El lado feliz de la tragedia
M¨¢s que Brooklyn Follies esta novela deber¨ªa titularse Auster Follies porque lo cierto es que el se?or Auster organiza un espect¨¢culo que, a su manera, crea una serie de fantas¨ªas tan lucidas como las que hizo el se?or Ziegfeld en el primer tercio del siglo. Nathan Glass, agente de seguros jubilado, regresa a su Brooklyn natal "buscando un sitio tranquilo para morir". Es un regreso al lugar donde transcurri¨® su infancia y donde ahora pretende refugiarse, decepcionado del conjunto de su vida. Instalado all¨ª, se propone escribir lo que ¨¦l llama "el libro del desvar¨ªo humano", una colecci¨®n de historias y personas que recuerda o que descubre en la calle. Poco a poco, en parte proviniendo de su pasado y en parte de su presente, va conociendo a una serie de tipos humanos que, de una u otra manera, se introducen en su vida hasta el extremo de que ¨¦sta cambia muy seriamente: de futuro cad¨¢ver pasa a convertirse en un personaje con mucho que hacer y muchas ganas de vivir.
BROOKLYN FOLLIES
Paul Auster
Traducci¨®n de Benito G¨®mez Ib¨¢?ez
Anagrama. Barcelona, 2006
320 p¨¢ginas. 18 euros
En unas recientes declaracio
nes, el escritor estadounidense (Nueva Jersey, 1947) daba una definici¨®n tan exacta del esp¨ªritu de esta novela que es inevitable repetirlo: "Una vez le¨ª una frase del cineasta Billy Wilder que me impresion¨® hondamente: 'Si te sientes realmente feliz, deber¨ªas escribir una tragedia; si te sientes verdaderamente desgraciado, deber¨ªas escribir una comedia'. Escribir una comedia ayuda a poner las cosas en perspectiva. El mundo ha ido de tragedia en tragedia, de horror en horror, pero los seres humanos seguimos existiendo, enamor¨¢ndonos y hallando alegr¨ªa en la vida. Me pareci¨® que ¨¦ste era un momento para recordarlo".
La frase de Wilder no es una regla de oro sino un ejemplo de perspectiva. La novela de Auster es una verdadera comedia, una comedia fant¨¢stica, un sue?o infantil propio de quien decide retornar a la vieja guarida harto de la decepci¨®n constante con que la vida lo lamina. Nathan Glass se embarca en una aventura que se comunica con otra historia que da lugar a otra historia, que se cruza con otra historia que recibe otra historia m¨¢s y as¨ª hasta que lo encontramos hacia el final de la novela rodeado de un grupo de perdidos en el mundo moderno dispuestos a darse amor, calor y abrigo unos a otros a despecho del mundo moderno. Asombrosamente para los tiempos que corren, esta novela cuenta una ininterrumpida serie de historias problem¨¢ticas con finales felices, tantos finales felices que, al final, el lector no sabe bien qu¨¦ hacer con ellos y piensa si le habr¨¢n tomado el pelo sin que se diera cuenta o es que se le habr¨¢ reblandecido el cerebro al se?or Auster. Finales felices y, adem¨¢s, previsibles del primero al ¨²ltimo. Un libro, por otra parte, lleno de explicaciones, consideraciones sentenciosas llenas de sentido com¨²n y una buena sesi¨®n de doctrina moral para andar por casa, ¨¦sa del tipo de "todos ser¨ªamos mejores con un peque?ito esfuerzo por parte de cada uno".
?sta es, aunque parezca una
burla, la carcasa de la novela. Ahora bien: ser¨ªa una novela de lo m¨¢s tonta si la acept¨¢ramos como un retrato costumbrista de nuestro tiempo hecho con una ingenua buena voluntad, riesgo que corre. Lo que sucede es que hay que entrar en ella de otro modo, aceptando todos los forzados problemas y no menos forzados personajes como parte integrante de la decisi¨®n del autor al hacer este libro. Y es que esta novela hay que leerla como lo que es: un cuento de hadas. Y cuando digo un cuento de hadas, lo digo en la misma medida que la pel¨ªcula de David Lynch, Coraz¨®n salvaje -que en castellano debi¨® titularse m¨¢s precisamente Salvaje de coraz¨®n-, lo era con respecto a su modelo, El mago de Oz.
Y entonces todo encaja. Na
than Glass y su tribu se convierten en ese grupo de gente capaz de ver el lado bueno de las cosas, la relatividad de las contrariedades y el sinsentido de los destinos marcados; un grupo que se desplaza por un mundo que los ignora, pero que no puede destruirlos; un grupo dispuesto a reunir sus insuficiencias para enfrentarse a los malvados o a los indiferentes. Y es bajo esta mirada cuando se descubre que los que parecen ser personajes-tipo resulta que lo son s¨®lo a medias, s¨®lo en la medida en que lo requiere un cuento de hadas, porque tambi¨¦n poseen una ambig¨¹edad que permanece en ellos por razones de credibilidad, pues una fantas¨ªa moderna requiere ambos registros. Valga como simple ejemplo el tratamiento de la figura de David Minor, el hombre que trata de redimir su desastroso pasado combati¨¦ndolo con una credulidad que lo esclaviza.
A medida que la novela se va cerrando, la trama lo hace tambi¨¦n. Esto puede parecer una perogrullada, pero lo habitual hoy es lo contrario, que todo se deje a la buena de Dios. El principio de causalidad funciona muy bien y todo lo que sucede tiene un sentido y un antecedente dentro de la misma novela, lo cual revela a un novelista que conoce su oficio, aunque alguna referencia resulte un tanto pegote (las referencias a George Bush y al 11-S de 2001, por ejemplo). Y luce mucho ese centro de irradiaci¨®n que es el barrio: al igual que en los cuentos de hadas, es el anillo m¨¢gico que protege al portador y lo defiende de las acechanzas externas. Con una diferencia: que hoy, en la vida moderna, el portador del anillo viene escaldado de afuera para instalar su cuartel general en un viejo rinc¨®n de s¨ª mismo, el barrio de la infancia, el rinc¨®n de los sue?os.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.