La falsa promesa de la pensi¨®n privada
Una de las afirmaciones m¨¢s extra?as que se han hecho en los debates sobre la Seguridad Social es que los programas de pensiones de prestaciones definidas y financiaci¨®n p¨²blica (como el sistema de Seguridad Social estadounidense) est¨¢n desfasados. El razonamiento es que estos programas estaban bien para la econom¨ªa industrial de la Gran Depresi¨®n y para la generaci¨®n posterior a la Segunda Guerra Mundial, pero se han quedado obsoletos en la actual econom¨ªa posindustrial, de alta tecnolog¨ªa e interconectada. Los partidarios de este argumento proponen un modelo distinto. Al igual que hoy las empresas prefieren contribuir a las pensiones de los trabajadores haciendo aportaciones en las cuentas privadas de sus empleados, tambi¨¦n los Gobiernos de hoy deber¨ªan ofrecer (o exigir) contribuciones a cuentas privadas. El valor de estas cuentas fluctuar¨ªa con el mercado en lugar de garantizar una cantidad determinada de recursos disponibles tras la jubilaci¨®n.
Si hay un servicio econ¨®mico que los ciudadanos valoran y que s¨®lo el Estado puede proporcionar, entonces el Estado debe proporcionarlo
Este argumento es extra?o porque interpreta al rev¨¦s la econom¨ªa de la situaci¨®n. Si hay muchas empresas que ofrecen a los trabajadores pensiones de jubilaci¨®n de prestaciones definidas a largo plazo, tiene menos ventajas que el Estado establezca un plan paralelo de prestaciones definidas y exija a los trabajadores que participen en ¨¦l. Al fin y al cabo, en un mundo as¨ª, los trabajadores que dan gran valor a la pensi¨®n de prestaciones definidas pueden buscar trabajo en las empresas que ofrecen dichas pensiones. Las principales ventajas que derivan de que el Estado exija que los trabajadores tambi¨¦n participen en un sistema nacional de Seguridad Social corresponden a aquellos trabajadores que realmente deber¨ªan valorar mucho una pensi¨®n de prestaciones definidas, pero no han sido capaces de determinar cu¨¢les son sus verdaderas preferencias; o a trabajadores relativamente pobres que carecen de la capacidad de negociaci¨®n para inducir a sus jefes a ofrecerles las pensiones que quieren y necesitan.
Pero es que en la actualidad no hay muchas empresas dispuestas a ofrecer planes de pensiones de prestaciones definidas a largo plazo. Las empresas son hoy mucho m¨¢s conscientes de su fragilidad a largo plazo de lo que lo eran en las d¨¦cadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Las empresas que ofrec¨ªan las pensiones de prestaciones definidas sol¨ªan compensar el riesgo que ¨¦stas supon¨ªan con dos ventajas. En primer lugar, el hecho de que el dejar la empresa significara por lo general hacer efectiva la pensi¨®n con un descuento aumentaba la lealtad del trabajador.
Segundo, las suposiciones optimistas efectuadas por contables complacientes sobre los rendimientos de las reservas para pensiones, junto con la mayor capacidad de las grandes empresas para asumir riesgos, mejoraban la imagen que las empresas pod¨ªan transmitir a los inversores. Hoy se perciben muchos m¨¢s riesgos y menos beneficios, y, en consecuencia, cada vez menos empresarios ofrecen nada que se parezca a las pensiones de prestaciones definidas.
Hist¨®ricamente, la diferencia entre los rendimientos esperados de activos de bajo riesgo, como los bonos del Estado o los bonos de primera calidad, y activos de alto riesgo, como las acciones burs¨¢tiles y la inversi¨®n inmobiliaria, ha sido y es muy elevada. En cierta medida, sostienen economistas como Robert Barro y matem¨¢ticos como Benoit Mandelbrot, ambos de Harvard, esto puede deberse a que las inversiones de alto riesgo son en realidad m¨¢s arriesgadas de lo que las teor¨ªas y las matem¨¢ticas de las t¨¦cnicas financieras est¨¢ndar dan a entender.
Los trabajadores y otros propietarios de activos valoran en exceso la seguridad y lo predecible, de forma que un plan de pensiones de prestaciones definidas es extremadamente valioso. Pero en el mundo actual s¨®lo las administraciones p¨²blicas nacionales tienen tama?o suficiente para poder hacerlo con alguna garant¨ªa de que los activos de pensiones estar¨¢n verdaderamente ah¨ª cuando los trabajadores se jubilen. Soy suficientemente socialdem¨®crata como para creer que si hay un servicio econ¨®mico o una prestaci¨®n que los ciudadanos valoran y que s¨®lo el Estado puede proporcionar, entonces el Estado deber¨ªa proporcionarla.
Ahora que las empresas privadas se est¨¢n retirando de los programas de prestaciones definidas, es incluso m¨¢s importante y valioso que en el pasado que lo haga el Estado.
J. Bradford DeLong es catedr¨¢tico de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley y ex subsecretario del Tesoro durante la administraci¨®n de Clinton.
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