conducta de los adultos (?). As¨ª pues, los padres lakotas, al igual que los dem¨¢s adultos, estaban sometidos a un examen continuo de su conducta y de sus conversaciones. De ah¨ª que tuvieran que actuar de la forma m¨¢s digna y ejemplar posible".
?lex Rovira Celma es profesor de ESADE, conferenciante y escritor.
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