El mejor Estatuto posible
A estas alturas del debate y negociaci¨®n de la reforma del Estatuto en el Congreso de los Diputados se pueden anticipar ya tres conclusiones: 1) Habr¨¢ un nuevo Estatuto claramente mejor que el vigente Estatuto de 1979. 2) La aprobaci¨®n del nuevo Estatuto influir¨¢ en la reforma de los dem¨¢s estatutos y significar¨¢ un avance en el desarrollo democr¨¢tico del Estado Auton¨®mico en sentido descentralizador y polic¨¦ntrico. 3) Continuar¨¢ pendiente la transformaci¨®n federal y plurinacional del Estado espa?ol.
Esto es lo que hay. Pero que nadie se lleve a enga?o porque ¨¦ste era m¨¢s o menos el resultado previsible. Es normal que el Parlamento de Catalu?a aprobara un texto mucho m¨¢s ambicioso el pasado 30 de septiembre. Adem¨¢s, es muy positivo que as¨ª quede escrito como un documento de referencia para el futuro de la autonom¨ªa catalana y para leg¨ªtimas y deseables nuevas reformas. Pero el nuevo Estatuto expresar¨¢ lo que hoy es posible conseguir en el panorama pol¨ªtico espa?ol. En pol¨ªtica cada uno debe saber c¨®mo defender sus objetivos de manera que lo real se aproxime cada vez m¨¢s a lo deseable. Lo absurdo es anteponer lo deseable a lo posible porque as¨ª se vuelve al punto cero, aunque sea con toda la dignidad testimonial que se quiera.
La reforma del Estatuto y las reacciones que ha suscitado, han reabierto un muy interesante campo de observaci¨®n sobre el estado real de la cultura pol¨ªtica espa?ola y catalana. En la pol¨ªtica espa?ola no s¨®lo existe un Partido Popular sesgado hacia la ultraderecha y con un gran aparato de comunicaci¨®n medi¨¢tica, que nos retrotrae a la Espa?a predemocr¨¢tica. Ha habido tambi¨¦n reacciones contrarias o reticentes de actores e instituciones muy influyentes que no hace falta citar, pero que han sido determinantes a la hora de acotar el margen de maniobra de la presidencia del Gobierno espa?ol. Y el propio partido del Gobierno tiene en sus filas a varios dirigentes que se han distinguido por sus declaraciones contrarias al proyecto de reforma del Estatuto aprobado por el Parlamento catal¨¢n. En este contexto casi es un milagro que se pueda decir que vamos a conseguir un buen Estatuto. Hoy por hoy tendremos que asumir la sentencia de Ortega y Gasset, pero al rev¨¦s: el problema de Espa?a no tiene soluci¨®n, hay que conllevarlo. Este no es el mejor escenario pol¨ªtico para abordar la reforma constitucional. En estas condiciones es mejor no tocar ni el Senado.
En la pol¨ªtica catalana est¨¢ surgiendo un neopujolismo con cara de Camb¨®, dispuesto a integrarse en los gobiernos de la Monarqu¨ªa y a representar un catalanismo moderado de centroderecha. Bienvenido sea, porque se acaba definitivamente con la ficci¨®n de un pujolismo pratiano que se presentaba como nacionalista pero practicaba un catalanismo de baja intensidad. La imposible aspiraci¨®n de Piqu¨¦ de capitalizar esta opci¨®n camboniana, que se ha demostrado disparatada si se pretende desde el Partido Popular, ampl¨ªa un campo de acci¨®n que hace tiempo quiere ocupar Duran Lleida. El pacto entre Zapatero y Mas es un ¨¦xito para el ausente Duran y un fracaso para los supuestos nacionalistas del ala radical del pujolismo. Para Catalu?a este pacto ha sido un autogol. Ya lo anticip¨® Pujol hace bastante tiempo, pero al final quien ha metido la pelota en propia puerta ha sido su disc¨ªpulo Artur Mas. A Pasqual Maragall y a Joan Saura no les ha tocado otro remedio que poner buena cara.
Hay que evitar que este neopujolismo, que pratica un catalanismo de quita y pon, vuelva al Gobierno de la Generalitat. No es fiable. Algo se ha roto definitivamente para los que pretend¨ªan la recomposici¨®n del espacio nacionalista catal¨¢n. Nunca han estado tan lejos ERC y CiU. Y creo que esto es positivo para el futuro de la coalici¨®n de las izquierdas catalanistas. Ahora que CiU ha mostrado nuevamente su catalanismo instrumental al servicio de su estrategia partidista por el poder, las izquierdas catalanistas deben cooperar lealmente para conseguir el mejor Estatuto posible, dada la correlaci¨®n de fuerzas existente en las Cortes Generales. Es fundamental que ERC evite una fuga hacia adelante, que no le reportar¨ªa a la larga ning¨²n beneficio pol¨ªtico y podr¨ªa suponer el fin del Gobierno de Maragall.
El nuevo Estatuto no cumplir¨¢ las expectativas de muchos catalanistas, pero significar¨¢ un salto cualitativo indudable con relaci¨®n al grado de autonom¨ªa conseguido bajo el Estatuto de 1979. Tampoco los estatutos de 1932 y de 1979 cumplieron las expectativas. La distancia entre el proyecto de Estatuto de N¨²ria, apoyado masivamente por los ciudadanos catalanes mediante refer¨¦ndum, y el finalmente aprobado por las Cortes republicanas era abismal. Pero Maci¨¤, Companys, Rovira i Virgili, Serra i Moret, Comorera y tantos otros aprovecharon las posibilidades que se abr¨ªan para Catalu?a con el restablecimiento pleno del autogobierno y de sus instituciones. Ahora, tenemos nuevamente la oportunidad de mejorar la calidad del autogobierno y de poder darle un contenido progresista al servicio de los derechos de los ciudadanos. No podemos desbaratarla.
Miquel Caminal es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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