Hondarribia, ciudad camale¨®n
Un paseo desde el laber¨ªntico centro que desemboca en la bah¨ªa de Txingudi
Existen lugares cuya belleza depende de la estaci¨®n que las ocupe. Algunos son inconcebibles sin calor y otros resultan insulsos si no hay nieve. No obstante, hay los que son ajenos a esa condici¨®n y mantienen siempre encendido el faro de su inter¨¦s. Son los lugares que saben reciclar sus recursos, acomod¨¢ndolos al clima y a su historia.
Hondarribia es uno de ellos, y tiene en su presencia un algo muy humano: puede cambiar de estado de ¨¢nimo en un visto y no visto. As¨ª, el bullicio de sus bares choca con la melancol¨ªa que se ensancha al llegar a su playa, extensa y vac¨ªa en invierno y estrecha y abarrotada en verano; el glamour de su club n¨¢utico mira de reojo a la espesura del monte Jaizkibel, y en menos de dos minutos se pasa del barroco de las edificaciones de la zona vieja a la pintura abstracta que se desarrolla en el interior de sus galer¨ªas de arte... una mezcla de posibilidades dispares en una peque?a ciudad de 17.000 habitantes.
Las ventajas del mar
Hondarribia sabe que las ciudades con mar juegan con ventaja. Por eso lo contiene y lo dosifica. Para llegar a ¨¦l, obliga a reposar y repasar lo antiguo. La entrada a la ciudad vieja tiene como pre¨¢mbulo la muralla que la circunda, y para acceder a ella se traspasa el P¨®rtico de Santa Mar¨ªa, muy r¨²stico, a cuya izquierda se encuentra el Rinc¨®n de los Pintores, un escondrijo empedrado que ofrece la perspectiva perfecta de la calle Mayor y de la iglesia, en el que no es extra?o ver pintores, atriles y pinceles.
Este centro hist¨®rico es adoquinado y laber¨ªntico. Encuentra en la calle Mayor su punto m¨¢s concurrido. El ayuntamiento es un recio edificio del siglo XVIII, barroco, que contrasta con los aleros de madera muy anchos y tan t¨ªpicos de la arquitectura de la zona. A dos pasos de la casa consistorial est¨¢ el restaurante Sebasti¨¢n, uno de los m¨¢s famosos de Hondarribia, en el que la ensalada de txangurro y el rape al chacol¨ª causan sensaci¨®n. Lo mismo debe de suceder en las habitaciones del hotel Pampinot, muy recargado, que precede a la iglesia de Nuestra Se?ora del Manzano, del siglo XVI, de constituci¨®n robusta, que en una carrera de iglesias quedar¨ªa de las ¨²ltimas, bastante asfixiada.
Siguiendo la calle Mayor hacia arriba es preciso constatar la presencia de la Casa de Cultura, motor de actividades en la ciudad. All¨ª se organizan exposiciones, se promueven cert¨¢menes, hay biblioteca... est¨¢ establecida en el Palacio barroco de Zuloaga Etxea, sede del archivo hist¨®rico de la ciudad. Desde all¨ª, el parador nacional, en la plaza de Armas, est¨¢ a tiro de piedra. Como todo parador, fusiona elegancia y gusto tradicional. La opci¨®n de tomar un caf¨¦ en su sal¨®n es de las m¨¢s manejadas.
Vistas a la bah¨ªa
Detr¨¢s de ¨¦l queda abierto un peque?o mirador desde el que ya se deja ver el mar, la desembocadura del Bidasoa, la bah¨ªa de Txingudi, y parte de Hendaya, la vecina de enfrente. De todos modos, antes de llegar a la arena es imprescindible que la impaciencia pase el peaje de la plaza de Guip¨²zcoa. Porticada y empedrada, eje de mercados y exposiciones, rodeada de galer¨ªas de arte y de caf¨¦s como el Medievo. Un lujo.
La parte baja de la ciudad, la nueva, se conoce como La Marina, y corresponde al centro de la vida social de la ciudad. Su coraz¨®n es la calle de San Pedro. All¨ª se amontonan los comercios y los restaurantes (Txantxangorri, Ondarribi, Zabala, Rafael...), a los que se entra en invierno porque en verano las terrazas son tan protagonistas como la arquitectura tradicional vasca que les quita el sol. Tejados apuntados, balconadas de madera verdes y azules, fachadas blancas y olor a chulet¨®n al punto. A media tarde, bares genuinos como el Azken Portu empiezan a adorar el pachar¨¢n.
El camino hacia la playa es el paseo de Butr¨®n. Se encuentra en el puerto deportivo y antecede a la playa. Abierta y desahogada. Otro lujo no menos suculento que la antigua lonja del muelle pesquero y el par de kil¨®metros que resta por andar hasta llegar al Faro de Higuer, que espera encendido, con las vistas puestas a toda la bah¨ªa.
- Eusebio Lahoz (Barcelona, 1976) es autor de Leer del rev¨¦s (Ediciones El Cobre, 2005).
GU?A PR?CTICA
Dormir y comer - Parador Carlos V (943 64 55 00). Plaza de Armas, 14. 190 euros la habitaci¨®n doble. - Hotel Pampinot (943 64 06 00). Reabre en marzo.Calle de Nagusia, 5. 100 euros. - Hotel Obispo (943 64 54 00). Plaza del Obispo, 1.96 euros. - Hostal Txoco Goxoa Ostatua (943 64 46 58). Calle de Etxenagusia, s/n. 47,50 euros. - C¨¢mping Faro de Higuer (943 64 10 08).Higuer Bidea, 58.- Restaurante Sebasti¨¢n (943 64 01 67), Calle de Nagusia, 9 y 11. 45 euros.Informaci¨®n- (www.bidasoaturismo.com; 943 64 54 58).
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