Cuando gan¨® Ferlosio
Rafael S¨¢nchez Ferlosio no ha cambiado tanto en los cincuenta a?os que van del d¨ªa 6 de enero de 1956 en que gan¨® el Nadal con El Jarama hasta ayer mismo. Entonces era un joven flaqu¨ªsimo, cuya nariz aguda era una roca entre sus ojos asustados. Ahora su sonrisa es m¨¢s ben¨¦fica, como si su rabia estuviera ahora pendiente de otras voces, generalmente interiores. Ya entonces desde?aba la fama que le otorgaba aquel libro. Hizo pocos aspavientos cuando supo que hab¨ªa ganado, y despu¨¦s sigui¨® tratando de olvidarse de la dichosa novela. Hace cuatro a?os le dijo aqu¨ª a Arcadi Espada que la aborrece. Le gust¨® escribir los di¨¢logos, dice, pero hubo un momento en que la novela parec¨ªa una losa bajo la que se iba a sepultar su nombre, su escritura, todo. Supo que hab¨ªa ganado al d¨ªa siguiente de haber sido otorgado el premio; entonces los premios eran otra cosa, los autores no estaban tan avisados como actualmente, y en concreto a Ferlosio el fallo le hall¨® durmiendo en Granada, con su mujer de entonces, Carmen Mart¨ªn Gaite. Poco tiempo despu¨¦s a Miguel Delibes la misma noticia -gan¨® el Nadal con La sombra del cipr¨¦s es alargada, en 1948- le hall¨® pendiente de los teletipos de su peri¨®dico, en Valladolid, para saber si su nombre era el agraciado. Ahora esas noticias corren como la p¨®lvora y los autores ya van vestidos para el premio. Despu¨¦s de ganar, Ferlosio disminuy¨® todo lo que brillara, e incluso se sumergi¨® en las tinieblas de su casa; corri¨® las cortinas, baj¨® las persianas, y en aquel encierro que interrump¨ªa para ir a recluirse en el Caf¨¦ Gij¨®n, abord¨® gram¨¢ticas, ensayos, art¨ªculos, se manifest¨® contra todo, e incluso arremet¨ªa, al salir de casa, contra los coches y contra los ruidos que perturbaban su ind¨®mita soledad. Reneg¨® de la ficci¨®n, aunque salvara algunos libros de las estanter¨ªas de la novela, y se hizo un ensayista que us¨® el bast¨®n contra los autom¨®viles porque no pod¨ªa utilizarlo contra la mediocridad de un mundo que hace cincuenta a?os tambi¨¦n le obligaba a ocultar sus ojos asustados de la intemperie que le esperaba. Muchos a?os despu¨¦s, curado acaso del pavor que se hizo s¨®lido con la fama de El Jarama, no pudo impedir que su colega Delibes escribiera este subrayado: "El Jarama se ha erigido en patr¨®n de no pocos narradores que han ido apareciendo con posterioridad".
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