Rescate en alta mar
Siete d¨ªas de patrulla y cuatro horas fren¨¦ticas de rescate junto a los profesionales de Salvamento Mar¨ªtimo. 'El Pa¨ªs Semanal' asisti¨® en directo a la misi¨®n de salvamento de una patera de inmigrantes entre olas de seis metros. As¨ª operan unos hombres cuyo trabajo es salvar vidas.
Atenci¨®n Salvamar, aqu¨ª torre de Almer¨ªa: el carguero CSCL Barcelona nos comunica que acaba de avistar una barca tripulada a la deriva 30 millas al sureste del cabo de Gata. Latitud 36.34. Longitud 002.08. Denme su situaci¨®n y dir¨ªjanse all¨ª de inmediato". El lejano carraspeo met¨¢lico de la radio pulveriza la sonrisa de Lorenzo Alentorn, de 47 a?os, patr¨®n de nuestra embarcaci¨®n. Sus tres compa?eros (el mec¨¢nico Vicente Bernab¨¦, de 35 a?os, y los marineros Aitor Badiola, de 31, y Blas Ruiz, de 33) experimentan una metamorfosis similar. Les cambia la cara. Buscan en una carta marina la posici¨®n de la embarcaci¨®n perdida. "Tiene que ser una patera. Y con este tiempo? Les ha pillado el viento en mitad del canal. El mar de Albor¨¢n es muy traicionero. Y ellos no miran la predicci¨®n del tiempo. Salen y ya est¨¢. ?Criaturas! Les enga?an. Las mafias les dicen que Espa?a est¨¢ cerca. Que tiren para el norte. Lo que no les cuentan es que desde Tres Forcas hasta Almer¨ªa hay 95 millas de mar. Con los motorcitos que llevan, 20 horas de navegaci¨®n. Les mandan a la muerte. Es un crimen perfecto. Han llegado a meterles agua en las garrafas de gasolina para que no pudiesen repostar y se quedaran colgados. ?Cu¨¢nta gente habr¨¢ muerto! Si el fondo de Albor¨¢n hablara?".
Se acabaron las bromas. A partir de esta llamada de emergencia, los profesionales de Salvamento Mar¨ªtimo se encierran en sus pensamientos. El patr¨®n se dedica a los instrumentos y a vigilar el horizonte. Navega con el viento de popa. Hay que ganar velocidad. "Lo malo va a ser la vuelta, con el barco cargado y las olas de frente. Esta lancha est¨¢ dise?ada para ocho personas, y todo lo que sea meter m¨¢s gente afecta a la seguridad".
Vicente, el mec¨¢nico, baja a la bodega y revisa los motores: "Los mimamos como a beb¨¦s porque los exigimos el m¨¢ximo". Blas y Aitor, los dos marineros encargados de rescatar a los inmigrantes, comprueban sus equipos. Chaleco salvavidas con baliza. Casco de kevlar (el material del que est¨¢n fabricados los chalecos antibala) dotado de sistemas de comunicaci¨®n. Mono. Mascarilla. Guantes. Arn¨¦s. A pesar del agotador balanceo, Blas, padre de gemelas, no levanta la vista de una novela de V¨¢zquez-Figueroa. "Estoy enganchado". S¨®lo rompe el denso silencio de la Salvamar el machac¨®n zumbido de los dos motores de 1.400 caballos que desencadenan a su paso una poderosa estela de agua batida. El mar golpea el casco. Navegamos a toda m¨¢quina: 35 nudos. No hay tiempo que perder.
Lo que comenz¨® como una rutinaria jornada de patrulla a bordo de la Salvamar Den¨¦bola, una lancha de intervenci¨®n r¨¢pida de 21 metros de eslora de Salvamento Mar¨ªtimo, se ha convertido en una misi¨®n de rescate en aguas del mar de Albor¨¢n, al sur de Almer¨ªa. Hoy a primera hora, la costa mostraba una paz inquietante. S¨®lo los rizos plateados del horizonte anunciaban a los avezados que se avecinaba un cambio de tiempo. Ya ha llegado. Temporal de poniente. El parte predice un empeoramiento. La flota pesquera est¨¢ regresando a puerto. Varios mercantes repletos de carga fondean a nuestro paso: "No quieren acometer el Estrecho con este tiempo". Son las 15.30 del jueves 16 de febrero.
Faltan dos horas para que alcancemos la ¨²ltima posici¨®n de la patera indicada por el carguero de la China Shipping Line. Dos horas interminables. "Es lo peor de este trabajo, la incertidumbre". Cuando lleguemos a nuestro destino, en mitad de ninguna parte, puede pasar de todo. Los cuatro marineros lo saben. Han nacido en el mar. Y lo respetan. Un catal¨¢n, un vasco, dos andaluces. Loren es nieto, hijo y hermano de pescadores. Lleva 35 a?os en la profesi¨®n y 11 en Salvamento. Ha sido pescador, marino de la Armada y buceador. Un perfil similar al de sus compa?eros. Pero cada misi¨®n de rescate es distinta. El mar es imprevisible. Y hoy hace muy mal tiempo. Aitor, un fornido donostiarra que ha sido padre hace tres meses, comienza a sudar copiosamente. Sale al exterior de la cabina. Mira al infinito. Y respira hondo.
-?Nervios?
-No, es el calor. Siempre me pasa.
-?Est¨¢ nervioso?
-Un poco, hasta que est¨¦n a bordo.
-?Y miedo?
-No es miedo, este trabajo es un riesgo asumido. Lo hicimos la semana pasada y lo haremos la pr¨®xima. Son ganas de que todo pase. La preocupaci¨®n es rescatarles con vida y llevarles a puerto. No piensas en ti, sino en ellos. C¨®mo est¨¢n, cu¨¢ntos son; si hay heridos, si hay ni?os. Miedo a que se aplasten, a que se caigan. Y si se ahoga uno no te lo perdonas: "Si hubiera hecho esto o lo otro a lo mejor estar¨ªa con vida".
Localizar una patera entre olas de seis metros y con vientos superiores a los 80 kil¨®metros por hora no es tarea f¨¢cil. Y m¨¢s sin conocer su posici¨®n exacta. Aqu¨ª el radar sirve de poco. Lo confirma un miembro de la Guardia Civil del Mar: "Las pateras son peque?as y muy planas, y apenas hacen eco en el radar. Se pueden confundir con bandadas de p¨¢jaros, olas, interferencias". Una opini¨®n que remacha un marinero de la Salvamar Alkaid, con base en Tarifa: "No sirven ni las c¨¢maras t¨¦rmicas, porque todos van empapados y el motor puede estar parado. De noche y con mala mar es casi imposible encontrarles".
A medida que avanzamos, este mar arbolado le recuerda al periodista una inmensa cordillera, con valles y cumbres, de un azul negruzco rematado de blanco. La lancha cabecea: se alza y se hunde. Surfea sobre olas de seis metros para despe?arse a continuaci¨®n. El agua azota las ventanillas; por momentos navegamos a ciegas. Lorenzo baja el r¨¦gimen del motor para no introducirse verticalmente entre las olas, como un cuchillo, lo que supondr¨ªa romper los cristales de la cabina e incluso volcar la embarcaci¨®n. Los cuatro profesionales no se inmutan. La mala mar parece espabilarles. Saltan las bromas. "Aqu¨ª vienen las tres mar¨ªas: una ola, y otra, y otra, cada una por su lado; como te pillen desprevenido, te dejan grogui". "Si nos pasa algo, a ver qui¨¦n viene a rescatar a los rescatadores". Y se parten.
Son las 17.00. En la posici¨®n marcada por el carguero no hay ninguna patera. En el mar, nada permanece quieto. Los marineros se agolpan ansiosos en la proa. Vicente atisba el horizonte con prism¨¢ticos. Nada. En algunos puntos, el blanco de la espuma que corona las olas hace saltar las esperanzas. Negativo. Son minutos de incertidumbre. ?Se habr¨¢ ido a pique? De pronto, una de esas motas adquiere la forma de una embarcaci¨®n. "?Son ellos!".
A 100 metros, las figuras borrosas van tomando identidad. Y entonces es peor. En medio del mar, azotados por el agua, indefensos, ateridos, abandonados a su suerte, se pueden contar hasta 11 personas en un barcucho de fibra con un in¨²til motor de 10 caballos. Es una imagen irreal. Absurda. Un mal sue?o. Dan ganas de llorar. Los inmigrantes se incorporan, hacen se?as, levantan los brazos. Y su barca se escora peligrosamente. Est¨¢n rodeados de bolsas de basura selladas con cinta de embalar en las que guardan sus pertenencias. En el centro destaca una mujer tumbada boca arriba; est¨¢ cubierta con un traje impermeable de un amarillo chill¨®n, y tiene la mirada perdida y la boca entreabierta. Pesadamente se incorpora y comienza a lanzar besos a la lancha de salvamento. Otro hombre reposa en el fondo entre estertores. Son j¨®venes, magreb¨ªes, forrados de ropa, lo que presta a sus cuerpos unas dimensiones grotescas. Sumergidos hasta los tobillos en una amarillenta mezcla de agua, gasolina, orines y v¨®mitos. Aitor y Blas salen al exterior de la lancha con un cabo en la mano, anclan sus arneses, se quedan a la intemperie y hacen gestos de calma a los n¨¢ufragos. Es un momento cr¨ªtico. Dentro de la cabina, Lorenzo, el patr¨®n, musita: "Una barca peque?a, poca gente y en esta zona de Albor¨¢n? ?stos vienen por la ruta de los argelinos".
Es uno de los nuevos caminos de la emigraci¨®n ilegal hacia Europa. Parte del noroeste de Argelia. A unos 150 kil¨®metros de Melilla. La evoluci¨®n de las especies. El drama de las pateras cumple 15 a?os. Comenz¨® a ra¨ªz de los Acuerdos de Schengen, que impon¨ªan el visado para entrar en la UE a los habitantes del Tercer Mundo. Desde entonces, el fen¨®meno ha variado. Hasta 2000, la ruta para cruzar el Estrecho de forma clandestina part¨ªa del extremo norte de Marruecos, de cualquier playa entre T¨¢nger y Ceuta. Desde esa costa se alcanzaban Algeciras, Tarifa y sus alrededores: Punta Carnero, Punta Camorro, Punta Acebuche, Bolonia, Los Lances? Una singladura que, en su punto m¨¢s angosto, no superaba los 14 kil¨®metros y se pod¨ªa realizar en menos de tres horas gui¨¢ndose por las luces de las gasolineras de Tarifa.
Tras el desconcierto gubernamental y las primeras muertes televisadas de inmigrantes en el Estrecho, el endurecimiento del control policial del litoral espa?ol hizo que el punto de partida de las pateras se fuera alejando hacia el este y el oeste de la costa marroqu¨ª. En aquellas primitivas pateras de madera se mezclaban magreb¨ªes y subsaharianos. Con los a?os, cada grupo (cada mafia) emprender¨ªa por separado sus rutas alternativas.
En 2002 entr¨® en funcionamiento en el Estrecho el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), un tel¨®n de acero tecnol¨®gico formado por radares y c¨¢maras de v¨ªdeo e infrarrojas capaz de detectar las pateras en tiempo real. La respuesta de las mafias de la inmigraci¨®n fue extender su radio de acci¨®n hacia Canarias (Fuerteventura y Lanzarote) y los rincones m¨¢s orientales de Andaluc¨ªa. Cuando el SIVE se extendi¨® hacia M¨¢laga, Granada y Fuerteventura, las pateras comenzaron a zarpar desde m¨¢s lejos todav¨ªa. A una distancia de Espa?a entre 200 y 500 kil¨®metros. Y la tragedia se redobl¨®: hoy, cuanta m¨¢s distancia se ven obligados a recorrer las pateras para alcanzar el para¨ªso occidental, m¨¢s peligros afrontan.
Khalil Jemmah, presidente de la ong marroqu¨ª Asociaci¨®n de Amigos y Familiares de las V¨ªctimas de la Inmigraci¨®n Clandestina (Aafvic), hace este an¨¢lisis: "Las medidas de seguridad que ha creado Europa para blindarse s¨®lo han logrado agravar el riesgo que corren los inmigrantes y enriquecer a las mafias del tr¨¢fico humano". Su organizaci¨®n habla de m¨¢s de 4.000 africanos muertos y desaparecidos intentando alcanzar nuestras costas desde 1997. Otras ong duplican esa cifra contando desde 1991. La Administraci¨®n espa?ola dice tener s¨®lo constancia de un 10% de esas muertes y desapariciones.
Lo que confirman los datos de la Secretar¨ªa de Estado de Inmigraci¨®n es el descenso y el cambio de ruta de las pateras que llegan a Espa?a: 2005 ha sido el a?o con menos detenciones de embarcaciones clandestinas desde 1999, cuando, de las 475 pateras detectadas por la Guardia Civil, el 35% atrac¨® en la costa de C¨¢diz y s¨®lo un 15% en la de Almer¨ªa. Cinco a?os m¨¢s tarde, en 2004, Almer¨ªa y Granada ya superaban a C¨¢diz en n¨²mero de llegadas. En 2005, seg¨²n las ¨²ltimas cifras proporcionadas por la Sociedad de Salvamento y Seguridad Mar¨ªtima, fueron rescatados en aguas de Almer¨ªa 2.842 inmigrantes, 1.817 en Gran Canaria y 1.548 en C¨¢diz.
"Y m¨¢s all¨¢ de los fr¨ªos datos, estamos detectando una nueva ruta de pateras que une la zona de Or¨¢n [Argelia] con las playas del este del cabo de Gata. Barcos peque?os, de fibra, con poca gente a bordo y que suelen alcanzar nuestras costas en fin de semana. La llamamos la ruta de los argelinos", explica Miguel Zea, jefe de Salvamento Mar¨ªtimo en Almer¨ªa.
A lo largo de este a?o se completar¨¢ el despliegue del SIVE en la costa de Almer¨ªa; ya est¨¢ instalado en los enclaves espa?oles de la costa de Marruecos: Pe?¨®n de V¨¦lez, Pe?¨®n de Alhucemas y las Chafarinas. Al contraataque, las mafias est¨¢n probando trayectos alternativos. Y nuevas estrategias, como lanzar oleadas de pateras m¨¢s peque?as y ofrecer a los clandestinos bonos de descuento de dos viajes por el precio de uno, para que vuelvan a intentarlo si son descubiertos y expulsados de Espa?a. Algunos hablan de "barcos nodriza" que conducen las pateras hasta la costa. En Salvamento, nadie los ha visto.
Pero la mejor prueba de que existe la ruta de los argelinos la tenemos delante de nuestros ojos, a 50 kil¨®metros de la costa de Almer¨ªa. Unas horas m¨¢s a la deriva, y el viento de poniente hubiera arrastrado esta patera hacia el este de Albor¨¢n, un ¨¢rea poco transitada por barcos. All¨ª, las posibilidades de supervivencia de los 11 inmigrantes hubieran sido nulas. Un informe del Coast Guard (Guardacostas) de Estados Unidos describe los factores que provocan la muerte durante un naufragio: hipotermia, deshidrataci¨®n, falta de sue?o, fatiga y lesiones. Un cuadro que aqu¨ª nos encontramos en directo. A Blas y Aitor les toca hacer su trabajo. Rescatarles.
Todo se desarrolla con precisi¨®n. El patr¨®n aproxima al m¨¢ximo nuestra lancha a la patera, que permanece un metro por debajo, sin que en ning¨²n momento la Den¨¦bola llegue a abordarla. Un trabajo de artesan¨ªa. "Esta maniobra es m¨¢s f¨¢cil si van en una zodiac porque sube y baja como un corcho; las barcas de fibra se balancean lateralmente y son menos estables". Lorenzo se esmera. Y lo consigue.
Con movimientos r¨¢pidos, a pulso, los dos marineros van alzando y arrastrando a los inmigrantes hasta la popa de la lancha de salvamento. Sin contemplaciones. Sin parar. Todos los magreb¨ªes intentan ser los primeros en huir de su chalupa. Est¨¢n aterrorizados. Tienen las manos azules. M¨¢s tarde nos confesar¨¢n que llevaban perdidos en el mar cerca de cuatro d¨ªas. Hay empujones. La ¨²nica mujer es apartada de un manotazo. Pero ninguno tiene fuerza para subir por sus propios medios. Todos necesitan ayuda. Est¨¢n demasiado d¨¦biles, demasiado anquilosados.
Por fin quedan instalados en la popa de la lancha. Blas y Aitor cierran las barandillas. Empiezan a correr las mantas. Y las botellas de agua. La mujer, que dice estar embarazada de tres meses, se agarra dolorida el vientre. Ella y un adolescente con un brazo roto son acomodados en la cabina. El resto, en popa, cubiertos por mantas t¨¦rmicas y lonas impermeables. El mar cada vez est¨¢ peor. Imposible volver a Almer¨ªa. Hay que buscar un puerto de abrigo. Carboneras, a 56 kil¨®metros de la capital, es el m¨¢s cercano. Aitor no abandonar¨¢ ni un segundo a los inmigrantes instalados en la cubierta durante las complicadas horas de traves¨ªa. Vuelve a estar empapado en sudor: "Esto me da la vida. Me va esta marcha, salvar vidas. Empec¨¦ en la Cruz Roja del Mar y luego en Salvamento Mar¨ªtimo en el Pa¨ªs Vasco; pero ped¨ª el traslado a Almer¨ªa porque aqu¨ª est¨¢ la marcha. Y no me he equivocado".
El operativo de la Den¨¦bola ha resultado perfecto. "No hay nadie en el mundo que haga esto como nosotros; salimos a la mar cuando no sale nadie, ni la Armada, ni la Guardia Civil", presumen los profesionales de Salvamento Mar¨ªtimo. Es cierto, son unos expertos. En sus eternas jornadas de guardia, los miembros de Salvamento Mar¨ªtimo han ideado toda una serie de mejoras para sus procedimientos de rescate. "Estamos todo el d¨ªa d¨¢ndole vueltas. De nuestro trabajo han salido ideas pr¨¢cticas, como ampliar las lanchas Salvamar de 15 a 21 metros, las tripulaciones de tres a cuatro personas y tambi¨¦n instalar un port¨®n lateral en las lanchas para que los rescatados suban f¨¢cilmente. De la experiencia tambi¨¦n han salido los cascos con comunicador, el arn¨¦s, los focos; mejores sistemas de navegaci¨®n y comunicaci¨®n. Y lo mismo la gente de los helic¨®pteros. Somos los expertos mundiales".
Sin embargo, Salvamento Mar¨ªtimo no naci¨® para rescatar pateras. El fen¨®meno de la inmigraci¨®n ilegal es posterior a la aparici¨®n de esta sociedad, que hoy depende del Ministerio de Fomento. Salvamento Mar¨ªtimo fue creada a comienzos de los noventa para cubrir un inmenso vac¨ªo: la seguridad de la gente del mar en un pa¨ªs que tiene 8.000 kil¨®metros de costa, una treintena de puertos comerciales, centenares de muelles deportivos y cuyas aguas son surcadas cada a?o por m¨¢s de 200.000 buques. Lo describe un marino gallego que comanda un remolcador de altura: "El Estado nunca cont¨® con un organismo de b¨²squeda y rescate. Nada de nada. Si ten¨ªas un problema en la mar, lo mejor era que te echaras a rezar. Tu vida depend¨ªa de que hubiera cerca un carguero o un pesquero y te sacaran. Ahora sabes que, si llamas, viene Salvamento Mar¨ªtimo".
El sector naval espa?ol, controlado por la Armada, siempre careci¨® de un ente espec¨ªfico de b¨²squeda y rescate. Las Fuerzas Armadas ten¨ªan sus medios, adaptados a sus particulares misiones militares, y los ced¨ªan en ciertas emergencias. Pero ellos mandaban. De hecho, el Ej¨¦rcito del Aire se apropi¨® para su servicio de rescate de las siglas internacionales SAR (Search and Rescue), que en otros pa¨ªses son gen¨¦ricas. "Ante una situaci¨®n de emergencia ten¨ªas que llamar a las estaciones radiocosteras de Telef¨®nica, que captaban tu se?al de socorro y se lo comunicaban a un remolcador privado, a la Comandancia de la Armada o al SAR", explica Jos¨¦ Antonio Madiedo, ex director general de la Marina Mercante. "Y el asunto escond¨ªa una corrupci¨®n porque algunas emisoras decid¨ªan qui¨¦n iba a buscar ese barco y, por tanto, qui¨¦n cobraba el premio del rescate [si lo hab¨ªa]. Las mordidas estaban extendidas. No exist¨ªa coordinaci¨®n ni un mando ¨²nico. Era un desastre".
Jos¨¦ Antonio Madiedo afirma que el desastre del mercante Cas¨®n, en diciembre de 1987, en el que murieron 21 marineros en las costas de Finisterre, fue la espoleta para la creaci¨®n de un ente civil en Espa?a que centralizara el salvamento y tambi¨¦n la incipiente lucha contra la contaminaci¨®n; que contara con medios propios y coordinara el aluvi¨®n de ministerios con competencias en el mar (Defensa, Interior, Fomento, Agricultura, Medio Ambiente, Trabajo) y otras instituciones auton¨®micas y locales. En 1992 era presentada la Sociedad de Salvamento y Seguridad Mar¨ªtima. Pero, en fase de desarrollo, a¨²n tendr¨ªan que morir en diciembre de 1989, durante un naufragio en las Azores, los 11 tripulantes del pesquero Velasco II, ante la incompetencia de los procedimientos de rescate. En protesta, miles de marineros se manifestaron en Santiago ese 30 de diciembre exigiendo un plan eficaz de salvamento mar¨ªtimo.
Hoy, 14 a?os despu¨¦s, ese Plan Nacional de Salvamento existe. Y su brazo operativo, Salvamento Mar¨ªtimo, vive el mejor momento de su historia. Se le ha dotado de misiones y contenido. Si en 1987 el desencadenante de su creaci¨®n fue la tragedia del Cas¨®n, los profesionales de la mar atribuyen su auge a la crisis del Prestige, en 2002. Un capit¨¢n de la marina mercante que pide anonimato hace este an¨¢lisis: "El PP se empe?¨® en privatizar todo, y en este pa¨ªs, con los precedentes de desastres ecol¨®gicos del Urquiola [1976], del Mar Egeo [1992] y del Erika en Francia [1999], con cuellos de botella como el Estrecho o Finisterre, cargados de tr¨¢fico, necesit¨¢bamos que se fortaleciera Salvamento Mar¨ªtimo, que el Gobierno se lo tomara en serio. Lo del Prestige fue muy grande y se resolvi¨® muy mal.
Adem¨¢s del rescate de n¨¢ufragos, la voluntad pol¨ªtica es que Salvamento Mar¨ªtimo se enfrente a los crecientes peligros ecol¨®gicos. Un ejemplo: el estrecho de Gibraltar es surcado cada a?o por 90.000 barcos, muchos con mercanc¨ªas peligrosas: petr¨®leo, gas, productos qu¨ªmicos? "Y un desastre como el del Prestige en el Mediterr¨¢neo ser¨ªa irreparable, aqu¨ª el mar no se regenerar¨ªa", describe Adolfo Serrano, jefe de Salvamento en Tarifa. "Y no hay que olvidar que cada a?o se vierten a los mares seis millones de toneladas de crudo, de los que gran parte proceden de la limpieza salvaje de los tanques en alta mar. Y nuestro trabajo es detectar qui¨¦n lo hace y seguir la mancha, acotarla y recogerla", explica el capit¨¢n del Miguel de Cervantes, uno de los nuevos buques de Salvamento Mar¨ªtimo, capaz de absorber 270 toneladas de vertidos.
Hoy, el objetivo de Salvamento Mar¨ªtimo es disuadir, prevenir y actuar. R¨¢pido y con la combinaci¨®n m¨¢s adecuada de medios. De los vetustos remolcadores de alquiler de comienzos de la d¨¦cada de los noventa, Salvamento Mar¨ªtimo ha pasado a contar con un importante despliegue por toda la costa espa?ola: 22 centros de control, 45 lanchas Salvamar, 13 grandes buques y 6 helic¨®pteros. En los dos pr¨®ximos a?os se incorporar¨¢n tres nuevos helic¨®pteros, tres aviones de ¨²ltima tecnolog¨ªa y dos buques de 80 metros de eslora capaces de absorber y almacenar en cada viaje hasta 1.000 toneladas de vertidos. La plantilla pronto llegar¨¢ tambi¨¦n a las 1.000 personas. De ellas, 340 est¨¢n a diario en el mar.
Y cuatro forman la tripulaci¨®n de la Salvamar Den¨¦bola, que por fin enfila la costa de Almer¨ªa con 11 inmigrantes a bordo. El color ha vuelto al rostro de Lorenzo, el patr¨®n. Vicente, a sus motores; Blas, a su novela de V¨¢zquez-Figueroa.
Mientras, la ¨²nica mujer del grupo de inmigrantes explica que su patera zarp¨® de Ain Temouchent, a 30 kil¨®metros de Or¨¢n (Argelia), en la madrugada del s¨¢bado, hace cuatro noches. Con gestos angustiosos describe el momento en que partieron bajo la luz de la luna, entre el oleaje y los gritos de impaciencia de los mafiosos. Un inmigrante cay¨® ahogado all¨ª mismo. Nadie le socorri¨®. Nadie sabe su nombre.
Han estado a punto de morir y ahora se sienten a salvo. Su batalla por vivir en Europa a¨²n no ha terminado. Nuestros inmigrantes clandestinos comienzan a lanzar cortinas de humo sobre su identidad para evitar la expulsi¨®n inmediata. Si se confiesan marroqu¨ªes ser¨¢n repatriados en aplicaci¨®n del Convenio de Readmisi¨®n entre Espa?a y Marruecos. Por eso, Muna, la mujer, entre dolores y v¨®mitos, tiene un resto de fuerza para afirmar que es argelina y est¨¢ condenada a muerte por los integristas isl¨¢micos. El adolescente del brazo roto va un poco m¨¢s lejos: "Yo soy iraqu¨ª".
-?Iraqu¨ª? ?De d¨®nde?
-De Faluya.
Unas horas m¨¢s tarde, 10 de los 11 inmigrantes rescatados, a los que la polic¨ªa identifica como marroqu¨ªes, ser¨¢n enviados de vuelta a su pa¨ªs. Todos menos este adolescente del brazo roto. No es iraqu¨ª. Es marroqu¨ª, menor de edad, y ser¨¢ puesto a disposici¨®n de la Junta de Andaluc¨ªa. ?sta se encargar¨¢ de buscar a sus padres. Las posibilidades de que se hagan cargo de ¨¦l son escasas. Posiblemente se quedar¨¢ en Espa?a.
Nuestro atraque en el puerto de Carboneras tiene algo de felliniano. En el muelle se apelotonan guardias civiles, polic¨ªas, sanitarios, curiosos haciendo fotos, pescadores, ni?os y perros. Los marineros de la Salvamar ayudan a descender a los inmigrantes. Ninguno se despide de los marineros que les acaban de salvar la vida. Ni un apret¨®n de manos. Siempre es as¨ª. La misi¨®n concluye. Son las 19.30. Es de noche. A¨²n les quedan dos horas de mala navegaci¨®n hasta la base de la Den¨¦bola, en Aguadulce.
En los d¨ªas posteriores, otras dos pateras a la deriva fueron localizadas por Salvamento Mar¨ªtimo en el mar de Albor¨¢n. En la primera, al menos dos inmigrantes perdieron la vida cerca de la isla de Albor¨¢n. De la segunda, una treintena se dan por desaparecidos. Y las pateras siguen zarpando.
A las 22.00, en el restaurante Marcelino, la tripulaci¨®n de la Den¨¦bola prueba el primer bocado desde el desayuno. Blas se arranca una tirita del brazo: "Es que me sacaron sangre a las siete de la ma?ana". Todos r¨ªen. Parece que han pasado meses. "?Ha visto? Servimos para todo; somos gr¨²a, bomberos y ambulancia". Blas y Aitor cobran 1.200 euros al mes. Vicente y Loren, algo m¨¢s. "Si le preguntan nuestros jefes, digan que esto es muy estresante, que luego se quejan de que trabajamos poco".
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