Choque de civilizaciones
Ha dirigido cuatro pel¨ªculas en 31 a?os. Apenas hay fotograf¨ªas suyas y huye de las apariciones p¨²blicas. Es Terrence Malick, uno de esos benditos bichos raros de Hollywood, cineasta a contracorriente, hura?o, transgresor, poseedor de dos obras maestras (Malas tierras, 1974, y La delgada l¨ªnea roja, 1996), de una apasionante pel¨ªcula imperfecta (D¨ªas del cielo, 1978), y que hoy estrena en Espa?a El nuevo mundo, bell¨ªsimo poema hist¨®rico de aventuras, quiz¨¢ un tanto impreciso y excesivamente preciosista, pero dotado de momentos absolutamente deslumbrantes.
Una vez m¨¢s, como ya ocurri¨® con cada una de sus producciones anteriores, el rodaje de El nuevo mundo dar¨ªa para otra pel¨ªcula. Famoso por dilapidar presupuestos, plazos de tiempo y tener que recortar kil¨®metros de metraje ya filmado en el ¨²ltimo momento, Malick ha construido una obra de dos horas y 15 minutos de la que se dice que duraba tres horas y 45 minutos en su primera versi¨®n. Algo que, dicho sea de paso, no se nota demasiado en cuanto a la narraci¨®n (eso ya es un gran m¨¦rito) y que sobre todo se observa al ver de refil¨®n a actores consagrados como John Savage o Ben Chaplin interpretando papeles sin frase alguna.
EL NUEVO MUNDO
Direcci¨®n: Terrence Malick. Int¨¦rpretes: Colin Farrell, Q'Orianka Kilcher, Christian Bale, Christopher Plummer. G¨¦nero: drama hist¨®rico. EE UU, 2005. Duraci¨®n: 135 minutos.
Centrada en el desembarco de los colonos ingleses en tierras de lo que hoy es Estados Unidos y su encuentro (m¨¢s bien, encontronazo) con los poblados nativos, all¨¢ por el siglo XVII, El nuevo mundo habla de un tema tan de moda como el choque de civilizaciones, que algunos creen que se invent¨® ayer. En este caso, el de una cultura, la europea, aparentemente culta y avanzada, pero donde el odio, la venganza, la sed de poder y la avaricia son conceptos a la orden del d¨ªa. Y otro, aparentemente feliz dentro de su ingenuidad, su pobreza y su virginidad. Malick muestra el contraste a trav¨¦s de sus habituales se?as de identidad: el di¨¢logo casi est¨¢ proscrito; la narraci¨®n corre a cargo de una voz en off cargada de poes¨ªa y de filosof¨ªa; la factura t¨¦cnica es impecable; la m¨²sica tiene una importancia primordial (de Wagner a Mozart, pasando por la partitura creada por James Horner, aunque con evidentes ecos de Arvo Part), y las continuas preguntas sin respuesta lanzadas por el narrador, que dan como resultado un cine moral en el que sin embargo no hay discurso ni diatriba alguna. Eso s¨ª, puede que esta vez el director caiga en cierto regodeo en la sistem¨¢tica elegida hasta llegar a una estilizaci¨®n quiz¨¢ excesiva.
?se es Terrence Malick. Un hombre a la caza de la gloria. Como el soldado que interpretaba Jim Caviezel en La delgada l¨ªnea roja, que afirmaba saber lo que era el para¨ªso porque hab¨ªa estado en ¨¦l. Como el soldado al que pone rostro un m¨¢s calmado y sobrio que nunca Colin Farrell, que regresa a una colonia devastada econ¨®mica y ¨¦ticamente desde el territorio virginal ocupado por los nativos, en una de las secuencias m¨¢s impresionantes de la pel¨ªcula. Arriesgada, dif¨ªcil, hermosa, imperfecta y profundamente art¨ªstica. As¨ª es la nueva apuesta de Malick. Tan abierta a mil interpretaciones como su propia personalidad.
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