Serge Spitzer reivindica la curiosidad como herramienta art¨ªstica
El artista rumano asegura que lucha a diario contra "la contaminaci¨®n del arte malo "
?Org¨ªa u holocausto? ?sta es la pregunta que, seg¨²n Serge Spitzer (Bucarest, 1951), subyace bajo Thousands islands, uno de sus v¨ªdeos m¨¢s conocidos, mostrado recientemente en un antiguo almac¨¦n de p¨®lvora neoyorquino. Pionero en las instalaciones, en este trabajo el artista plantea una reflexi¨®n sobre la violencia y la guerra a partir de las im¨¢genes que grab¨® en Valencia, en la fiesta de la tomatina de Bu?ol. Pintor, videoartista y escultor de imponentes obras en la l¨ªnea de Richard Serra, Spitzer afirma luchar cada d¨ªa contra "la contaminaci¨®n del arte malo".
Esparci¨® cientos de vasos en un cobertizo durante la Bienal de Venecia, que luego fundi¨® y don¨® para que hicieran souvenirs t¨ªpicos de la ciudad. Sus inmensas esculturas de hierro se sostienen a ras de suelo, sin podio, y desaf¨ªan la rigidez del material dot¨¢ndolo de la plasticidad de la goma. Y, recientemente, con Global culture -pieza que se exhibe en la exposici¨®n sobre arte y f¨²tbol del museo berlin¨¦s Martin-Gropius Bau- ha puesto en equilibrio un bal¨®n de f¨²tbol sobre una mesa que se mueve incesantemente sin dejar que la pelota de cuero caiga. Serge Spitzer est¨¢ convencido de que "el arte, como la ciencia, trabaja en los l¨ªmites de lo posible".
Vestido de negro impoluto, con voz pausada Spitzer -cuya obra fue objeto de una exposici¨®n monogr¨¢fica del IVAM en 1992 y form¨® parte el a?o pasado de la Bienal de Sevilla- ha vuelto por Espa?a. Esta vez, para impartir en la Facultad de Bellas Artes de Madrid el taller de la C¨¢tedra Juan Gris. "No se trata de desvelar ninguna t¨¦cnica secreta; es una cuesti¨®n de intereses y actitudes. En un mundo acelerado quiz¨¢ haya que pararse y contemplar de una manera activa. Ser artista es una gran oportunidad para hacer preguntas. Pero, atenci¨®n, aunque vivamos en democracia no hay que enga?arse: el arte no es democr¨¢tico".
Afincado en Nueva York desde hace d¨¦cadas, aclara que, en contra de lo que pueda parecer, es "contrario a las cosas grandes". "Lo importante no es el tama?o, sino la escala. Si entiendes el fragmento, captas la relatividad y la pieza deja de ser inmensa. Lo grande tiene que ser sutil, nunca agresivo o impositivo. Tienes que emplear la escala a tu favor". Veinte a?os despu¨¦s de saltar a la primera fila del panorama art¨ªstico internacional con sus instalaciones, Spitzer confiesa ser todo un "esc¨¦ptico" ante las negativas a las que se enfrenta. "No existe el no. El 90% de mis proyectos en un principio me dec¨ªan que eran imposibles, pero siempre hay una manera. Son situaciones muy dif¨ªciles cuando un artista no sabe c¨®mo enfrentarse a los t¨¦cnicos".
Spitzer habla de responsabilidad human¨ªstica y se muestra radicalmente contrario a que el arte sea meramente decorativo -"debe formar parte de la estructura y no ser la guinda con la que decoran los arquitectos"-. Insiste en se?alar que su idea del objeto art¨ªstico va unida inevitablemente a la vida cotidiana. "No me gustan las cosas que dan por hecho que son arte, me hacen preguntarme acerca del sentido de su presencia o por el ego de una determinada persona. Me interesan las obras inesperadas por su normalidad, lo extraordinario de lo ordinario, el arte como parte de la vida".
En esculturas, pinturas, v¨ªdeos y piezas arquitect¨®nicas, Spitzer ha dado muestras de su genio polifac¨¦tico. Recuerda sus a?os de formaci¨®n en Bucarest -"me fui antes de tener que hacer piezas de realismo social"-. Bromea sobre el pa¨ªs donde se instal¨®. "En EE UU, la gente no tiene paciencia; miran las obras de arte con las orejas, algo que parece extenderse por Europa. El arte visual tiene una sem¨¢ntica distinta que las palabras".
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