Catalanistas, pero no de izquierdas
A ra¨ªz del trig¨¦simo aniversario de la muerte del dictador se han mostrado varios documentales en la televisi¨®n p¨²blica catalana sobre el franquismo, los cuales han mostrado, en general, una visi¨®n m¨¢s catalanista que de izquierdas de lo que fue el franquismo, el periodo m¨¢s negro de la historia de este pa¨ªs en el siglo XX. Se acentu¨®, por ejemplo, que la cultura y la identidad catalana fueron da?adas por tal r¨¦gimen dictatorial, pero no se mostr¨® que la dictadura franquista fue sobre todo una dictadura de clase. Un ejemplo es la producci¨®n Franco, el sentinella d'Occident, emitido por el programa del viernes por la noche El Documental, en el que, con la ¨²nica excepci¨®n de las declaraciones de la escritora Rosa Reg¨¤s, que se?al¨® que la burgues¨ªa apoy¨® a la dictadura, la dimensi¨®n de clase apenas sali¨® en el programa. La clase trabajadora no sali¨® en tales documentales hist¨®ricos, y eso a pesar de que fue la clase que m¨¢s sufri¨® las consecuencias de la dictadura, y tambi¨¦n la que protagoniz¨® la resistencia frente a ella. Desde 1974 hasta 1977 Espa?a (y muy en especial Catalu?a) fue el pa¨ªs en Europa que tuvo un mayor n¨²mero de huelgas de car¨¢cter pol¨ªtico. Tal resistencia, en los lugares de trabajo, sin embargo, no se vio en tales programas. Se present¨® a una poblaci¨®n pasiva (excepto en las grandes manifestaciones de apoyo al dictador, que aparecieron a lo largo del territorio espa?ol, incluyendo Barcelona, manifestaciones que, por cierto, ocurrieron en su gran mayor¨ªa en los barrios m¨¢s pudientes de la ciudad -Pedralbes, Diagonal, paseo de Gr¨¤cia-, hecho no se?alado en el programa). Se reprodujo as¨ª la imagen tan extendida en la sabidur¨ªa convencional del pa¨ªs de que la poblaci¨®n acept¨® la dictadura, con la excepci¨®n de grupos muy minoritarios que se opusieron. Esta visi¨®n, ampliamente promocionada por las fuerzas conservadoras, contrasta con varios hechos. Uno de ellos es el gran temor existente (no s¨®lo en Espa?a, sino en los gobiernos conservadores de EE UU y de Europa) en los ¨²ltimos a?os de la dictadura de que la clase trabajadora marcara la pauta pol¨ªtica del periodo posfranquista. Documentos del Departamento de Estado de EE UU (sesgadamente comentados y seleccionados en La Vanguardia) muestran la gran preocupaci¨®n del Gobierno federal de aquel pa¨ªs de que las izquierdas cobraran un gran protagonismo despu¨¦s de Franco, siguiendo el modelo italiano de entonces (en lugar del portugu¨¦s, pues el Gobierno federal de EE UU sab¨ªa de las escasas posibilidades de reproducirse la v¨ªa portuguesa en Espa?a). Otro hecho que confirma que la resistencia antifascista fue mucho mayor que la que se considera en la visi¨®n conservadora fue que el n¨²mero de las personas que merec¨ªan compensaci¨®n por haber sido encarceladas por razones pol¨ªticas en Espa?a result¨® varias veces superior al que el Gobierno espa?ol y las comunidades aut¨®nomas hab¨ªan calculado y presupuestado. En realidad, la historia de la resistencia (que se centr¨® en la clase trabajadora) no es conocida todav¨ªa, y ello, en parte, debido al miedo todav¨ªa existente en este pa¨ªs, que ha generado un gran silencio.
Otro mito de la sabidur¨ªa convencional conservadora (reproducido en algunos sectores de las izquierdas) ha sido el de presentar la democracia como resultado de la intervenci¨®n del Monarca, contribuyendo as¨ª a la idealizaci¨®n de tal figura y de la instituci¨®n mon¨¢rquica, reforzando as¨ª el blindaje medi¨¢tico que existe hacia el Rey en los medios de informaci¨®n y persuasi¨®n espa?oles (incluyendo los catalanes), fruto de la escasa cultura democr¨¢tica de tales medios. En ning¨²n pa¨ªs democr¨¢tico habr¨ªa pasado inadvertido -como ha ocurrido en el nuestro- el hecho de que la gran mayor¨ªa de asesores econ¨®micos del Monarca -Prado y Col¨®n de Carvajal, Mario Conde, Javier de la Rosa, Alberto Alcocer y otros- han terminado en la c¨¢rcel o est¨¢n a punto de ir, ni se hubiera permitido que el Monarca no tuviera que dar cuentas de los 8,5 millones de euros anuales que recibe del erario p¨²blico. Este supuesto protagonismo del Rey en el proceso democr¨¢tico a costa del silencio acerca de la resistencia existente de grandes sectores de la clase trabajadora, ha caracterizado la mayor¨ªa de documentos de la televisi¨®n p¨²blica catalana y espa?ola, situaci¨®n que se explica por la exclusi¨®n(al no ser invitados) de historiadores de izquierda en tales reportajes hist¨®ricos. En su lugar, historiadores nacionalistas presentaron a Jordi Pujol y a las fuerzas nacionalistas como las ¨²nicas voces disidentes cuando Franco visitaba Barcelona, ignorando las voces y fuerzas antifascistas de izquierdas que mantuvieron la resistencia a tales visitas. Tal sesgo nacionalista apareci¨® tambi¨¦n cuando las escasas voces cr¨ªticas del franquismo dentro de la Iglesia se centraron en un monje de Montserrat (sin citar que Montserrat apoy¨® el golpe militar y la dictadura, excepto en sus ¨²ltimos a?os) en lugar de en sacerdotes pr¨®ximos al movimiento obrero, que fueron m¨¢s vocales y un mayor n¨²mero que los benedictinos de Montserrat.
Mientras que las voces de la clase trabajadora no se oyeron, s¨ª aparecieron, en cambio, las voces del mundo empresarial y franquista, hecho que parece reflejar un malentendido principio de objetividad y equilibrio en la exposici¨®n hist¨®rica. El bando franquista tuvo su espacio, aunque nunca se aclar¨® el grado de derechismo de algunos entrevistados, como fue el caso del historiador estadounidense Stanley Payne (profundamente conservador, promotor ahora del trabajo de P¨ªo Moa, el apologista mayor del r¨¦gimen franquista), que tuvo la oportunidad de presentar su tesis de que el dictador, al escoger a Juan Carlos, era consciente de que despu¨¦s de ¨¦l se instaurar¨ªa la democracia. Es sorprendente que no se cuestionara tan obvia falsedad. Tales programas tampoco cuestionaron la postura democr¨¢tica del Monarca, cuando podr¨ªa haberse hecho f¨¢cilmente mostrando que los primeros borradores propuestos por el Rey distaban mucho de ser dem¨®cratas. Como se?alan los documentos del Departamento de Estado de EE UU, "el Rey fue variando su posici¨®n en respuesta a la percepci¨®n de que si no permit¨ªa cambios, podr¨ªa perder todo el poder".
Vicen? Navarro es catedr¨¢tico de Pol¨ªticas P¨²blicas de la UPF.
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