Incendios forestales: la culpa, ?de qui¨¦n?
El autor reivindica una mejor educaci¨®n medioambiental para evitar el fuego y no la repoblaci¨®n con otro tipo de especies vegetales
Una vez entrado el oto?o, y cuando, m¨¢s o menos, ya hemos pasado la p¨¢gina de los incendios forestales, empiezan a escucharse opiniones de toda clase y condici¨®n interpretando lo sucedido, aclarando causas y ofreciendo soluciones. Ah¨ª va un ejemplo m¨¢s, que obliga a cuestionarnos si hemos aprendido algo de un a?o a otro, o si seguimos en las mismas. Y mucho me temo que seguimos en las mismas.
En lo que va de a?o -concretamente hasta principios de septiembre- han ardido en Espa?a m¨¢s de 153.000 hect¨¢reas de superficie forestal, de ellas m¨¢s de 66.000 arboladas y cubiertas en gran parte de pinares. Aun no habiendo sido ¨¦ste el peor de los ¨²ltimos a?os, qu¨¦ duda cabe de que la cifra es escalofriante. Pues bien, en relaci¨®n con este hecho leo con estupor el magn¨ªfico art¨ªculo de Clemente ?lvarez (El Pa¨ªs Semanal. Domingo 16 de octubre de 2005), en el que se refleja las cr¨ªticas que se lanzan contra la tan tra¨ªda y llevada con¨ªfera por su naturaleza altamente combustible, dado que "no hay un g¨¦nero de ¨¢rbol m¨¢s abundante en el pa¨ªs, ni ninguno que arda m¨¢s y mejor". El autor, adem¨¢s de subrayar que hace 18.000 a?os el pino exist¨ªa ya en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica -repoblaciones recientes aparte-, realiza una laudatio del denostado pino, por razones interesant¨ªsimas pero que escapan ahora al presente texto.
Lo que verdaderamente llama la atenci¨®n, y a eso es a lo que voy, es el hecho de que seamos capaces de "salirnos por las ramas" con semejantes alegaciones y aun teniendo a la vista un problema de la magnitud, en s¨ª, de los incendios forestales. Es cierto que, de estar integrada nuestra superficie forestal por especies menos "pir¨®fitas", el problema ser¨ªa posiblemente de menor entidad. Ahora bien, plantearse la sustituci¨®n de esa masa arb¨®rea integrada por 1.900 millones de pinos que puebla el pa¨ªs, alegando que el pino es altamente combustible, es tan irreal como espantosamente kitsch. Tambi¨¦n las altas temperaturas en verano propician los incendios y a nadie se le ocurre pedir la desaparici¨®n del verano o reclamar una nueva glaciaci¨®n.
Lo cierto es que la casu¨ªstica, a la hora de explicar el incremento de incendios forestales, es compleja, diversa y dispersa. Tiene que ver con el abandono de los espacios forestales, con el cambio de costumbres de la poblaci¨®n, con la negativa a asumir que el bosque sigue desempe?ando un cometido esencial al proveer de ox¨ªgeno y de esparcimiento a una sociedad cada vez m¨¢s urbanita. Pero, sobre todo, ese incremento es indicativo de la falta de respeto y ausencia de conciencia hacia algo que es patrimonio com¨²n.
Como jurista, me encuentro con supuestos, algunos terriblemente tristes y otros que, de no ser por el drama que conllevan, provocan hasta sorpresa por su car¨¢cter incluso novelesco. Todos ellos, sin embargo, son indicativos de un absoluto desprecio por la naturaleza, tanto por comisi¨®n como por omisi¨®n. Los incendios para aprovechamientos madereros, por motivos urban¨ªsticos o para obtener pasto est¨¢n a la orden del d¨ªa en Galicia. Permanecen frescos en la memoria los recientes incendios intencionados para la obtenci¨®n de pastos en la comarca zamorana de Sanabria. Respecto a actitudes negligentes hay ejemplos de todo tipo: incendios provocados por arrojar colillas encendidas (Palencia, Sevilla) o por hacer fuego en zonas de peligro, de lo que es exponente el triste caso de la barbacoa en la provincia de Guadalajara o por la quema de rastrojos, que da lugar a incendios pr¨¢cticamente en todo el pa¨ªs. Ha habido tambi¨¦n incendios ocasionados por lo que parecen ser ritos de espiritismo o vud¨² en Dilar (Granada) u ocasionados como consecuencia de un ritual con velas, coincidiendo con el solsticio de verano, en Altea (Alicante); otro incendio fue provocado por dos estudiantes en Villaviciosa de Od¨®n (Madrid), al quemar los apuntes de Derecho comunitario, asignatura que uno de ellos acababa de aprobar. Supuestos, estos ¨²ltimos, dignos de ser incorporados a aquella famosa secci¨®n denominada Celtiberia Show, de la ya desaparecida y prestigiosa revista Triunfo. Todo ello sin olvidar a las Autoridades que toleran que se edifique o que se paste en terrenos que han sufrido previamente incendios, habiendo la obligaci¨®n de prohibir tales actividades, pues con ello inducen a que los incendios sigan produci¨¦ndose.
Parad¨®jicamente, en Soria, donde existe una de las mejor conservadas masas forestales del pa¨ªs, apenas hay incendios. Y no hay incendios porque en poblaciones como Vinuesa, Abejar, Covaleda, Cabrejas, etc¨¦tera, su ciudadan¨ªa se beneficia econ¨®micamente de la explotaci¨®n de sus montes, a trav¨¦s de la conocida como "pinada", suerte de montes o "aprovechamiento forestal", y que en ocasiones importa cantidades superiores a los 3.000 euros por ciudadano y a?o. Es evidente, pues, que cuando no se quiere, los incendios no se producen.
Posiblemente el modelo soriano no sea aplicable al resto del pa¨ªs por razones que a nadie se le escapan, pues las diferencias que caracterizan la geograf¨ªa espa?ola son, en muchos casos, complejas y extremas. De cualquier modo, es un modelo a tomar en consideraci¨®n.
Mientras tanto, y como forma de mentalizarnos de la importancia trascendental que tienen los bosques, quiz¨¢s debi¨¦ramos ser conscientes de su relaci¨®n inmanente con el agua, cuya carencia tantos y tan grandes problemas nos ocasiona. No hace mucho, tuve oportunidad de acceder a un estudio en que se pon¨ªa de manifiesto que 25 metros cuadrados de bosque suponen tres toneladas de cobertura vegetal, que permiten a su vez la retenci¨®n, para los acu¨ªferos, de 150 litros de agua por a?o. Partiendo de estos datos, una sencilla operaci¨®n de c¨¢lculo nos permite determinar grosso modo que la cantidad de agua que deja de acceder a los acu¨ªferos por el incendio de las 66.000 hect¨¢reas arboladas ronda la cifra de los cuatro millones de hectolitros. Si a ello a?adimos que el resto de superficie quemada tiene tambi¨¦n capacidad de retenci¨®n de agua, aunque en menor cantidad, no cabe sino concluir que este a?o se va a perder una escandalosa cantidad del preciado l¨ªquido a causa de los incendios.
Estoy de acuerdo en que la normativa ambiental no deber¨ªa ser un c¨®digo de prohibiciones, sino la expresi¨®n de una pauta higi¨¦nica de cordura. Ahora bien, visto lo visto, ?quedan otras opciones disponibles?
Antonio Vercher Noguera es fiscal del Tribunal Supremo
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