El A?o Nuevo de Emilio
Desde hace alg¨²n tiempo, Emilio tiene ganas de llorar. Al principio, no lo entend¨ªa ni ¨¦l, porque no es la primera vez que encaja una mala racha y ¨¦sta no ha sido ni eso, la vida, por un lado, y por el otro, las peque?as mezquindades de sus semejantes, peque?as, s¨ª, pero dolorosas como las picaduras de una avispa enfurecida. Est¨¢ triste y eso no le sorprende, pero tampoco basta para explicar lo que siente, la presi¨®n constante de las l¨¢grimas en sus ojos, el grumo espeso y sucio que no logra desalojar de su garganta, y ese cansancio enfermizo que le deja dormido, como muerto, en cuanto que se tumba en la cama por las noches.
Desde hace alg¨²n tiempo, Emilio tiene ganas de llorar. Y no es que no haya llorado bastante, al contrario. El maldito 2005 se llev¨® a su padre, le dej¨® hu¨¦rfano del todo, y no est¨¢ solo, tiene a Ana, y a los ni?os, hermanos y amigos, gente que le quiere, a la que quiere, pero ya no tiene padre, ni madre. Es rid¨ªculo. Emilio va a cumplir treinta y nueve a?os y nadie se queda hu¨¦rfano a esa edad, ¨¦l lo sabe, siente que ni siquiera tiene derecho a decirlo, y sin embargo lo siente. Su padre no era muy popular en su familia. Era un hombre raro, hura?o, solitario, poco expresivo. ?l le quer¨ªa as¨ª y todo, as¨ª, y por encima de todo. Su padre lo sab¨ªa. Eso les bastaba a los dos, les bast¨® hasta el final. Emilio estuvo al lado de su padre hasta el final, pero aunque la gente diga lo contrario, eso no le consuela por haberlo perdido. A la gente le gusta mucho hablar de lo que no sabe. Le gusta demasiado.
"Va a seguir llorando hasta el agotamiento, sin saber por qu¨¦, sin que le importe"
Emilio tiene ganas de llorar, y ha llorado mucho por su padre, y nunca le llorar¨¢ bastante, pero hace unos meses cre¨ªa que su llanto ¨ªntimo y continuo no volver¨ªa a trepar hasta sus ojos. Y sin embargo, sigue teniendo ganas de llorar. Quiz¨¢ haya sido la dichosa Navidad, tan insoportable en este a?o de luto su carga de felicidad comercial y plastificada, tan lejos de la aut¨¦ntica alegr¨ªa. Pero tambi¨¦n est¨¢ lo de Ram¨®n, ese antiguo compa?ero de trabajo con el que llevaba a?os jugando un d¨¦cimo a medias que nunca tocaba. Siempre lo compraba ¨¦l, y Emilio se lo pagaba cuando le ve¨ªa. Este a?o iba a ser igual. Su amigo le llam¨® por tel¨¦fono, le dijo el n¨²mero, Emilio lo apunt¨®, les toc¨® el tercer premio, y Ram¨®n dijo que nanay,
que como no le hab¨ªa pagado, no ten¨ªa derecho a cobrar nada. El dinero fue lo de menos. El palo, de los que no se olvidan.
Y despu¨¦s Eva, su hija, que tiene seis a?os y es una preciosidad, y se neg¨® a actuar en la funci¨®n del colegio, porque desde que le hab¨ªan dado el papel de Virgen Mar¨ªa, sus amigas s¨®lo le dirig¨ªan la palabra para decirle que se lo ten¨ªa muy cre¨ªdo, y la bronca que tuvo con su cu?ado Enrique, que es adicto a la Cope y le sac¨® de quicio hasta tal punto que su mujer se lo tuvo que llevar para que la Nochebuena no acabara a pu?etazo limpio, y el malhadado sentimiento de culpa que le impuls¨® a llamarle al d¨ªa siguiente para escuchar que ¨¦l, desde luego, no iba a pedirle perd¨®n, y su hermana Milagros, que se hab¨ªa comprometido a organizar la Nochevieja y desconvoc¨® a las siete de la tarde porque estaba muy cansada, y una carrera nocturna y desesperada en pos de cuarenta y ocho uvas? Nada, tonter¨ªas, porque las encontr¨®, y se las comieron, y todo lo dem¨¢s, su hermana, su cu?ado, su hija, y hasta la avaricia de Ram¨®n, comparten el rango de los problemas que no tienen importancia verdadera, esas cosas que pasan, que se olvidan y vuelven a pasar, para que se olviden otra vez, y as¨ª siempre, para siempre, porque esa es la condici¨®n de los humanos.
Pero Emilio sigue teniendo ganas de llorar, est¨¢ convencido de que todo se arreglar¨ªa si pudiera llorar, si encontrara un momento para abandonarse al parad¨®jico consuelo del llanto. Lo ha intentado muchas veces y no lo ha logrado ninguna. Hasta esta noche. Esta noche, como si ya no pudiera m¨¢s, se ha despertado ¨¦l solo, a las cuatro y cinco de la ma?ana. Ha cambiado de postura dos o tres veces, ha comprobado que no pod¨ªa volver a dormirse, ha mirado la hora del despertador, se ha acordado a tiempo de que era domingo, se ha levantado, ha ido a la cocina, se ha sentado en una silla, y de repente, sin previo aviso, sin ser consciente de lo que iba a pasar, ha empezado a llorar. Ahora sigue llorando, a solas, tranquilo, sin preocuparse de que le vea, de que le oiga nadie. Llora, simplemente; las l¨¢grimas caen de sus ojos con una frecuencia r¨ªtmica, regular, reconfortante. No piensa parar, no puede. Va a seguir llorando hasta el agotamiento, sin saber por qu¨¦, sin que le importe. Y despu¨¦s, s¨®lo ma?ana, empezar¨¢ para ¨¦l un A?o Nuevo que no podr¨¢ ser peor que el que ha vivido.
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