Las fiestas de Dioniso
Si tuviera que recomendar un libro, uno s¨®lo, sobre Dioniso, no dudar¨ªa en citar ¨¦ste de Maria Daraki, que por fin tenemos traducido, y muy bien, al castellano. Sobre la figura de tan vers¨¢til dios existen, desde luego, otros libros valiosos, como los de Walter Otto, Henri Jeanmaire, Karl Ker¨¦nyi y Marcel Detienne, por mencionar s¨®lo los autores m¨¢s conocidos. Pero ¨¦ste es no s¨®lo el m¨¢s actual de todos, sino tambi¨¦n, en mi opini¨®n, el m¨¢s completo, en su atenci¨®n a los mitos y ritos referidos al dios. Definir a Dioniso, un personaje tan complejo y extravagante en la familia ol¨ªmpica, tan abigarrado y tan en contraste con los otros dioses griegos, no es ciertamente nada f¨¢cil. Y, sin embargo, es esencial entender su figura, con todos sus aspectos, sus funciones y sus m¨¢scaras, en ese sistema mitol¨®gico, para comprender con alguna profundidad la religi¨®n y la religiosidad de la Grecia cl¨¢sica. Ya Nietzsche, en El origen de la tragedia, un libro apasionado, discutido, pero de inolvidables sugerencias, insisti¨® en la oposici¨®n de lo dionisiaco y lo apol¨ªneo como dos polos de la esencial tensi¨®n dial¨¦ctica que funda la visi¨®n po¨¦tica del mundo expresada en la literatura dram¨¢tica griega. Podemos ir m¨¢s all¨¢ y decir que Dioniso, una divinidad singularmente extra?a y enigm¨¢tica, parece enfrentarse a todos los ol¨ªmpicos, y no s¨®lo al luminoso Apolo.
Incluso este dios, ensalzado
anta?o como prototipo de la serenidad, alberga un lado oscuro y sanguinolento. Pero Dioniso, el hijo del soberano Zeus y S¨¦mele, la bella princesa de Tebas fulminada antes del parto, es, sin duda, el m¨¢s extra?o dios del Olimpo, donde se integra como el ¨²ltimo invitado, como el m¨¢s reciente de los doce grandes dioses. Entra all¨ª danzando con aire festivo, guiado por Hermes; no obstante, frecuenta tambi¨¦n, como ninguno de los otros dioses, el Hades, el tenebroso mundo de los muertos, y va y viene de un mundo a otro. Es un dios viajero y extravagante. No porque proceda del mundo asi¨¢tico o n¨®rdico, como antes se dec¨ªa; ahora sabemos, gracias a las tablillas mic¨¦nicas, que ya ten¨ªa culto en Creta y en Grecia a mediados del segundo milenio antes de Cristo. Era, pues, un dios mediterr¨¢neo y unido a la Tierra desde antiguo, una divinidad ct¨®nica, a la vez que el dios del vino y de las fiestas b¨¢quicas. Luego fue el dios de la m¨¢scara y del teatro, tr¨¢gico y c¨®mico, el dios del ditirambo y de la locura, del ¨¦xtasis y de las danzas nocturnas de las m¨¦nades en los bosques, un dios de la locura santa, de sorprendentes epifan¨ªas, festivo, afeminado, dulce y cruel. No es, no, un dios venido de fuera, pero le gusta presentarse como el Extranjero, y, disfrazado con atuendo ambiguo, irrumpe en la polis con su alegre evangelio, y un s¨¦quito abigarrado, escandaloso, b¨¢rbaro. Con el grito de evoh¨¦ ¨¦l, el devorador de carne cruda, incita a la embriaguez y la comuni¨®n festiva con la naturaleza salvaje. Es una divinidad que desaf¨ªa las normas de la raz¨®n tradicional, es un dios transgresor por excelencia. Pero la subversi¨®n dionisiaca es una sabidur¨ªa parad¨®jica, y ese dios ¨ªntimo y embriagador para sus fieles es implacable con sus adversarios, como advierte Eur¨ªpides en las Bacantes.
Toda esa vistosa complejidad, y las m¨²ltiples funciones dionisiacas, sus fiestas y su posici¨®n en la ciudad, es decir, en Atenas, quedan muy bien explicadas en este denso y bien ilustrado texto. No s¨®lo espl¨¦ndido por su panor¨¢mica de conjunto y sus an¨¢lisis, sino tambi¨¦n por su estilo, en la clara tradici¨®n de la Escuela de Altos Estudios de Par¨ªs. Tanto en su comentario a los textos como a las im¨¢genes se trata de un estudio magistral. Lo le¨ª hace mucho y he vuelto a leerlo, en traducci¨®n, con el mismo inter¨¦s que la primera vez.
Tambi¨¦n puede relacionarse con la escuela francesa de mitolog¨ªa este libro de Fran?oise Frontisi-Ducroux sobre las metamorfosis en los mitos griegos. Sin duda a lo atractivo del tema se a?ade aqu¨ª el continuo referirse a los textos, m¨¢s cl¨¢sicos a veces, pintorescos siempre, y, con admirable hermen¨¦utica, a numerosas representaciones pict¨®ricas antiguas (en cer¨¢mica y escultura). Las im¨¢genes refieren a su modo las mismas historias m¨ªticas, a veces con detalles puntuales muy vistosos e interesantes. Aqu¨ª se destaca la variedad de las metamorfosis. Est¨¢n las de los dioses, esos dioses fr¨ªvolos que se cambian de figura para visitar a los humanos y enga?arlos. Zeus toma figuras diversas para sus seducciones er¨®ticas, por ejemplo, y otras divinidades lo intentan para escapar de alg¨²n aprieto, como Tetis abrazada -con permiso de otros dioses- por Peleo, o Proteo, el dios marino, apresado en la costa egipcia por Menelao. Alguna acreditada maga puede, como Circe, con su varita y sus filtros, transformar a los hu¨¦spedes en bestias varias. En otras ocasiones la s¨²bita transformaci¨®n resulta un castigo divino: as¨ª Acte¨®n se vuelve ciervo -por haber visto a Diana como no deb¨ªa-, y Procne toma la figura del ruise?or para sus mel¨®dicas quejas, y la h¨¢bil Aracne es transformada en ara?a tejedora por la celosa Atenea. Tambi¨¦n se analiza c¨®mo N¨ªobe se vuelve piedra en su inmenso dolor, y c¨®mo Medusa pod¨ªa con su fascinante mirada petrificar a sus v¨ªctimas hasta que Perseo la degoll¨® y se llev¨® su cabeza en una oportuna bolsa.
Fue el poeta latino Ovidio
quien emple¨® primero la palabra griega metamorfosis; ¨¦l difundi¨® y ampli¨® en sonoros, chispeantes y seductores versos estos fant¨¢sticos casos, pero los ejemplos m¨ªticos m¨¢s resonantes proceden del insondable fondo m¨ªtico griego. En fin, resulta muy atractivo el recorrido de esta fabulosa serie de historias mitol¨®gicas y se hace admirable tanto por su documentaci¨®n como por su amplio panorama, pero de nuevo es justo destacar aqu¨ª el claro y preciso estilo de sus referencias y sugerentes ex¨¦gesis. Est¨¢n en la l¨ªnea de algunos ejemplares trabajos de Vernant y de la misma autora, que ya en su D¨¦dale. La mythologie del'artisan en Gr¨¨ce ancienne (1975) hace treinta a?os hab¨ªa demostrado su agudeza filol¨®gica y su buen oficio en el comentario de los mitos. Con su admirable erudici¨®n, este reciente trabajo resulta de amen¨ªsima lectura, no s¨®lo para especialistas del mundo griego, sino para quien se interese en los m¨¢gicos relatos del imaginario antiguo y su iconograf¨ªa, y sus chispeantes ecos en la literatura y el arte.
A?adamos, en fin, que ambos libros se presentan en una edici¨®n muy cuidada y ese dise?o de los textos, sobrio y elegante, est¨¢ muy acorde con su evidente inter¨¦s.
Dioniso y la diosa Tierra. Maria Daraki. Traducci¨®n de Bel¨¦n Gala y Fernando Guerrero. Abada Editores. Madrid, 2006. 316 p¨¢ginas. 22 euros. El hombre-ciervo y la mujer-ara?a. Figuras griegas de la metamorfosis. Fran?oise Frontisi-Ducroux. Traducci¨®n de Maysi Veutey. Abada Editores. Madrid, 2006. 290 p¨¢ginas. 23 euros.
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