Ser madre sin morir en el intento
Hab¨ªa una vez, eso era a mediados del siglo XIX, una pastora de Vic que se empe?¨® en sacar de la miseria y el oprobio a las madres solteras. Se llamaba Teresa Gallifa y aunque nunca lleg¨® a ser monja fund¨® la congregaci¨®n de las Siervas de la Pasi¨®n: apasionadas por Cristo y por sacar adelante a esas chicas que, una vez embarazadas, nadie quer¨ªa. Teresa hab¨ªa trabajado en un taller t¨¦xtil y conoc¨ªa el problema de cerca. Se cas¨® y tuvo siete hijos que se le fueron muriendo por las enfermedades de la ¨¦poca: tifus, sarampi¨®n, pulmon¨ªa, aunque para ella todo en esta vida era voluntad del Se?or. Al quedarse sola empez¨® la obra aprendiendo el oficio de matrona, eso s¨ª, alentando siempre a las parteras que ten¨ªan que bautizar al ni?o. No todo el clero ve¨ªa con buenos ojos acoger a mujeres de mala reputaci¨®n. Pese a esto alquil¨® un piso en la plaza de Sant Felip Neri y lo llen¨® de parteras. Era el a?o 1886. Desde este d¨ªa, ella, y despu¨¦s su congregaci¨®n, se han dedicado a dar cobijo a las madres solteras sin recursos, o a las que lo deseaban todo menos quedarse embarazadas.
Desde 1886 las Siervas de la Pasi¨®n dan cobijo a las madres solteras sin recursos, o a las que lo deseaban todo menos quedarse embarazadas
Han pasado muchos a?os, y el concepto de madre soltera ha variado bastante: desde la mujer que desea un hijo sin padre y asume la responsabilidad sola, hasta la que llega a nuestro pa¨ªs embarazada y sin papeles esperando el milagro de conseguirlos con el hijo, aunque con la nueva ley de extranjer¨ªa este recurso no funciona. Ese es, precisamente, el prototipo de mujer que ahora se acerca a la Llar Santa Isabel, en el Guinard¨®, el centro de acogida de las Siervas de la Pasi¨®n. Llamo a la puerta y me recibe la hermana portera. No estoy embarazada y por tanto me pregunta qu¨¦ quiero. Le digo que he quedado con Carme del Arco, la soci¨®loga del centro. En este momento Carme est¨¢ en el hospital de Sant Pau acompa?ando a una de las chicas embarazadas con problemas de salud. La hermana me acompa?a a un sal¨®n de donde cuelgan papas y santos por las cuatro paredes. Para que me entretenga me regala el libro de la vida de la fundadora y me cuenta que ahora son 14 monjas y que tienen cinco chicas acogidas que acaban de parir. Una de ellas aparece de repente y se va enseguida. Las oigo hablar de lejos y me pregunto si me dejar¨¢n entrar en sus dominios. Cuando por fin llega Carme ya me s¨¦ toda la vida de Teresa Gallifa.
La hermana Sonia me acompa?a por el laberinto de salones, escaleras y corredores de esta inmensa Llar Santa Isabel. Es una mujer peruana, encantadora, que lleg¨® a Barcelona hace seis a?os y que ahora vive en el ala del edificio destinada a las chicas. Ella y parte de la congregaci¨®n, junto con Carme y la asistenta social, Lourdes, son las encargadas de alentar, cuidar, asesorar y lo que haga falta a las futuras madres. "Les solucionamos los problemas por etapas", comenta Sonia. "Intentamos que vivan el embarazo con plenitud y buscamos la soluci¨®n si no tienen papeles". Llegamos a una cocina office donde tres j¨®venes sentadas alrededor de una mesa comen tortilla y arroz. En realidad la comida la ofrece el centro, pero ellas pueden prepararse lo que quieran en su cocina privada. Oigo lloriquear a un beb¨¦ y una de ellas dice "es el m¨ªo", y se levanta. Esas mujeres son del Ecuador, el Per¨² y El Salvador. Todas llegaron de sus pa¨ªses embarazadas, la de El Salvador sin papeles, la ecuatoriana ya tiene trabajo de asistenta en una casa. Se enteraron de este centro por su asistenta social. Nadie quiere que salga su nombre escrito y no cuentan m¨¢s que lo estricto, eso es, que no saben lo que van a hacer despu¨¦s.
Sonia me explica que aunque la mayor¨ªa de las mujeres sean inmigrantes, de vez en cuando les llega alguna nativa con problemas de drogadicci¨®n o maltratos por parte del marido. Esas son las que, a veces, dejan al hijo en adopci¨®n. Todas viven aqu¨ª hasta la cuarentena del parto, luego pueden pasar dos a?os en la Residencia Teresa Gallifa, donde hay un servicio de guarder¨ªa, el aula maternal, con el soporte de voluntarias y la ayuda de una de las j¨®venes embarazadas, que percibe un peque?o sueldo. Tambi¨¦n pueden trabajar o estudiar al exterior mientras organizan su vida. "Se trata de que al salir tengan una casa y un trabajo", comenta Sonia. Carme me explica el proyecto social del centro. "Organizamos talleres de formaci¨®n: inserci¨®n laboral, alfabetizaci¨®n, escuela de madres... El grupo de 17 voluntarios es b¨¢sico para que esto funcione. Tambi¨¦n se les inculca responsabilidad y la que puede paga un euro a la hora en la guarder¨ªa". Le pregunto lo que me ronda por la cabeza al ver tantos santos colgados: ?Y la religi¨®n? Enseguida me contesta que bautizar a los hijos depende de la madre, que han tenido muchas magreb¨ªes que, naturalmente, se abstienen, y no pasa nada, y que nunca obligan a ir a misa, aunque, claro, las Siervas de la Pasi¨®n s¨ª que van.
Al salir, las mam¨¢s me ense?an a sus reto?os en sus cunas. Encontramos a otra hermana que no sabe nada de mi presencia, lo cual, aparentemente, debe de ser positivo, porque quiere decir que el equipo t¨¦cnico tiene perfecta autonom¨ªa de las Siervas. Pasamos por el taller y encontramos a Lourdes: "Lo m¨¢s complicado es encontrar una vivienda para estas chicas". Seguro. Acabo de leer la vida de la fundadora en el metro. Me entero que desde 1971 intentan llevarla a los altares, aunque una mujer con tantos hijos y dedicada a estos menesteres siempre lo tendr¨¢ m¨¢s crudo por parte de la curia. ?No?
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