Pacheco
El poeta mexicano Jos¨¦ Emilio Pacheco recibir¨¢ el pr¨®ximo lunes en Granada el Premio Federico Garc¨ªa Lorca. Es uno de los poetas m¨¢s altos de la lengua espa?ola, y con sus versos y sus recuerdos puede ayudarnos a entender parte de nuestra historia. En la biblioteca de Francisco Ayala que acaba de venir a Espa?a desde Nueva York, para formar parte del legado que custodiar¨¢ su fundaci¨®n, hay un ejemplar dedicado de Los elementos de la noche (1963), el primer libro de Jos¨¦ Emilio Pacheco. El poeta conoci¨® al novelista granadino a trav¨¦s de Max Aub, exiliado en M¨¦xico. All¨ª tambi¨¦n conoci¨® a Manuel Altolaguirre, a Luis Cernuda, a Adolfo S¨¢nchez V¨¢zquez y a otros muchos andaluces que se vieron en el trance de dejar Espa?a en 1939. As¨ª que Jos¨¦ Emilio Pacheco, por los azares de las armas y de las letras, conoce una parte de nuestra historia mejor que nosotros mismos. Mientras se convert¨ªa en uno de los poetas mexicanos decisivos del siglo XX, en la tradici¨®n de Gorostiza, Paz y Sabines, aprend¨ªa tambi¨¦n a tener recuerdos andaluces. La Feria del Libro de Guadalajara, la cita literaria y editorial m¨¢s importante del mundo hisp¨¢nico, tendr¨¢ el a?o que viene como invitada de honor a Andaluc¨ªa. Es un lujo y una responsabilidad, pero Andaluc¨ªa disfrutar¨¢ la ventaja de estar como en su casa. M¨¦xico y Andaluc¨ªa son dos tierras ya hermanadas por la historia, por el instinto de libertad, por el humor inteligente, por la sensualidad y por la elegancia. Cansado de las brumas del Norte, Luis Cernuda descubri¨® el peso de esta hermandad en Variaciones sobre tema mexicano (1952). Cuando su exilio lo condujo a M¨¦xico, volvi¨® a encontrarse con la hidalgu¨ªa pudorosa de la pobreza, con el poder de la imaginaci¨®n y con el deseo de unir el progreso y la dignidad.
Jos¨¦ Emilio Pacheco escribe con austeridad porque sus palabras de doble fondo no necesitan adornos para pesar. Trabaja como un gran fabulista, comprende que el mundo es una alegor¨ªa y que todos sus matices caben con exactitud en una mirada. Ha aprendido a mirar c¨®mo pasa el tiempo, c¨®mo cambian las ciudades, c¨®mo el presente se va formando de realidades, desapariciones y recuerdos, c¨®mo hacen su trabajo las modas y la muerte, las invenciones y los sentimientos. Respondi¨® invent¨¢ndose una mirada para humanizar de forma ¨²nica la realidad. Convirti¨® a los murci¨¦lagos, que no saben una palabra de prestigio literario, en el espejo cavern¨ªcola del ser humano, y a la posmodernidad en una meditaci¨®n melanc¨®lica a la orilla de un cementerio de coches. Las ciudades, los utensilios, los animales, han regresado en sus versos a la doble significaci¨®n. Se oponen a la agresividad de las injusticias evitables y se duelen de la gran injusticia inevitable que es la muerte. ?Qu¨¦ ver¨¢n los ojos de Jos¨¦ Emilio Pacheco en los edificios, las luces y los animales de Granada? Nadie puede saberlo, pero aqu¨ª lo espera una ciudad de Andaluc¨ªa, dispuesta a dialogar con M¨¦xico, en lo m¨¢s alto de la cultura y de la historia.
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