Por un voto m¨¢s igualitario
Varios partidos pol¨ªticos analizan propuestas de expertos para reducir la desigualdad del sufragio de los espa?oles y recortar el peso de formaciones nacionalistas en el Congreso
Todos los sufragios no valen lo mismo en las elecciones generales. Cuando el ciudadano vota en una zona poco poblada de Espa?a, su acto vale m¨¢s del que lo hace en una gran ciudad. Los especialistas resaltan la profunda desigualdad de los espa?oles en las elecciones generales, como muestra este dato: a Izquierda Unida le cost¨® 254.000 votos obtener cada diputado en los ¨²ltimos comicios, mientras al PSOE le fueron suficientes 66.500 y al PP, 65.000.
"Ya va siendo hora de introducir el sufragio universal", ironiza Manuel Mart¨ªnez Sospedra, profesor de Derecho Constitucional de la universidad Cardenal Herrera, de Valencia.
Estas cuestiones no abren informativos de televisi¨®n, ni atascan las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Pero conviene recordar que provincias como Soria o Teruel siguen bastante olvidadas; sin embargo, el voto de sus habitantes vale entre cuatro y cinco veces m¨¢s que el de madrile?os o barceloneses con vistas a la composici¨®n del Congreso. La elecci¨®n legislativa en Espa?a es uno de los casos m¨¢s evidentes de "reparto no equitativo" de esca?os entre las 36 democracias comparadas por Arend Lijphart, investigador de la Universidad de California, en Modelos de democracia.
Esquerra Republicana de Catalunya tiene la mitad de votos que Izquierda Unida, pero m¨¢s diputados
Algunos expertos defienden un colegio estatal para elegir parte de los diputados del Congreso
Fijar un m¨ªnimo de votos a escala estatal molestar¨ªa a los nacionalistas, pero no les eliminar¨ªa
Mariano Rajoy defiende que nadie pueda arrebatar el Gobierno a la lista m¨¢s votada por los ciudadanos
El Congreso es una de las C¨¢maras m¨¢s peque?as de Europa en relaci¨®n al n¨²mero de habitantes
Los expertos lo explican por la obligaci¨®n legal de reservar a cada provincia un m¨ªnimo de dos esca?os, por poco poblada que est¨¦; lo cual deja relativamente pocos diputados para representar al gran n¨²mero de electores que vive en los distritos grandes. Ning¨²n Gobierno se ha cuestionado las reglas electorales adoptadas "provisionalmente" en marzo de 1977, cuando los partidos de izquierda sal¨ªan de una larga persecuci¨®n y el centro-derecha, improvisando los suyos, sospechaba que su fuerza no iba a estar en las zonas industrializadas. Los mecanismos creados en esas condiciones llevan en servicio 29 a?os.
La frustraci¨®n de los electores sin representaci¨®n es la otra cara de la moneda de un sistema muy alabado por la estabilidad pol¨ªtica que produce. Las reglas est¨¢n tan bien inventadas para lograr gobiernos estables, que los sucesivos jefes del Ejecutivo espa?ol no han necesitado de coaliciones. Los gobiernos del Estado han sido monocolores desde la restituci¨®n a los espa?oles del derecho de voto tras la dictadura franquista. Esto ha sido posible a causa del sesgo mayoritario que anida en las tripas del sistema espa?ol, "el menos proporcional de los sistemas con f¨®rmulas proporcionales" al decir de Jos¨¦ Ram¨®n Montero, catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
Ning¨²n partido ha logrado el 50% de los votos en las nueve elecciones generales ya celebradas, pese a lo cual se han producido cuatro mayor¨ªas absolutas parlamentarias, tres con Felipe Gonz¨¢lez como presidente (1982, 1986, 1989) y una con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar (2000). Un caso raro entre las democracias proporcionales, habituadas a las coaliciones de partidos.
Pero las cosas van complic¨¢ndose. A la desigualdad general del valor del voto se une el peso adquirido por los partidos nacionalistas y regionalistas en el Congreso de los Diputados, que no es el fruto de ning¨²n favor especial, sino de que aprovechan mejor sus votos porque est¨¢n mucho m¨¢s concentrados. La desigualdad en cuanto al reparto de esca?os est¨¢ destrozando a los peque?os partidos de ¨¢mbito estatal, como le ocurri¨® al Centro Democr¨¢tico y Social (CDS) y amenaza a Izquierda Unida.
La destrucci¨®n progresiva de los "terceros partidos" resucita las tendencias bipartidistas que promovieron tanto el PP como el PSOE con sus apelaciones al "voto ¨²til". Sin embargo, a medida que se hunden las peque?as fuerzas estatales, el proceso coloca a los nacionalistas en condiciones de jugar ese papel en el sistema pol¨ªtico espa?ol.
?C¨®mo puede ser que Esquerra Republicana de Catalunya, con la mitad de votos que Izquierda Unida en las elecciones generales de 2004, disponga de tres diputados m¨¢s en el Congreso? Los datos cantan: IU recibi¨® 1.284.081 sufragios en las ¨²ltimas elecciones, por los cuales obtuvo cinco esca?os; ERC logr¨® ocho, con 652.196 votos.
Este ejemplo ilustra los efectos del sistema en vigor. Nacionalistas y regionalistas rentabilizan sus votos con vistas al Congreso porque sus apoyos suelen concentrarse en pocos distritos, de tama?o mediano y grande, donde la proporcionalidad funciona mejor que donde se reparten pocos diputados.
Con la m¨¢s proporcional de las reglas posibles, Izquierda Unida habr¨ªa obtenido 18 diputados en las elecciones generales de 2004. Esto no habr¨ªa convertido a Gaspar Llamazares y los suyos en protagonistas de vuelco pol¨ªtico alguno, pero su papel ser¨ªa mayor que con los cinco esca?os adjudicados. Un sistema poco igualitario les reduce al lugar de sexta fuerza parlamentaria, pese a haber sido la tercera m¨¢s votada por los ciudadanos en Espa?a.
De ah¨ª las reformas deseadas por IU para no tener que rendirse. Llamazares aclara que no pretende ir "contra nadie", pero reclama una subcomisi¨®n parlamentaria encargada de abordar la reforma electoral. El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, tambi¨¦n quiere cambios, pero en un sentido diametralmente opuesto: cuando la fuerza pol¨ªtica que dirige se vio apeada del gobierno gallego por la coalici¨®n PSOE/BNG, pese al mayor n¨²mero de votos recibido por el PP en las elecciones auton¨®micas, Rajoy se dio cuenta de que esa tendencia puede trasladarse al gobierno del Estado en el futuro y extender as¨ª la necesidad de pactos. La l¨ªnea de dureza pol¨ªtica adoptada por el PP, tanto respecto a la izquierda estatal como a los partidos nacionalistas, dibuja una estrategia de jugarse el todo por el todo en la b¨²squeda de un gobierno mayoritario; que puede llegar de modo natural, como consecuencia de un gran salto electoral, o bien intentando cambiar las reglas del juego con la finalidad de que la candidatura m¨¢s votada no pueda quedarse fuera del poder.
Hay otras aportaciones novedosas al debate sobre la reforma electoral. La ¨²ltima procede de la Fundaci¨®n Alternativas, f¨¢brica de ideas dirigida por Nicol¨¢s Sartorius y otras personas vinculadas al PSOE, que opta por una l¨ªnea intermedia entre las dos descritas anteriormente: corregir un poco la desproporcionalidad entre votos y esca?os, creando un nuevo distrito electoral de ¨¢mbito estatal que d¨¦ m¨¢s esca?os a socialistas y populares, pero tambi¨¦n a Izquierda Unida y a Converg¨¨ncia i Uni¨®. Es decir, favorecer un esquema de cuatro partidos con opciones de poder, en el que los dos peque?os -llegado el caso- sean capaces de negociar pactos o coaliciones sin grandes sobresaltos para el ciudadano medio.
Sartorius es consciente de que no hay muchas posibilidades de introducir la reforma electoral en la agenda pol¨ªtica, a falta de consenso con el PP. No obstante, la propuesta abre el debate sobre la necesidad de aumentar el Congreso en 50 diputados m¨¢s, elegibles en el distrito nacional antes citado. Para tener derecho a entrar en el reparto de estos esca?os suplementarios se sugiere un m¨ªnimo del 3% de votos en el conjunto de Espa?a. S¨®lo PSOE, PP, CiU e IU habr¨ªan estado en condiciones de hacerse con algunos de los 50 esca?os suplementarios, en el supuesto de que tal regla se hubiera aplicado a las elecciones generales de 2004. (Los 350 restantes ser¨ªan elegidos en los distritos provinciales, como hasta ahora).
A esta propuesta se ha llegado a partir de c¨¢lculos elaborados por Rub¨¦n Ruiz-Rufino, doctor-miembro del Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones, que ha analizado cu¨¢les habr¨ªan sido los resultados de 2004 si se hubieran aplicado reglas diferentes. "La que yo defiendo intenta que el Congreso de los Diputados ofrezca una foto algo m¨¢s fiel del electorado y que se ampl¨ªe el abanico de posibles coaliciones", explica.
El sistema ideado favorece ligeramente a IU y CiU; mantiene una relaci¨®n de fuerzas similar entre los dos partidos principales (socialista y popular); y los regionalistas y nacionalistas (salvo CiU) sufren una ligera merma de su fuerza parlamentaria, todo ello en el terreno hipot¨¦tico de unos niveles de voto similares a los registrados en 2004.
"Los electores tendr¨ªan dos papeletas de voto para elegir los diputados al Congreso", a?ade Ruiz-Rufino. Una de ellas, para votar a los candidatos en el distrito provincial y la otra a la lista nacional, lo cual "da m¨¢s libertad al elector y le permite matizar sus decisiones de voto".
Antes de seguir, se plantea una duda: ?a qu¨¦ viene aumentar el n¨²mero de diputados? Se han visto tantas veces las im¨¢genes del hemiciclo vac¨ªo y de las broncas entre parlamentarios, que el contexto no parece oportuno para defender la necesidad de un mayor n¨²mero de diputados y de incremento del gasto p¨²blico. Sin embargo, muchos expertos coinciden en que el Congreso actual es demasiado peque?o en relaci¨®n con la poblaci¨®n representada.
La c¨¢mara es "casi id¨¦ntica al Parlamento sueco, pese a que Suecia s¨®lo cuenta con 12 millones de habitantes", seg¨²n datos aportados por el profesor Mart¨ªnez Sospedra. "La Dieta polaca tiene 100 esca?os m¨¢s que el Congreso de Espa?a, pese a que los dos pa¨ªses cuentan con una poblaci¨®n similar". Este experto sugiere agrandar el Congreso hasta 450 diputados. No cree en las circunscripciones provinciales: le parece m¨¢s justo un trazado de distritos uninominales. Tambi¨¦n defiende que parte de los diputados sean elegidos en un colegio de ¨¢mbito nacional.
Expertos de Izquierda Unida se conforman con un Congreso de 400 diputados -para no tener que rectificar la Constituci¨®n, que fija ese l¨ªmite- pero defienden otras correcciones m¨¢s en¨¦rgicas de la desproporcionalidad que les deja casi fuera de juego. "A nosotros s¨®lo nos valieron medio mill¨®n de votos en las elecciones de 2004; otros 750.000 se quedaron sin representaci¨®n, como si los hubi¨¦ramos tirado a la basura", explica Jos¨¦ Morales, de IU. Asesores de esta formaci¨®n dicen que no habr¨ªa ocurrido, de haber existido una "bolsa o fondo estatal" de esca?os para aprovechar los votos desechados en los repartos provinciales.
Todas estas propuestas ponen de relieve la "condena" de las peque?as fuerzas de ¨¢mbito estatal si no cambian las reglas, porque sus seguidores se encuentran dispersos en el territorio espa?ol. Ni la desaparici¨®n del CDS, ni la situaci¨®n de IU se han traducido en ventajas decisivas para los dos grandes partidos. A medida que la competencia entre PSOE y PP va dramatiz¨¢ndose, resulta m¨¢s dif¨ªcil repetir las mayor¨ªas absolutas del pasado y los gobiernos de un partido en solitario. Gonz¨¢lez en 1993, Aznar en 1996 y Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en 2004 tuvieron que pactar apoyos para sus investiduras respectivas.
El vac¨ªo dejado por las "terceras fuerzas" estatales tiende a ser ocupado por Converg¨¨ncia i Uni¨®, Esquerra Republicana de Catalunya, Partido Nacionalista Vasco, Coalici¨®n Canaria o el Bloque Nacionalista Galego. Esto explica por qu¨¦ el sistema "ha ayudado a centrar en gran medida la agenda p¨²blica en las cuestiones de distribuci¨®n territorial del poder", seg¨²n Josep M. Colomer, profesor de investigaci¨®n en Ciencia Pol¨ªtica del CSIC. Este experto, firme partidario de la cultura de la coalici¨®n, se?ala a los que se sienten inc¨®modos con las reivindicaciones nacionalistas y descentralizadoras que lo sucedido es la penitencia "por el pecado de mantener un sistema electoral excluyente, que ha eliminado otros elementos potenciales de pluralismo".
Por su parte, la direcci¨®n del Partido Popular piensa en reformas radicales, aunque basadas en una idea sencilla. La simplificaci¨®n parece f¨¢cil de explicar: en principio, ?qui¨¦n puede oponerse a que la candidatura m¨¢s votada tenga derecho a gobernar? Faltan los detalles sobre el camino para hacer posible ese objetivo. La portavoz de la Fundaci¨®n FAES, presidida por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, confirma que ya se ha entregado al Partido Popular un documento de reforma electoral preparado por sus expertos, pero deja en manos del partido la administraci¨®n de ese papel.
La Convenci¨®n celebrada del 3 al 5 de marzo pas¨® sin que el PP mencionara la reforma electoral; la direcci¨®n del partido tampoco lo ha explicado despu¨¦s. No faltan pistas sobre los objetivos perseguidos: acabar con el chantaje de nacionalistas y radicales. Antes de que se celebrara la Convenci¨®n, el propio Rajoy reiter¨® el criterio de que nadie debe arrebatar el gobierno a la lista m¨¢s votada. "Partidos que exclusivamente defienden intereses territoriales no pueden condicionar permanentemente las decisiones que afectan al conjunto de los espa?oles", es uno de los argumentos utilizados por Eduardo Zaplana, portavoz del Grupo Parlamentario Popular.
Acentuar los aspectos mayoritarios del sistema ser¨ªa un camino opuesto al de las propuestas favorables a una mayor proporcionalidad. Los sistemas mayoritarios minimizan la importancia de las crisis parlamentarias -las negociaciones para la investidura del jefe del Gobierno dejan de tener sentido, por ejemplo- y resaltan el valor de la disciplina partidista: Margaret Thatcher no fue derribada como primera ministra por el Parlamento brit¨¢nico, sino por una conspiraci¨®n interna en el seno del Partido Conservador.
"Cuidado con los sistemas mayoritarios", advierte el profesor Mart¨ªnez Sospedra. "El franc¨¦s a dos vueltas no interesa a los socialistas, que ser¨ªan prisioneros de Izquierda Unida; ni tampoco al Partido Popular, porque no tiene socios con los que pactar" (en el sistema franc¨¦s, si nadie alcanza el 50% de los votos en la primera vuelta, el mejor colocado necesita una coalici¨®n o apoyos externos para ganar en la segunda). Y si se va hacia un sistema mayoritario de tipo brit¨¢nico, "el patr¨®n de resultados ser¨ªa casi igual que el actual", con el riesgo para el PP de quedar fuera del reparto de esca?os del Congreso en los distritos de Catalu?a y en los del Pa¨ªs Vasco, donde le conviene la representaci¨®n proporcional para sobrevivir.
Como se observa en uno de los gr¨¢ficos reproducido en estas p¨¢ginas, la diferencia media entre el porcentaje de votos y el porcentaje de esca?os no es muy diferente entre el sistema brit¨¢nico (mayoritario) y el proporcional espa?ol. La desproporci¨®n mayor se da en Francia, donde el sistema mayoritario a doble vuelta deja fuera del Parlamento a fuerzas con el 10% del voto, como en ocasiones le ha ocurrido a la extrema derecha encabezada por Jean-Marie Le Pen.
Adem¨¢s de que un sistema mayoritario obligar¨ªa a reformar la Constituci¨®n espa?ola, tampoco cuenta con mucho apoyo entre los expertos. En el estudio antes mencionado, Arend Lijphart lleg¨® a la conclusi¨®n de que, en las sociedades divididas, "el gobierno de la mayor¨ªa presagia, m¨¢s que una democracia, una dictadura de la mayor¨ªa, as¨ª como luchas civiles. Lo que estas sociedades necesitan es un r¨¦gimen democr¨¢tico que haga hincapi¨¦ en el consenso en lugar de en la oposici¨®n; que incluya m¨¢s que excluya y que intente maximizar el tama?o de la mayor¨ªa gobernante, en lugar de contentarse con una mayor¨ªa escasa". A este sistema le llama "la democracia consensual", a la que atribuye valores como "la inclusi¨®n, el pacto y el compromiso", frente al modelo de democracia mayoritaria, que caracteriza como de "competitivo, de confrontaci¨®n".
Sin modificar sustancialmente el sistema electoral de la Constituci¨®n, el presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, ya propuso endurecer el acceso de los nacionalistas al Congreso de los Diputados imponiendo para ello un m¨ªnimo importante de votos a escala nacional, por debajo del cual no hay derecho a esca?os. Rodr¨ªguez Ibarra lo justific¨® por la "deslealtad" de los nacionalistas con el proyecto constitucional.
"Tomemos esa propuesta", analiza el profesor Mart¨ªnez Sospedra a efectos de estudiar cu¨¢l ser¨ªa su viabilidad. "Supongamos que le hacen caso a Rodr¨ªguez Ibarra y se fija un m¨ªnimo del 5% de votos a escala estatal para participar en el reparto de esca?os: los convergentes catalanes podr¨ªan pactar con el PNV y ya los tendr¨ªamos por encima del 5%". Aunque se pongan barreras para acceder al Congreso, el partido m¨¢s votado puede verse obligado a seguir contando con los nacionalistas, seg¨²n Mart¨ªnez Sospedra. A su juicio, la clave del problema al que unos y otros est¨¢n d¨¢ndole vueltas es la inexistencia de un partido de ¨¢mbito nacional que pueda funcionar como tercera fuerza, con funciones de bisagra entre las dos formaciones m¨¢s importantes. "El problema no son los nacionalistas, sino que en Espa?a falta algo como lo que fue el CDS", argumenta este especialista, que fue senador y dirigente del peque?o partido centrista fundado por Adolfo Su¨¢rez y Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n tras el desplome de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD) en 1982.
Precisamente el hundimiento de este ¨²ltimo partido demostr¨® que los vac¨ªos son imposibles con el actual sistema. Inmediatamente se confirm¨® otra fuerza ganadora, en este caso el PSOE, y la derecha se reorganiz¨® en Alianza Popular. El sistema de partidos se recompuso a gran velocidad y el mecanismo de la moci¨®n de censura constructiva -para derribar a un jefe del Gobierno tiene que haber un relevo con apoyos suficientes- se ha utilizado poco en el Congreso de los Diputados, precisamente porque est¨¢ concebido como disuasi¨®n frente al intento de debilitar a los gobiernos. ?sta no puede ser la excusa para aplazar continuamente una reforma electoral.
Al PSOE le ha ido bastante bien con el sistema en vigor. Uno de sus diputados alega la falta de consenso con el PP en asuntos m¨¢s cruciales para aplazar un debate potencialmente incandescente, en una medio de una agenda cargada. No obstante, apunta otras reformas electorales.
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