El primero, despu¨¦s de Benito Ju¨¢rez
Evo Morales, ind¨ªgena, ya es presidente electo de Bolivia. Y es el primer indio despu¨¦s de Benito Ju¨¢rez, que presidi¨® M¨¦xico a mediados del XIX, en llegar democr¨¢ticamente a la jefatura de Estado en Am¨¦rica Latina. Aymar¨¢ puro, es l¨ªder del Movimiento al Socialismo (MAS), que, al parecer, no contiene en su programa expresiones de etnicismo, es decir, de revancha racial contra el blanco. No es, por tanto, una fuerza indigenista. Pero es que no hace falta.
Veamos qu¨¦ clase de precedentes hay. Alberto Fujimori fue elegido presidente de Per¨², y, japon¨¦s hasta el quimono, era mucho menos ind¨ªgena que cualquiera de los descendientes de los conquistadores, que hab¨ªan monopolizado hasta entonces la primera magistratura, pero no por ello dejaba de romper esa tradici¨®n virreinal, mantenida a la independencia. En esa misma l¨ªnea de ruptura hist¨®rica se halla su sucesor, Alejandro Toledo, mestizo quechua, pero al que el asunto de la raza parece afectarle poco. El primer mestizo de indio elegido a la presidencia de Ecuador, el militar Lucio Guti¨¦rrez, que fue expulsado a patadas parece que legales del cargo, si bien contaba con el apoyo de un movimiento indigenista, no dio tampoco muestras de preocuparse demasiado por la raza. Y, por ¨²ltimo, el presidente venezolano Hugo Ch¨¢vez, igualmente elegido en las urnas, es entreverado de negro y blanco, y aunque hace profesi¨®n de fe de defender al oprimido, en un pa¨ªs con tanta paleta de color eso no implica ning¨²n tipo de trinchera racial. Pero todos coinciden en expresar con su persona el rechazo a la herencia de la colonia.
En Bolivia, m¨¢s del 60% de la poblaci¨®n es ind¨ªgena, los mestizos constituyen una gran minor¨ªa, y los blancos, s¨®lo una reducida formaci¨®n. Debatir sobre el grado de explotaci¨®n que ha sufrido esa mayor¨ªa precolombina parece ocioso si vemos que en la academia militar ingresaron hace apenas unas semanas los primeros ocho indios puros, que pod¨ªan albergar la esperanza de llegar alg¨²n d¨ªa a general. Como subrayan los que niegan el etnicismo del MAS, hace ya medio siglo que el mestizaje alcanz¨® la mayor¨ªa en la asamblea nacional, pero lo cierto es que la presidencia se le resist¨ªa al pa¨ªs profundo, que es casi todo el pa¨ªs.
Morales promete inclusi¨®n, para lo que "pondr¨¢ fin a la xenofobia, el odio y el desprecio" al que el ind¨ªgena ha estado "sometido hist¨®ricamente"; y asimismo hace un llamamiento a construir un pa¨ªs que sea a la vez bolivariano y tuwantinsuyu como el imperio incaico. Y ah¨ª es donde el etnicismo jugar¨¢ un papel, cualquiera que sean las mejores intenciones de los l¨ªderes incluyentes. La reocupaci¨®n de su propio pa¨ªs por una masa ind¨ªgena y mestiza de tales proporciones, aparte de tarea ingente, prolongada, y costos¨ªsima, habr¨¢ de cambiar en todos los sentidos, y entre ellos el m¨¢s literal, la cara de Bolivia. Y esa nueva cara irradiar¨¢ a su alrededor con las m¨¢s notables consecuencias. A saber.
Venezuela se regocijar¨¢ de un poder que se complazca en llamarse bolivariano, y para mayor concreci¨®n, socialista; el Mercosur, que ¨²ltimamente ha desarrollado un intenso nacionalismo econ¨®mico pan-andino, dar¨¢ tambi¨¦n la bienvenida a un nuevo socio del eje Brasilia-Buenos Aires, tan bien emparentado hoy con Caracas; La Habana, donde se aplaude todo lo que favorezca el color atezado, como en un remordimiento de que los espa?oles -antepasados de la mayor¨ªa de los cubanos- contribuyeran tanto a que en la isla no quedaran indios, pensar¨¢ que el nuevo poder en La Paz es un signo inequ¨ªvoco de que ya se le est¨¢ dando la vuelta a la tortilla.
?Y a qui¨¦n ha de preocupar? A Estados Unidos, donde la militancia cocalera de Morales ha de parecer una agresi¨®n casi tan grave como la existencia de Hugo Chaves; y, menos perentoriamente, a Espa?a, que deber¨ªa prepararse al advenimiento de otra Bolivia, construida por los que sufrieron y no los que hicieron la conquista. El etnicismo ser¨¢ entonces un dato de la realidad, sin necesidad de que lo indigenice nadie.
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