Juegos con la nieve en Estambul
LA INGENUA IMAGEN que ten¨ªamos de Estambul antes de partir era la de una ciudad ex¨®tica de intensa luz, variado colorido y c¨¢lidas temperaturas. Nada m¨¢s alejado de la realidad: llegamos un mes de enero, nevaba copiosamente y las temperaturas estaban por debajo de los cero grados. El aspecto de las mezquitas y sus afilados alminares cubiertos por un grueso manto blanco nos pareci¨® inusual, pero encantador.
Un d¨ªa tomamos un transbordador en el embarcadero de Emin?n¨¹ que nos llev¨®, en un recorrido de unos treinta kil¨®metros a trav¨¦s de las aguas del B¨®sforo, hasta el mar Negro. Con un vaso de t¨¦ en una mano y una rosquilla salada en la otra, observamos impresionados las dos orillas del canal. A la izquierda, la parte europea, con sus mezquitas, castillos y rascacielos. A la derecha, la parte asi¨¢tica, un sinf¨ªn de edificios de diversos colores amontonados unos encima de otros. Sobre nuestras cabezas, dos enormes puentes colgantes de unos 1.000 metros de largo un¨ªan ambos extremos.
La embarcaci¨®n hac¨ªa escala en distintos lugares a ambos lados del estrecho. Por fin llegamos al final del trayecto y descendimos en un peque?o pueblo de pescadores, en la cima del cual se hallaban las ruinas de una antigua fortaleza.
Subimos a trav¨¦s de un escarpado camino de monta?a y al llegar comprobamos desde arriba c¨®mo se divisaba una vista magn¨ªfica. El B¨®sforo mor¨ªa ah¨ª mismo y sus aguas iban a dar al mar Negro, una vasta superficie de la cual no ve¨ªamos el final. Los barcos comerciales procedentes de los pa¨ªses de las orillas del mar Negro, como Rumania, Bulgaria o Ucrania, se adentraban en el B¨®sforo dejando atr¨¢s una estela de espuma de mar.
Las temperaturas hab¨ªan subido un poco, pero a¨²n quedaba nieve, as¨ª que decidimos dejar nuestro recuerdo en forma de mu?eco de nieve. La hierba la utilizamos a modo de cabello, y las piedrecitas como ojos, fosas nasales y dientes.
Nos supo mal abandonarlo, pero tuvimos que bajar a toda prisa para no perder el siguiente transbordador que nos llevaba de vuelta a Estambul.
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