Villepin mantendr¨¢ el nuevo contrato juvenil pese a las protestas
El primer ministro franc¨¦s ofrece completar la reforma laboral con "m¨¢s garant¨ªas"
Para el primer ministro franc¨¦s, Dominique de Villepin, la semana que empieza hoy es la de todos los peligros. La movilizaci¨®n contra la ley del Contrato Primer Empleo (CPE), su medida estrella en la lucha contra el paro juvenil, puede hacerse multitudinaria. "La ley se aplicar¨¢", dijo anoche Villepin en una comparecencia en televisi¨®n, antes de anunciar una oferta de di¨¢logo para "completar" el CPE con prestaciones por desempleo y "nuevas garant¨ªas".
El martes los estudiantes se reunir¨¢n en asambleas en las 84 universidades francesas y en un n¨²mero indeterminado de institutos para lanzar dos grandes manifestaciones: una el jueves, sobre todo liderada por los j¨®venes; y otra el s¨¢bado, en la que los sindicatos debieran llevar la voz cantante. Un pulso en el que un bando reclama la retirada pura y simple del CPE, mientras el otro sabe que no puede dar ning¨²n paso atr¨¢s, so pena de tener que gobernar, durante los 17 meses que quedan hasta las elecciones presidenciales, sin poder tomar iniciativa alguna.
Villepin intenta dividir el frente opositor por dos v¨ªas: ofreciendo medidas complementarias que hagan menos duro el CPE, el contrato que, durante los dos primeros a?os, permite el despido libre sin justificaci¨®n del trabajador de menos de 26 a?os. Ayer, en televisi¨®n, Villepin se mostr¨® dispuesto a estudiar "un complemento de remuneraci¨®n que se sume al subsidio de paro" para quienes sean despedidos, y anticip¨® que quer¨ªa discutir con los sindicatos "nuevas garant¨ªas" de cara a "completar la ley". Es decir, estudiar f¨®rmulas para que el CPE no pueda determinar la negativa a acceder a un cr¨¦dito bancario o al alquiler de un piso, al tiempo que, a partir de los seis meses trabajados, ya se tenga derecho al subsidio de paro.
Preocupaci¨®n en la derecha
Por otra parte, Villepin procura desautorizar el movimiento de protesta present¨¢ndolo como incontrolable e infiltrado por gamberros. De ah¨ª la insistencia en las im¨¢genes de la Sorbona reci¨¦n liberada por los polic¨ªas: el ¨¦nfasis se pone en los libros rotos o quemados, en el mobiliario destruido y en los ordenadores lanzados por la ventana.
El rector de dicha universidad ha dicho que los desperfectos son de tal importancia que el centro deber¨¢ permanecer cerrado toda la semana -precisamente, la de las manifestaciones- para que puedan repararse todos los da?os. Mientras, los rectores de las universidades de Nantes, Toulouse y Nanterre, han escrito a Villepin para pedirle la retirada del CPE.
Adem¨¢s, las familias de la derecha empiezan a contemplar que sus guerras internas por la sucesi¨®n de Chirac, y las discrepancias entre la facciones de Sarkozy y las que apoyan a Villepin pueden hundirla en su conjunto.
Los socialistas han levantado la voz. El primer secretario del partido, Fran?ois Hollande, reclama a Villepin que "negocie" y no de "muestras de cabezoner¨ªa". La ex-ministra Martine Aubry, que desempe?¨® las carteras de Trabajo y Asuntos Sociales entre 1997 y 2002, afirma que "el problema radica en que Villepin no sabe escuchar y, por consiguiente, es incapaz de recapacitar".
Otros dirigentes, como Dominique Strauss-Kahn o Laurent Fabius tambi¨¦n han denunciado el CPE, pero la actitud global de los socialistas es de prudencia; la de respaldar el movimiento sin pretender dirigirlo ni capitalizarlo de inmediato, algo que adem¨¢s est¨¢ fuera de su alcance debido a la crisis de programa y liderazgo que atraviesa la principal formaci¨®n de la oposici¨®n.
El problema para Villepin es haber lanzado el CPE sin una concertaci¨®n previa con su propio equipo gubernamental y no haberlo discutido en profundidad con los sindicatos y la patronal. El CPE aparece como una criatura hija de su ambici¨®n personal, su deseo de triunfar como reformador all¨ª donde otros -Chirac, Balladur, Jupp¨¦- han fracasado. Ahora, sus ofertas de moderaci¨®n llegan tarde y son vistas menos como un complemento y perfeccionamiento que como una confesi¨®n de debilidad.
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