Callejones sin salida
Dios ha muerto, ?qui¨¦n vio el cad¨¢ver?, pregunta Onfray. La muerte de Dios, en efecto, pertenece a la erudici¨®n filos¨®fica como pertenece al arte de Occidente la muerte del arte. Dios no ha muerto, a la vista est¨¢. No ha muerto porque no es mortal. Las ficciones no mueren. A las ficciones no se las puede matar, lo cual no est¨¢ mal si consideramos que, como las series televisivas, algunas nos procuran la seguridad que no hallamos en la inestable marisma de este mundo. Pero cuando se inmiscuyen en nuestra vida cotidiana, cuando nos dictan los odios y deciden las adhesiones, cuando dejan de ser el paliativo nocturno de las angustias privadas para servir de gancho a la neurosis colectiva que desde la esfera p¨²blica se conviene en alentar, cuando, en fin, el cuento para dormir se convierte en historia para no dormir, entonces...
TRATADO DE ATEOLOG?A
Michel Onfray
Traducci¨®n de Luz Freire
Anagrama. Barcelona, 2006
249 p¨¢ginas. 16 euros
Era, sin duda, hora de que al
guien aventase p¨²blicamente el estatuto ficcional de las religiones y, m¨¢s concretamente, de los monote¨ªsmos atrevi¨¦ndose a ello con un libro asequible que sin pretensiones de tesis historiogr¨¢fica o antropol¨®gica y sin esconderse tras la palabrer¨ªa de la ex¨¦gesis literaria, pusiese de manifiesto la necesidad perentoria de una genealog¨ªa del monote¨ªsmo desde los distintos campos del saber, una genealog¨ªa de la que este libro no se presenta sino como un tratado preliminar.
Era y es absolutamente nece
sario, en estos tiempos, poner de manifiesto cosas tan evidentes como que la existencia de Dios, en sus tres manifestaciones (hebraica, cristiana e isl¨¢mica), ha causado muchos m¨¢s conflictos y terrores que su no existencia. Es imprescindible que aqu¨ª, en Occidente, ante la creciente incitaci¨®n al odio por parte de las instancias interesadas, se tome conciencia del estrecho parentesco de los tres monote¨ªsmos, nacidos en el desierto de un mismo tronco, de la similitud de sus reglas, sus prohibiciones, sus rituales, sus estigmatizaciones, sus cruzadas, y de la historia de sus afrentas e incomprensiones mutuas. El libro de Onfray zarandea a los tres por igual, y esto es saludable, pues a un lado de la frontera se acostumbra a reforzar la unidad del propio grupo con la supuesta perversidad de los vecinos.
Necesario, igualmente, como lo hace el autor en la cuarta parte (sin duda la mejor), dedicada a la teocracia, denunciar la supercher¨ªa, la falsificaci¨®n, las reconstrucciones, las invenciones y las inconsistencias de los tres libros fundadores (la Tor¨¢, la Biblia y el Cor¨¢n). Se?alar los imperativos sociales o pol¨ªticos que incitaron a elaborar sus mitolog¨ªas y la larga y ca¨®tica compilaci¨®n de unas escrituras que por su ambig¨¹edad validan cualquier acci¨®n, desde los etnocidios de las conquistas amerindias al de los hutus, apoyado por el clero ruand¨¦s, el exterminio de los jud¨ªos, las guerras de Oriente Pr¨®ximo o los fascismos de toda ¨ªndole, sus torturas, su terror.
En realidad, no se trata de refutar nada; "un cuento para ni?os no se puede refutar", dice Onfray. Aunque casi se le va de la mano el libro a su autor, ahogadas las buenas intenciones de su "desmontaje filos¨®fico" bajo las invectivas panfletarias de un racionalismo cient¨ªfico un tanto trasnochado que corre el peligro de convertir al ate¨ªsmo, pese a quien lo profesa, en otra religi¨®n. Y es que el materialismo reduccionista tal vez no sea el ant¨ªdoto m¨¢s eficaz contra el s¨ªndrome del cr¨¦dulo. Tal vez se requieran otras instancias que no sean el otro extremo de la cuerda. Y, desde luego, unos conocimientos de las otras religiones que no permitan deslices como el de definir a Siva como la Venus asiria a la que se ofrenda esti¨¦rcol, pues Siva es un dios, no una diosa; indio, no asirio; y se le ofrece arroz, mantequilla y p¨¦talos de flores, no esti¨¦rcol, aunque el esti¨¦rcol sea, en aquellas poblaciones uno de los bienes m¨¢s preciados.
Pero no quisiera con ello pro
porcionar argumentos que pudiesen utilizarse en contra del prop¨®sito encomiable de este libro y sus conclusiones: entre el mundo judeocristiano, aliado ahora econ¨®micamente, y el mundo musulm¨¢n, no hay por qu¨¦ tomar partido; son dos callejones sin salida. A la Biblia y al Cor¨¢n conviene anteponer el fil¨®sofo pues, sin duda, "antes la Genealog¨ªa de la moral que las Ep¨ªstolas a los Corintios".
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