Las tripas al descubierto
Son frecuentes los derribos de casas en el casco antiguo de Barcelona (y de otras ciudades): la presi¨®n especulativa o el estado de decrepitud de los inmuebles fuerza a su desaparici¨®n. Pero el tiempo que media entre el derribo y la construcci¨®n de la nueva casa genera un espect¨¢culo ins¨®lito, melanc¨®lico... Las paredes de los edificios colindantes -lo que en la jerga t¨¦cnica se llaman las medianeras- permanecen, como es l¨®gico, pero con la huella de los hogares idos.
Las medianeras conservan la pintura de las habitaciones, el empapelado, los azulejos de ba?os o cocinas, el interior de armarios empotrados y alacenas, el cono negruzco de las chimeneas y el holl¨ªn de conductos ya desaparecidos, el perfil de los escalones y la huella de los pasamanos en las escaleras, sendas de hilos el¨¦ctricos y ca?er¨ªas, vestigios de v¨¢teres y fregaderos... En medio de estas ruinas planas y verticales, algunos elementos sobresalen: clavos en la pared, mu?ones de grifos, interruptores o enchufes, o el casquillo donde se enrosc¨® una solitaria bombilla.
Melancol¨ªa de las paredes medianeras: restos de vidas que han quedado a la vista y que pueden leerse como un palimpsesto
Adem¨¢s de contar la historia de d¨¦cadas de uso y de reflejar un presente para siempre detenido, estas paredes tambi¨¦n son un palimpsesto. El empapelado a rayas abatido por la intemperie revela debajo una pared de un verde extra?o, que a trav¨¦s de los desconchones descubre un friso dieciochesco. Las medianeras hablan tambi¨¦n de la presi¨®n inmobiliaria, de la especulaci¨®n del suelo, porque un nuevo inmueble, retranqueado junto a las huellas de la casa antigua, muestra c¨®mo se han encajado cuatro pisos all¨¢ donde s¨®lo hab¨ªa tres en la primitiva...
Si el Diablo Cojuelo levantaba los techos de las casas del XVII para observar a sus habitantes como quien sobrevuela una maqueta ("y levantando a los techos de los edificios, por arte diab¨®lica, lo hojaldrado, se descubri¨® la carne del pastel¨®n de Madrid"), las medianeras cuentan m¨¢s bien la historia en vertical, a lo 13, rue del Percebe, aunque cada vi?eta involuntaria de este tebeo tr¨¢gico s¨®lo est¨¢ abierta a las mentalidades avezadas en la lectura de vestigios. La vida que albergaron esos muros es s¨®lo un eco, patente en las huellas de grasa all¨¢ donde estaba la cocina, el roce de muchas manos en la escalera, rastros de actividad y estampitas clavadas a la vera de un lecho... Hay mucha miseria en los barrios antiguos de Barcelona, y lo que las fachadas velan p¨²dicamente, las medianeras lo descubren.
De todos los elementos de la vida de las casas quiz¨¢ los que m¨¢s obscenamente aparecen ante los ojos del viandante sean los relacionados con las funciones corporales: la ingesta, la excreci¨®n, la higiene. Los ba?os y las cocinas -reductos de la intimidad dom¨¦stica- aparecen ahora expuestos, en plano de igualdad con las zonas p¨²blicas -escaleras- o con los salones. Ca?er¨ªas y azulejos se?alan ya desde lejos la naturaleza diferencial de esas zonas, dispuestas para las humedades. Mientras que las manchas de grasa a la cabecera de una antigua cama pueden inspirar ternura, las interioridades de un ba?o abierto o una cocina despanzurrada m¨¢s bien provocan repulsi¨®n.
Por eso, la instalaci¨®n que ha hecho en la Barceloneta la artista suiza Marika con la colaboraci¨®n del centro c¨ªvico Barceloneta y de Fomento Ciutat Vella tiene un especial valor. Marika ha rehecho sobre una medianera una casa de pesadilla, toda ella (salvo escaleras) compuesta de retretes y cocinas, poblados de baldosines azules, blancos o floreados y -sobre todo- con los elementos de loza sanitaria o culinaria que la piqueta de los derribos no suele conservar: lavabos, tazas de v¨¢ter, duchas, calentadores. La disposici¨®n no es naturalista, y un v¨¢ter puede estar por encima del nivel de un lavabo. El hecho de que todos estos elementos sean nuevos (a diferencia de las aut¨¦nticas medianeras, desgastadas por el uso) les otorga una calidad m¨¢s tr¨¢gica, como si respondieran a la fractura provocada por un terremoto, m¨¢s que por un derribo. Por otro lado, la exposici¨®n a la intemperie, al agua y al viento ha creado espont¨¢neos compa?eros de instalaci¨®n, como las plantas que brotan de los grifos de una ducha.
El viandante apresurado que haya pasado por la Barceloneta delante de esta obra, tal vez no la habr¨¢ reconocido como tal, consider¨¢ndola -en una ojeada descuidada- como uno m¨¢s de las muchos espacios que pronto ser¨¢n edificados. Quien haya reparado en su singularidad de trabajo planeado, a lo mejor no ha llegado a comprender que se puedan movilizar andamios, alba?iles e instaladores para crear no una casa, sino la ruina de una casa. El v¨¢ter exc¨¦ntrico de Marika es bisnieto de la fuente / urinario de Duchamp, y representa un modo de intervenci¨®n art¨ªstica que tal vez todav¨ªa no ha llegado a calar en el p¨²blico general.
Ignoro si en el momento de publicar estas l¨ªneas permanece a¨²n la intervenci¨®n de Marika en la Barceloneta. Pero estoy seguro de que quienes la vieron han ganado no s¨®lo la contemplaci¨®n de esa pared tr¨¢gica y humor¨ªstica al tiempo, sino tambi¨¦n la percepci¨®n de que la vida y la muerte de las ciudades crean por s¨ª solas, con ayuda tan s¨®lo de la mirada del transe¨²nte, espacios tan elocuentes y melanc¨®licos como las medianeras.
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