Claroscuro en Nueva Orleans
La ciudad recurre a su tradici¨®n festiva para superar los efectos del Katrina
Adi¨®s a 2005. Bienvenido 2006. A ritmo de jazz, Nueva Orleans desped¨ªa el a?o que trajo al Katrina. El sonido de las trompetas ahog¨® durante unas horas la devastaci¨®n y el dolor por los m¨¢s de 1.300 muertos que se cobr¨® el hurac¨¢n. El barrio Franc¨¦s fue una fiesta. De forma masiva, Nueva Orleans recuper¨® lo que el hurac¨¢n le arrebat¨® de golpe: los turistas. En una r¨¦plica de la brillante bola de cristal que cae en el cambio de a?o en la plaza de Times Square de Nueva York, un gran puchero de Gumbo (plato tradicional de Luisiana) se desliz¨® desde ocho metros de altura en la plaza de Jackson. "?Adi¨®s, adi¨®s, adi¨®s!", coreaban segundos despu¨¦s de que 2005 fuera historia Melissa Moore y Marcia Anderson, seg¨²n cita de Associated Press, en la plaza de Jackson. El bourbon corri¨® por las calles del barrio Franc¨¦s, el calzado de charol zapateaba ritmos negros sobre las aceras y los clarinetes invitaban al baile. Luces de ne¨®n dando la bienvenida a un a?o nuevo lleno de esperanza para the big easy.
El alcalde infunde optimismo mientras los inspectores han declarado en ruina m¨¢s de 5.500 casas
"Dijeron que esto jam¨¢s suceder¨ªa de nuevo", exclam¨® el alcalde de la ciudad, Ray Nagin. Con el tel¨®n de fondo de un concierto, Nagin declar¨®: "Dijeron que Nueva Orleans estaba muerta. Pero acabamos de probar que estaban equivocados. Nueva Orleans est¨¢ viva y va a dar mucha guerra", coment¨® el alcalde. Pero apenas 500 metros fuera del barrio Franc¨¦s -casi intacto tras el paso del Katrina y habitado en su mayor¨ªa por ciudadanos blancos-, el a?o nuevo tuvo un color m¨¢s l¨²gubre, negro. La devastaci¨®n es invisible de noche porque no existe luz el¨¦ctrica, pero a la luz del d¨ªa Nueva Orleans es una ciudad invadida de escombros y basura. S¨®lo un cuarto de los residentes (sobre un total de 460.000) han regresado a sus hogares. Los inspectores han declarado en ruina m¨¢s de 5.500 casas. Falta el agua y el gas. Y los furgones de la Cruz Roja Americana siguen repartiendo raciones de comida para los que han decidido regresar a unas casas fr¨ªas e inundadas de moho. El Bajo Barrio Nueve -en su mayor¨ªa una zona de clase media baja negra- no ten¨ªa la noche del 31 de diciembre nada que celebrar. No hab¨ªa luces, no hab¨ªa ¨¢rboles de Navidad. En la ma?ana del ¨²ltimo d¨ªa de 2005, dos mujeres intentaban salvar, provistas de guantes azules y mascarillas, alg¨²n recuerdo del naufragio que supuso en sus vidas el hurac¨¢n del pasado 29 de agosto. Los ¨¢lbumes de fotos hinchados por el agua son a veces las ¨²nicas pertenencias que les quedan a quienes lo perdieron todo. Pero al menos est¨¢n vivos.
Aunque no siempre eso es un consuelo. Para Dorothy Travick, quien ahora pasa sus d¨ªas evacuada en los apenas 12 metros cuadrados de una caravana estacionada en un inmenso solar de Baker, un pueblecito al norte de Baton Rouge (capital de Luisiana, 120 kil¨®metros al norte de Nueva Orleans), todo cambi¨® con el hurac¨¢n. Dorothy Travick, 60 a?os, salv¨® la vida junto a su hijo porque acat¨® la orden de evacuaci¨®n inmediata decretada por el alcalde Nagin. Pero su marido decidi¨® quedarse. El se?or Travick fue rescatado con vida aunque su cuerpo recordaba a los campos de concentraci¨®n. "Estaba deshidratado y hab¨ªa perdido peso, era todo huesos y piel", explicaba hace unas semanas su esposa. La se?ora Travick y su hijo llegaron a tiempo a un hospital de Baton Rouge para decir adi¨®s a su ser querido antes de que este falleciera. Dorothy Travick perdi¨® parte de la cordura tras el hurac¨¢n. Ayer, a trav¨¦s del tel¨¦fono, balbuceaba historias incomprensibles de sus antepasados esclavos a orillas del Misisipi. Dorothy Travick no sab¨ªa ayer que 2005 ya era historia. Para ella el 1 de enero de 2006 sigue siendo tan triste como el d¨ªa anterior. Y el anterior.
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