Grandiosidad borb¨®nica en Caserta
Un palacio construido en el sur de Italia por el que luego ser¨ªa Carlos III
Veinte de enero de 1752: el rey de las Dos Sicilias, Carlos VII, cumple 36 a?os. El acto m¨¢s importante de la fiesta se celebra lejos de cualquier escenario palaciego: el monarca, su gobierno (con el todopoderoso ministro Tanucci a la cabeza), la nobleza, el nuncio, los embajadores... todos est¨¢n presentes en la humilde aldea de Caserta, en mitad de los f¨¦rtiles campos de la Terra di Lavoro, en una explanada que asciende suavemente hacia el monte. Aquel d¨ªa, el rey Carlos de Borb¨®n coloc¨® la primera piedra del que hab¨ªa de ser el mayor y m¨¢s fastuoso palacio jam¨¢s construido en la pen¨ªnsula italiana: la reggia (residencia regia) de Caserta.
Como si se tratara de la fundaci¨®n de una nueva ciudad, se trazaron simb¨®licamente sus l¨ªmites: cuatro filas de soldados formados se?alaban el per¨ªmetro rectangular del palacio (247 por 190 metros). Al menos dos personas pod¨ªan imaginar cu¨¢l iba a ser el aspecto de las fachadas que se alzar¨ªan sobre aquel descampado: el propio rey y el arquitecto que hab¨ªa dibujado los planos, Luigi Vanvitelli.
Vanvitelli hab¨ªa trabajado al servicio del Papa y de otros grandes personajes romanos en importantes obras; entre otras, la decoraci¨®n de la bas¨ªlica de Santa Maria degli Angeli (edificada por Miguel ?ngel en las termas de Diocleciano) o la ampliaci¨®n del palacio Odescalchi (construido por Bernini). Cuando el rey napolitano le solicit¨® el proyecto de su reggia, fue consciente de que aquella iba a ser la gran obra de su vida. Su modelo (no pod¨ªa ser otro) fue Versalles, y trat¨® de superar la magnificencia de su arquitectura y de sus jardines.
El rey Carlos de Borb¨®n, como un nuevo Luis XIV, tambi¨¦n conceb¨ªa el palacio como una forma de simbolizar y glorificar su poder. Aparte, pretend¨ªa situar en Caserta la corte y todo el aparato del Estado, creando una suerte de segunda capital m¨¢s c¨®moda, salubre y segura que N¨¢poles (todav¨ªa recordaba c¨®mo, diez a?os antes, la flota inglesa cerr¨® la bah¨ªa con sus buques y amenaz¨® la ciudad con su artiller¨ªa). Por fin (y no fue la raz¨®n menos importante), buscaba un lugar de recreo en el que poder cazar. Caserta reun¨ªa todas las condiciones requeridas y all¨ª fund¨® su palacio. Si Vanvitelli pensaba en Versalles, el monarca ten¨ªa presentes adem¨¢s dos lugares en los que hab¨ªa transcurrido su infancia: El Escorial y el palacio de La Granja de San Ildefonso. La monumentalidad del primero, aislado entre la naturaleza como s¨ªmbolo incontestable del poder de la corona, y los jardines con estanques, fuentes y juegos de agua del segundo influyeron seguramente en el dise?o del nuevo conjunto palaciego de Caserta.
El 'scalone d'onor'
Ni Carlos de Borb¨®n ni Vanvitelli vieron terminadas las obras. Aqu¨¦l hered¨® el trono de Espa?a tras la muerte de su hermano Fernando VI y se traslad¨® a su pa¨ªs natal en 1759 para reinar con el nombre de Carlos III. El segundo muri¨® en la propia Caserta en 1773 cuando el edificio a¨²n no se hab¨ªa concluido. Pese a las modificaciones del proyecto inicial (no se levantaron las torres y la c¨²pula que aparecen en algunos grabados y que daban al exterior del edificio un aire menos mon¨®tono), el resultado fue magn¨ªfico: la gran escalera (el scalone d'onor) y el vest¨ªbulo central son obras maestras, y s¨®lo por ellas Vanvitelli merecer¨ªa pasar a los manuales de arquitectura. Otros atractivos son el peque?o teatro cortesano (1769), en el que se representaron ¨®peras de Paisiello y Cimarosa; la capilla palatina (1784), las estancias reales (con su fastuosa decoraci¨®n rococ¨® y neocl¨¢sica), los frescos de los techos (sobre todo, los de Heinrich F¨¹gger en la biblioteca), la colecci¨®n de retratos (a los espa?oles nos puede llamar la atenci¨®n ver alguna representaci¨®n inusual, como a Carlos III joven o a un Carlos IV exiliado y muy avejentado), la colecci¨®n de pinturas (sobre todo, los paisajes de Philipp Hackert), etc¨¦tera.
El edificio apabulla por la riqueza de sus materiales y por sus dimensiones y cumple con excelencia su funci¨®n de escenograf¨ªa del poder: incluso el viajero m¨¢s humilde es posible que sienta la tentaci¨®n de ordenar movimientos de tropas, nombrar embajadores o bailar minuetos. Caserta se convirti¨® en el lugar favorito de los Borbones napolitanos; cuando Napole¨®n los desaloj¨® del trono y se lo entreg¨® al mariscal Murat, ¨¦ste mostr¨® tambi¨¦n su predilecci¨®n por la reggia y decor¨® algunas estancias a la moda francesa. Durante el resto del siglo XIX y el XX el palacio sigui¨® siendo escenario de importantes acontecimientos pol¨ªticos hasta llegar la Segunda Guerra Mundial, cuando se convirti¨® en el cuartel general del Ej¨¦rcito aliado para el Mediterr¨¢neo (aqu¨ª, por ejemplo, se firm¨® la rendici¨®n de las tropas alemanas que permanec¨ªan en Italia).
Una l¨ªnea de fuga
Con todo, la visita a Caserta no ser¨ªa imprescindible si careciera de sus maravillosos jardines. El propio Vanvitelli (que tambi¨¦n era un buen pintor) los concibi¨® como una enorme l¨ªnea de fuga que, llegando por la carretera real de N¨¢poles, atravesaba el propio palacio y se perd¨ªa en el horizonte. Las v¨ªas del ferrocarril han arruinado el efecto escenogr¨¢fico en la fachada principal, ya que cortan perpendicularmente el viejo camino e impiden toda perspectiva. Sin embargo, en la fachada trasera el parque se mantiene intacto: praderas, lagos artificiales, glorietas con estatuas e hileras de ¨¢rboles que flanquean el largu¨ªsimo estanque que sirve de eje del conjunto.
Este jard¨ªn parece plasmar el gusto ilustrado por el orden, la armon¨ªa y la racionalidad y sirvi¨® de modelo (muy simplificado) para el que Sabatini proyect¨® en el Palacio de Oriente de Madrid. Posteriormente (1782), se a?adi¨® el llamado Jard¨ªn Ingl¨¦s, un bosque aparentemente descuidado, con senderos azarosos, ruinas y lugares pintorescos, que nos anuncia la sensibilidad rom¨¢ntica.
Ya no son los miembros de la familia real, los nobles cortesanos o sus invitados ilustres (Goethe, por ejemplo, pase¨® por aqu¨ª) quienes ocupan la reggia de Caserta; son los turistas los que la recorren con una algarab¨ªa que, en este decorado, suena un poco revolucionaria. Los fines de semana los parques se llenan de ni?os, de novios, de familias que pasean en bicicleta, de j¨®venes que juegan al f¨²tbol con el torso desnudo y rivalizan con las esculturas cl¨¢sicas. Este aire popular y cotidiano tiene mucho atractivo y a?ade al palacio algo que faltaba en su arquitectura: alegr¨ªa y amabilidad. Merece la pena visitarlo as¨ª.
?scar Esquivias. (Burgos, 1972) es autor de Inquietud en el para¨ªso (Ediciones del Viento)
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- El conjunto palaciego de Caserta est¨¢ catalogado por la Unesco como patrimonio de la humanidad. Caserta tiene 79.000 habitantes y es capital de la provincia hom¨®nima (a 33 kil¨®metros de N¨¢poles).Horario- La reggia y los jardines abren a diario, salvo los martes. El horario del palacio es de 8.30 a 19.30 horas. Tarifas: para el palacio, 4,20 euros; para los jardines, 2 euros. Las entradas se pueden comprar de forma independiente.Informaci¨®n(www.casertaturismo.it y www.ambientece.arti.beniculturali.it/guida_reggia).C¨®mo llegar- En tren, desde Roma y N¨¢poles (www.trenitalia.it).Comer- Ristorante Le Colonne (00 39 08 23 46 74 94). Via Nazionale Appia, 13. Men¨² tradicional casertano, 15 euros.Dormir- Hotel Jolly (00 39 08 23 32 52 22). Vittorio Veneto, 9. Doble, 70 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.