La contradicci¨®n Armstrong
Retirado desde el podio de su s¨¦ptimo Tour consecutivo, acusado de dopaje un mes m¨¢s tarde, el estadounidense es el m¨¢s admirado
Lance Armstrong era el candidato ideal para ser considerado el mejor deportista mundial del a?o. En este 2005 que ahora termina gan¨® su s¨¦ptimo Tour consecutivo -gesta ¨²nica, incre¨ªble, imponente- y anunci¨® su retirada desde el mismo podio de Par¨ªs en que acaba de ser investido con un ¨²ltimo maillot amarillo -gesto ¨²nico, osado, extraordinario, sobrehumano- al que hab¨ªa accedido proveniente de un lejano continente, de las calles polvorientas de Tejas, de esquinas desnudas azotadas por el viento, a lomos de una bicicleta que hab¨ªa arrancado como regalo navide?o de su madre, al que hab¨ªa llegado, hecho ¨²nico, incre¨ªble, extraordinario, despu¨¦s de superar un c¨¢ncer que le hab¨ªa dejado con la piel pegada a los huesos, con la cara demacrada, el pelo desaparecido.
"Es un gran honor para m¨ª que los deportistas espa?oles me hayan elegido como el mejor"
"Son los deportistas quienes mejor pueden determinar el valor de otros deportistas"
Ning¨²n deportista, ni vivo ni muerto, ni del pasado ni del presente ni, quiz¨¢s, del futuro, puede, ha podido, podr¨¢, mostrar tantas credenciales para ser considerado ¨²nico o, por lo menos, el mejor del a?o.
Y, sin embargo, Lance Armstrong reniega del Tour y de sus dirigentes, y promete no regresar nunca m¨¢s, ni como turista, ni como trabajador, a la carrera m¨ªtica que le hizo grande.
Y, sin embargo, su elecci¨®n por los mejores deportistas espa?oles -por cuarta vez en los ¨²ltimos cinco a?os- ha despertado m¨¢s reacciones de sorpresa que de asentimiento.
Y, sin embargo, el mismo d¨ªa de Nochebuena, el diario L'?quipe, la biblia del ciclismo, la biblia del Tour, en la hora del resumen del a?o, titula a ocho columnas "Se ha tocado fondo", hablando de ciclismo, hablando de lo que denominan "la impostura de Armstrong".
Y, sin embargo, Dick Pound, canadiense, presidente de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), sale estos d¨ªas en los medios diciendo que ¨¦l de Armstrong no estar¨ªa tranquilo, est¨¦ d¨®nde est¨¦, que aunque la investigaci¨®n puesta en marcha por la Uni¨®n Ciclista Internacional (UCI) vaya tan lenta como el tren burra, si es que acaso se mueve, la AMA no permitir¨¢ que su gran delito quede impune. ?Su gran delito? Sus tres delitos, m¨¢s bien.
1. Lance Armstrong es ciclista (y, como todo el mundo sabe, o deber¨ªa saber, el ciclismo es un deporte muerto, un pelot¨®n de tramposos, una mafia de m¨¦dicos, un chanchullo de impresentables).
2. La orina de Lance Armstrong, cosecha julio del 99, congelada, almacenada en un laboratorio de Par¨ªs, conten¨ªa, se supo al descongelarla en agosto y analizarla, restos de EPO, la sustancia prohibida que ayuda a todos los deportistas de fondo a mejorar su resistencia.
3. Un tribunal italiano espera en marzo la declaraci¨®n de Lance Armstrong, a quien un ciclista italiano, el arrepentido Filippo Simeoni, ha demandado por llamarle "mentiroso". Simeoni hab¨ªa afirmado que Michele Ferrari, el m¨¦dico de Armstrong, le hab¨ªa recetado EPO. Eso, Armstrong no lo aguant¨®.
Y, sin embargo, y sabiendo todo eso, y a?adiendo a ello todos los casos que han llevado al ciclismo en 2005 al punto m¨¢s bajo de su historia, al borde de la muerte, y olvidando la ley que dice que un campe¨®n ca¨ªdo en desgracia s¨®lo merece una fosa solitaria, los mejores deportistas espa?oles eligen a Armstrong, a un ciclista, a un deportista con un an¨¢lisis positivo a sus espaldas, como el mejor del mundo.
Algo falla. Alguien se equivoca. ?Qui¨¦n tiene raz¨®n? ?Las autoridades, que han convertido la lucha contra el dopaje en la prioridad absoluta de su pol¨ªtica deportiva, olvidando, quiz¨¢s, que otros aspectos como el gigantismo, su transformaci¨®n en gran fuerza econ¨®mica, su conversi¨®n en espect¨¢culo primario, pueden haber contribuido m¨¢s a su decadencia?
?Los deportistas, que consideran desmesurada cualquier alusi¨®n al dopaje, que piensan que, en el fondo, al aficionado le da igual que el campe¨®n se dope o no, que s¨®lo quiere admirar la lucha, la clase, el talento, la entrega, el sacrificio, todo lo que el humo del dopaje oculta y mata, que creen que Lance Armstrong es un hijo de su ¨¦poca, del deporte actual, de todos sus vicios y todas sus hermosuras?
?No hay un vac¨ªo enorme, imposible, irreal, entre ambas posturas?
"Son, evidentemente, los deportistas quienes tienen m¨¢s criterios para determinar el valor de otros deportistas", contesta a la pregunta Lance Armstrong, por correo electr¨®nico desde su retiro estadounidense. "Y quiero a?adir que he defendido siempre con convicci¨®n la lucha contra el dopaje y que el ciclismo es con diferencia, sin ninguna duda, y pese a lo que su reputaci¨®n d¨¦ a entender, el deporte que m¨¢s m¨¢s esfuerzos hace y ha hecho en la lucha contra el dopaje".
El d¨ªa de Nochebuena, quien quiera felicitar a un ciclista las Navidades, debe marcar su tel¨¦fono m¨®vil. Le responder¨¢ una voz jadeante, un murmullo de hiper ventilaci¨®n, quiz¨¢s, de fondo, el ruido de un motor acelerando. Est¨¢ entren¨¢ndose. A dos bajo cero. Rozando con sus ruedas cunetas heladas. Con orejeras, guantes, gorro de lana y una braga en el cuello. ?sa es la vida de ciclista. La vida que quieren los deportistas que se refleje, que se narre. La vida que ha llevado Lance Armstrong, la vida que se ha admirado. El perfeccionismo exagerado del hombre que convirti¨® al Tour, un terreno salvaje, exagerado, desmesurado, casi en el jard¨ªn de su casa; que transform¨® la pelea por la victoria en varias maniobras rutinarias, con el apoyo de su equipo, perfectamente ejecutadas. El hombre que se separ¨® de lo que la tradici¨®n y la leyenda quer¨ªa de sus campeones, que a?adi¨® la rabia, el orgullo, la soberbia, al arsenal de sus virtudes. El hombre que dej¨® a toda una generaci¨®n suspirando por su retirada, el ¨²nico campe¨®n del Tour que ha conocido el 80% del pelot¨®n actual.
A Lance Armstrong no se le puede localizar estos d¨ªas. No se sabe si est¨¢ en California, con su Sheryl Crow, o en Tejas con su Sheryl Crow y sus tres hijos, o perdido en las monta?as o en una playa del Caribe. Solo o bien acompa?ado. Con su blackberry en el bolsillo, siempre.
"Lance no quiere llamar la atenci¨®n, no quiere crear pol¨¦micas, quiere pasar inadvertido", explica Johan Bruyneel, director del equipo de Armstrong en los siete Tours del norteamericano.
En la ¨²ltima concentraci¨®n tejana del Discovery Channel, su equipo hasta julio pasado, hace un par de semanas, Lance Armstrong visit¨® a sus ya ex colegas, delgado, en forma, vital, sus ojos de azul l¨ªquido resplandecientes. "Prohibido hablar de m¨ª", les advirti¨® a los corredores. "Prohibido dar pie a las especulaciones sobre mi imposible regreso, sobre mi vida, sobre nada".
A Lance Armstrong, a su blacberry permanentemente conectada con el mundo, Johan Bruyneel le transmiti¨® tres preguntas remitidas por este diario. La tercera era bien simple:
-?Es una buena noticia para el ciclismo que los deportistas espa?oles te hayan elegido el mejor del mundo en 2005?
A esa pregunta Lance Armstrong no quiso responder. "No quiere entrar en pol¨¦micas", explic¨® Bruyneel.
A la primera, s¨ª que respondi¨®. Orgulloso y feliz. Ingenuamente ajeno a la contradicci¨®n que supone que su figura, la de un diablo para unos cuantos, sea la de un dios para los mejores deportistas espa?oles.
"Es un gran honor para m¨ª que los deportistas espa?oles me hayan elegido para este galard¨®n", escribe Armstrong en su correo electr¨®nico. "Espa?a ha sido mi segunda casa durante a?os [los que ha vivido en el barrio medieval de Girona]. Siempre he contado con un gran afecto y apoyo de los espa?oles, y s¨®lo conservo buenos recuerdos de ese pa¨ªs. Quiero darles las gracias no s¨®lo a los deportistas sino tambi¨¦n a los aficionados espa?oles que me han animado durante mi carrera".
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