Florentino encaja su peor derrota en el Madrid
Gracias a la asombrosa difusi¨®n mundial del f¨²tbol, a la manera que tiene este deporte de filtrar sus dramas hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de la Tierra, Florentino P¨¦rez es uno de los cuatro o cinco espa?oles vivos m¨¢s famosos del mundo (los otros son Ra¨²l, Rafa Ben¨ªtez, Fernando Alonso y, tal vez, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero). Pero su fama se la ha ganado a pulso. Como empresario es una especie de genio. Parti¨® de cero para crear el mayor grupo constructor de Espa?a, el tercero de Europa; y parti¨® de la bancarrota en la que se encontraba el Real Madrid cuando asumi¨® la presidencia, en el verano del a?o 2000, para convertirlo en el club deportivo m¨¢s rico, m¨¢s rentable y con m¨¢s glamour del mundo.
Es significativo que, pese a su incapacidad de lograr los triunfos so?ados, el madridismo le haya despedido con m¨¢s pena que celebraciones
Le falt¨® la frialdad necesaria para hacer lo que tal vez deber¨ªa haber hecho el verano pasado o incluso el verano anterior: podar las ramas viejas del ¨¢rbol
P¨¦rez ha identificado abril de 2004 como el momento en el que sus sue?os deportivos se empezaron a venir abajo y la realidad mostr¨® sus fauces
Esta semana ha sufrido la primera gran derrota de su vida. Confuso ante la incapacidad de su equipo para estar a la altura de sus enormes ambiciones, incapaz de dar con un remedio para el persistente malestar an¨ªmico de sus jugadores, opt¨® por la salida honorable del haraquiri. Ha dimitido como presidente de un club al que ha convertido en la marca deportiva m¨¢s grandiosa de la Tierra, pero que no ha conseguido ofrecer resultados en el campo.
?C¨®mo es posible que, al final, no haya logrado la gran misi¨®n de su vida, devolver al Real Madrid el ¨¦xito de cuando ¨¦l era ni?o e iba con sus padres al Bernab¨¦u, a ver a Di St¨¦fano, Gento y Puskas barrer a todos los que se les pon¨ªan por delante? ?Cu¨¢l es el punto d¨¦bil de Florentino, el triunfador?
Es un defecto tan antiguo como la Armada Invencible. Un defecto grabado en el ADN espa?ol. Fue tan quijotesco, en lo referente al f¨²tbol, como el h¨¦roe de Cervantes en materia de caballeros andantes. Sus sue?os volaron por encima de la realidad. Pec¨® de exceso de romanticismo. Hacer dinero, levantar su imperio de la construcci¨®n en ACS y crear su imperio comercial en el Real Madrid: ¨¦sa ha sido la prosa de su vida. A eso se ha dedicado de forma met¨®dica, fr¨ªa y consciente. El Real Madrid, como equipo de f¨²tbol, ha sido la poes¨ªa, el lugar en el que un hombre conocido por su ascetismo personal -siempre con traje gris y camisa azul, jam¨¢s visto tomando una gota de alcohol- se permit¨ªa relajarse, desabrocharse la camisa, soltarse el pelo, bailar.
El arte del f¨²tbol
No aguantaba a los cient¨ªficos, a los te¨®ricos del juego. Para ¨¦l, el f¨²tbol es un arte. Cuando la gente se quejaba de que su equipo carec¨ªa de equilibrio, o clamaba que lo que le faltaba eran duros centrocampistas defensivos (peones que cargasen el piano, adem¨¢s de virtuosos para interpretarlo), lamentaba la mezquindad del entorno futbolero. "Reunir a los mejores jugadores del mundo, ponerlos en el campo y dejar que jueguen": ¨¦sa era su receta para triunfar.
Los transmisores de las ortodoxias deportivas se dedicaban a explicar t¨¢cticas y predicar las virtudes de la armon¨ªa entre ataque y defensa. Muy bien. Que hicieran lo suyo. ?l ir¨ªa a su aire. Y eso supon¨ªa apostarlo todo al talento, que significaba espect¨¢culo, un valor m¨¢s importante -en la generosa interpretaci¨®n que ¨¦l hac¨ªa de la mitolog¨ªa del Real Madrid- que la propia victoria. Pero la victoria tambi¨¦n llegar¨ªa. Estaba seguro. Como todos aquellos hombres de acci¨®n que triunfan a lo grande, ten¨ªa una enorme fe en s¨ª mismo. Gran parte del respeto -en ciertos casos intimidaci¨®n- que inspiraba proced¨ªa de que raras veces se dejaba asaltar por las dudas que suelen paralizar a los simples mortales. Por eso, cuando declaraba que el Real Madrid era el equipo que iba a dar el mayor espect¨¢culo del mundo y que m¨¢s ¨¦xitos iba a cosechar, lo dec¨ªa con la convicci¨®n de que as¨ª ser¨ªa.
La filosof¨ªa de Florentino P¨¦rez se vio en su estado m¨¢s puro en la temporada 2003-2004. Hasta entonces un solo equipo de f¨²tbol nunca hab¨ªa logrado tener semejante monopolio sobre los mejores delanteros del mundo. En los cinco a?os anteriores, Zidane, Ronaldo, Figo, Ra¨²l y Roberto Carlos (el defensa m¨¢s ofensivo de la historia) habr¨ªan figurado en el once inicial de casi cualquier aficionado al f¨²tbol. David Beckham, tambi¨¦n en el de muchos. Pero, m¨¢s all¨¢ del milagroso Iker Casillas en la porter¨ªa, apenas hab¨ªa defensa. "?Que defiendan nuestros rivales!", dec¨ªa P¨¦rez.
Lo m¨¢s desconcertante, desde el punto de vista de los futboleros, es que, durante un periodo asombrosamente largo, pareci¨® que la f¨®rmula de P¨¦rez iba a funcionar. Transcurridas tres cuartas partes de aquella temporada, daba la impresi¨®n de que el Madrid iba a ganarlo todo. A mediados de marzo de 2004 encabezaba la Liga espa?ola, acababa de eliminar al Bayern de M¨²nich de la Copa de Europa y hab¨ªa llegado a la final de la Copa del Rey. Los futboleros tuvieron que capitular. A los comentaristas deportivos que hab¨ªan despreciado tanto los m¨¦todos de P¨¦rez como ¨¦l los de ellos se les o¨ªa decir, entre dientes, que, si lo dec¨ªa Florentino, "ten¨ªa que tener raz¨®n". Pero entonces, el mundo de P¨¦rez sufri¨® un vuelco. En una de las implosiones m¨¢s espectaculares de la historia del deporte, el Real Madrid empez¨® a perder un partido tras otro, hasta acabar la temporada con una derrota 1-4 en casa frente la Real Sociedad, que llevaba todo el a?o luchando para evitar el descenso.
Esta semana, en una entrevista emitida en Real Madrid Televisi¨®n, P¨¦rez ha identificado abril de 2004 como el momento en el que sus sue?os deportivos se empezaron a venir abajo y la realidad mostr¨® sus fauces. Desde aquel momento, ha reconocido, su equipo se ha esforzado por recuperar el sabor de la gloria, pero ahora, casi dos a?os (y cinco entrenadores) m¨¢s tarde, hab¨ªa llegado el momento de reconocer la derrota.
Intento de rectificaci¨®n
No obstante, trat¨® de rectificar, aunque en el camino tuvo que comprometer algunos de sus principios. Sobre todo, cuando nombr¨® a Arrigo Sacchi, de la escuela pragm¨¢tica italiana, como director general de f¨²tbol. A su vez, Sacchi recomend¨® la designaci¨®n como entrenador de un brasile?o extra?amente prusiano, Wanderley Luxemburgo, que, al principio, obtuvo algunos resultados decentes, pero a expensas de lo que sus compatriotas llaman el jogo bonito. Otra traici¨®n a los principios b¨¢sicos fue la contrataci¨®n de jugadores para llevar el piano, como Gravesen, Diogo y Pablo Garc¨ªa. Pero tampoco eso funcion¨®. La llegada del desconocido Juan Ram¨®n L¨®pez Caro, tras la ca¨ªda de Luxemburgo, introdujo un periodo de luna de miel que dur¨® dos meses, hasta la humillante derrota en casa de la semana pasada, frente al Arsenal, en la Liga de Campeones y la mustia ca¨ªda cinco d¨ªas despu¨¦s frente al Mallorca. Con los ecos de la primavera de 2004 de nuevo presentes, Florentino, que ya no ten¨ªa m¨¢s cabezas que cortar, cort¨® la suya propia.
Mejor dicho, podr¨ªa haber cortado a¨²n alguna cabeza, pero no lo hizo. Le falt¨® la frialdad necesaria para hacer lo que tal vez deber¨ªa haber hecho el verano pasado o incluso el verano anterior a ¨¦se: podar las ramas viejas de su ¨¢rbol. Porque si su principal defecto ha sido un exceso de romanticismo, el segundo, no muy alejado en la lista, es el del exceso de sentimentalismo. Su ¨¢lter ego empresarial habr¨ªa actuado de forma m¨¢s despiadada, pero al lado blando y po¨¦tico de Florentino, al hombre enamorado del f¨²tbol, le costaba la idea de amputar las carreras de unos jugadores a los que casi consideraba ya como a sus hijos. Pod¨ªa haber vendido a Luis Figo un a?o antes de lo que lo hizo, pero no fue capaz, porque Figo era el primer gran jugador al que hab¨ªa contratado, su primog¨¦nito. Zidane pas¨® ya claramente su mejor momento hace m¨¢s de dos a?os, pero para P¨¦rez, como para much¨ªsimos genuinos aficionados al f¨²tbol, era una verdad demasiado dolorosa para pensar en ella. Algo parecido ocurr¨ªa con Ronaldo y con Roberto Carlos. Ra¨²l tambi¨¦n llevaba casi tres a?os siendo una sombra de lo que fue.
Pero es significativo que, pese a su incapacidad para lograr los triunfos so?ados, el madridismo le haya despedido con m¨¢s pena que celebraciones. Ha imbuido al Real Madrid de energ¨ªa, carisma y -ante todo- de su desmesurada ilusi¨®n, y ha dejado el club m¨¢s fuerte y luminoso, con m¨¢s presencia en el mundo que cuando lleg¨®. La iron¨ªa es que, al final, ha sido la gran pasi¨®n de su vida -este inescrutable e inconmensurable deporte- la que le ha vencido. Su pecado ha sido amar el f¨²tbol no con prudencia, sino demasiado.
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