Un mundo de usar y tirar
Desde hace pocos a?os son muchos los productos de 'usar y tirar'. Si bien este tipo de objetos han favorecido el crecimiento econ¨®mico, su utilizaci¨®n se ha extendido a otros dominios de la vida, instaur¨¢ndose una verdadera cultura de esta pr¨¢ctica que est¨¢ acabando con valores como cuidar, mimar o reparar.
Desde hace pocos a?os son muchos los productos de 'usar y tirar'. Si bien este tipo de objetos han favorecido el crecimiento econ¨®mico, su utilizaci¨®n se ha extendido a otros dominios de la vida, instaur¨¢ndose una verdadera cultura de esta pr¨¢ctica que est¨¢ acabando con valores como cuidar, mimar o reparar.
En el siglo pasado, cuando el reci¨¦n nacido se hac¨ªa sus necesidades encima, se le retiraban unos pa?os protectores que hab¨ªa que limpiar para volver a utilizar. Cuando surgieron los pa?ales desechables fueron muchas las madres que dieron las gracias al cielo y a los ingenieros. Quiz¨¢ fue con el pa?al desechable con lo que comenz¨® la revoluci¨®n del "usar y tirar".
Desde entonces, la proliferaci¨®n de estos productos ha sido fulgurante, imparable. Entre algunos de los detonantes de esta vor¨¢gine se halla la revoluci¨®n industrial, cuya eficiencia productiva, superior a la de la mano de obra, ha provocado algo tan parad¨®jico como lo siguiente: ?adquirir un producto nuevo es m¨¢s barato que reparar el estropeado! Pongamos el ejemplo de una maquinilla el¨¦ctrica de afeitar. En caso de aver¨ªa, uno se pone en contacto con el tel¨¦fono de servicio al cliente que el fabricante se?ala en sus prospectos. Ah¨ª nos referir¨¢n a un taller normalmente situado en la periferia de la ciudad, en un lugar bastante alejado del centro (primera traba). Suponiendo que decida acudir, descubrir¨¢ que el mismo taller representa a varias marcas fabricantes de electrodom¨¦sticos, incluso competidoras. Est¨¢ claro: a ninguna de ellas le sale a cuenta ni le interesa ofrecer el servicio t¨¦cnico de los productos que, en cambio, s¨ª fabrica.
Todo son dificultades. Las empresas han dise?ado todos los mecanismos para que la venta sea sencilla, r¨¢pida e inmediata. Sistemas de pago a cr¨¦dito, tiendas bien situadas, venta por Internet, rapidez de entrega? Sin embargo, cuando uno desea darse de baja de un servicio o reparar un producto, cuando va a actuar contra la rentabilidad de una empresa, todo son dificultades.
La odisea de la m¨¢quina de afeitar no ha acabado todav¨ªa, ya que al llegar al taller lo habitual es que le pidan una cantidad de dinero s¨®lo por diagnosticar lo que le sucede y calcular el presupuesto de la reparaci¨®n. La explicaci¨®n del t¨¦cnico tiene su l¨®gica: "Es que la mitad de la gente, cuando les decimos lo que va a costar ya no vuelven nunca m¨¢s, as¨ª que exigimos algo de dinero para costear esas horas". Y la respuesta del usuario tambi¨¦n: acudir a comprarse una maquinilla nueva.
El riesgo que se traslada al cliente es enorme: el que ha confiado en una determinada marca debe asumir un coste adicional por averiguar si puede reparar el producto que adquiri¨®. Tal duda ha sido definitivamente despejada por los chinos: su mano de obra es tan econ¨®mica, que, unida a los procesos productivos occidentales, convenientemente imitados, arroja unos precios de fabricaci¨®n irrisorios. Dado el nivel de vida en Europa, el coste de dos horas de mano de obra de un t¨¦cnico para reparar una afeitadora es mayor que el precio de adquirir una nueva. Problema resuelto: ya no hace falta pedir presupuesto de reparaci¨®n. ?Qu¨¦ bien! Por fin reponer es m¨¢s barato que reparar.
La cultura que manda. El gobierno del usar y tirar alcanza a un ampl¨ªsimo n¨²mero de productos. Las c¨¢maras de fotografiar sol¨ªan durar a?os, hoy d¨ªa existen ya las c¨¢maras de usar y tirar. Los ordenadores, por poner otro ejemplo, quedan obsoletos a una velocidad incre¨ªble. La interconexi¨®n a trav¨¦s de Internet obliga a no quedarse atr¨¢s en las versiones de los softwares que adquirimos. Uno puede tener un procesador de textos con funcionalidades m¨¢s que suficientes para sus necesidades, pero si tarda demasiado en actualizarlo se encontrar¨¢ con problemas para utilizar ficheros que otras personas le env¨ªan. As¨ª es: softwares que funcionan y a¨²n ¨²tiles para quien los adquiri¨® deben tirarse y reemplazarse para no aislarse del mundo exterior.
Hace relativamente poco tiempo me compr¨¦ una peque?a impresora para mi hogar, y como la utilizo poco tard¨¦ tres a?os en acabar el primer cartucho de tinta. Cuando fui a reponerlo me dijeron que ese modelo ya no se fabricaba y que no encontrar¨ªa repuestos en ninguna parte. En ese momento me estaba cambiando de ordenador. El nuevo modelo de ordenador ya no ten¨ªa siquiera las clavijas de conexi¨®n de aquella impresora? De nuevo, usar y tirar.
Se fabrican lentillas de usar y tirar; en los restaurantes de men¨², los manteles de tela han desaparecido porque los de papel son m¨¢s baratos y se pueden usar y tirar. El ¨¦xito de Ikea est¨¢ basado en muebles y objetos de decoraci¨®n tan econ¨®micos que es posible tirarlos al cabo de poco tiempo y redecorar el hogar continuamente (recu¨¦rdese el eslogan: "Redecora tu vida")?
Los ciclos de vida de los productos que compramos se han acortado: un autom¨®vil sol¨ªa durar el doble de lo que dura ahora; los videos dom¨¦sticos se sustituyen por otros nuevos en ciclos de cuatro a?os; los televisores, en cinco?
No s¨®lo se usan y tiran objetos y cosas, sino tambi¨¦n seres vivos. Se sabe que muchos de los animales dom¨¦sticos se adquieren como entretenimiento de los peque?os o regalo sorpresa. Pero en una sociedad de usar y tirar, en cuanto el efecto novedad desaparece y hay que enfrentarse a las obligaciones que comporta cuidar de un animal, se procede a tirarlos, esto es: abandonarlos. En Espa?a se abandonan al a?o cerca de 200.000 perros y gatos.
Las otras consecuencias. Obviamente, no hay nada malo en que los precios de los productos bajen ni en redecorarse la vida cada tres a?os, ni mucho menos en poder ahorrarse el trabajo que supon¨ªa limpiar pa?ales tres veces al d¨ªa. Por otro lado, usar y tirar es fant¨¢stico para la econom¨ªa, ya que dispara el consumo, motor de crecimiento econ¨®mico.
Pero ?cu¨¢les son las otras consecuencias del usar y tirar? Una de ellas es el inmenso basurero en que estamos convirtiendo el mundo: crecientes toneladas de vertidos que da?an el mar y el medio ambiente, la contaminaci¨®n industrial, la deforestaci¨®n? en este usar y tirar se precisa tanta materia prima que estamos literalmente devorando el planeta del mismo modo que las termitas acaban con un mueble. Es algo parecido a un c¨¢ncer. Si las c¨¦lulas cancer¨ªgenas supieran que en su reiterada reproducci¨®n acabar¨¢n por matar el cuerpo que las mantiene vivas, dejar¨ªan de reproducirse de forma ilimitada. No nos damos cuenta de que nuestro mundo no es de usar y tirar, y a este paso, el hombre se convertir¨¢ en el c¨¢ncer del planeta Tierra.
Fernando Tr¨ªas de Bes es profesor de Esade, conferenciante y escritor.
Los valores perdidos
Cuando usar y tirar no era parte de nuestra cultura, valores tales como conservar, cuidar, mimar y, sobre todo, reparar formaban parte de la sociedad. El desinter¨¦s por conservar lo que tenemos y la ansiedad por obtener la novedad forjan una generaci¨®n de j¨®venes a los que se ha inculcado la renovaci¨®n continuada como modo de acallar su pulsi¨®n.
Como no siempre es posible obtener lo que uno desea, los j¨®venes se muestran r¨¢pidamente insatisfechos y frustrados. Si uno no puede usar y tirar?, ?qu¨¦ le queda?: conservar. Y conservar, en nuestra sociedad, es (lamentablemente) sin¨®nimo de fracaso.
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