El caso bielorruso
?Qu¨¦ pasa con Alexander Lukashenko?
Debemos hacer que Europa afronte de otra manera esta contienda con los nuevos trucos de Nikkolo-M.
"No, no me interesa nada...", fue la respuesta de alguien apodado thedacs a mi petici¨®n de que los participantes en el nuevo blog de The Guardian (commentisfree.guardian.co.uk) reflexionaran sobre Bielorrusia. Sin embargo, la avalancha de respuestas de otros -m¨¢s de 70 en el momento de escribir estas l¨ªneas- demuestra que a mucha gente s¨ª le interesa lo que ocurre en ese lugar helador en el que se juega el pulso entre Rusia y la Uni¨®n Europea, que hay muchas opiniones distintas y que nadie sabe muy bien qu¨¦ hacer al respecto.
Evidentemente, deber¨ªamos partir de la realidad, de lo que est¨¢ ocurriendo en Bielorrusia. Lo malo es que lo que ocurre en Bielorrusia es una batalla sobre la definici¨®n e incluso la propia naturaleza de esa realidad. Los portavoces y medios de comunicaci¨®n de cada bando reivindican una realidad determinada y se proponen crearla.
La Bielorrusia de Alexander Lukashenko corresponde a un nuevo tipo de r¨¦gimen post-sovi¨¦tico que conserva el poder a base de "fingir la democracia"
Casi todos los observadores creen que las elecciones no fueron libres, pero estiman que el n¨²mero real de votos que obtuvo el presidente super¨® el 50%
No podemos saber cu¨¢l habr¨ªa sido el resultado electoral si la oposici¨®n hubiera tenido acceso a los medios de comunicaci¨®n independientes
"Fingir la democracia"
Como expone el especialista en la Europa post-sovi¨¦tica Andrew Wilson en su excelente libro Virtual politics
[Pol¨ªtica virtual], la Bielorrusia del presidente Alexander Lukashenko corresponde a un nuevo tipo de r¨¦gimen post-sovi¨¦tico que conserva el poder a base de lo que Wilson llama "fingir la democracia". Tan importantes como el KGB (que a¨²n se denomina as¨ª en Bielorrusia) y los dem¨¢s ¨®rganos de poder que detienen e intimidan a los l¨ªderes de la oposici¨®n o se deshacen de ellos son los llamados "tecn¨®logos pol¨ªticos", organismos privados de la Rusosfera con nombres como Nikkolo-M (por Nicol¨¢s Maquiavelo) e Image-Kontakt. Se dedican a elaborar estrategias electorales implacables y maquiav¨¦licas que hacen que, en comparaci¨®n, los manipuladores de imagen de Norteam¨¦rica o Europa occidental parezcan hermanitas de la caridad. Luego, un grupo de observadores electorales de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, encabezado por un ex ministro del Interior ruso, declara que las elecciones han sido "libres, abiertas y transparentes". Lo negro es blanco, o, mejor dicho, en este mundo post-sovi¨¦tico, lo gris oscuro es gris claro. Cualquier cosa menos naranja.
En el otro bando, los dirigentes de la oposici¨®n, ayudados por asesores europeos y estadounidenses, tratan de crear una narrativa capaz de inspirar la historia de una naci¨®n que se alza para liberarse del yugo dictatorial. En esta era de Internet se puede seguir esa historia en p¨¢ginas como la del grupo Carta 97, fundada como homenaje consciente al movimiento Carta 77 de Checoslovaquia. En www.charter97.org se puede ver, minuto a minuto, c¨®mo "decenas de miles" de manifestantes desaf¨ªan la nieve, el hielo y a la polic¨ªa en una noche de domingo, tras unas elecciones fraudulentas. Una "columna de 10.000 personas" se convierte en "40.000" (un c¨¢lculo muy superior al de cualquier periodista extranjero) a las 4.05 horas del lunes. "Hoy nacemos en un pa¨ªs distinto, un pa¨ªs m¨¢s libre y valiente", declara horas m¨¢s tarde el mensaje de portada, que llama a la gente a reunirse en la plaza de Octubre. "Convocad a vuestros familiares, amigos, colegas, venid con vuestras familias. ?Somos mayor¨ªa, y vamos a ganar!".
Pero no son mayor¨ªa. Casi todos los observadores independientes est¨¢n de acuerdo en que estas elecciones no fueron libres ni justas, ni mucho menos, y que es poco probable que el presidente Lukashenko obtuviera verdaderamente el 82,6% del voto sobre una participaci¨®n del 92,6%. Pero tambi¨¦n creen casi todos que el n¨²mero real de votos a su favor, pese a ser pol¨¦mico y dif¨ªcil de saber, super¨® seguramente el 50%. Y no es la mera impresi¨®n instant¨¢nea de unos periodistas de visita. La escritora bielorrusa Svetlana Alexeyevich, que califica a Lukashenko como un dictador cuya ¨¦poca ya ha pasado, afirma: "Un gran porcentaje de la gente en esta sociedad est¨¢ de acuerdo con lo que sucede en el pa¨ªs. Significa que puede ganarse la vida en alg¨²n sitio, que tiene asegurada una cuota en los centros de ense?anza superior, que sigue habiendo algo de educaci¨®n y sanidad gratis". Y una econom¨ªa aparentemente pr¨®spera, gracias a las importaciones de energ¨ªa rusa barata.
Con todo, no podemos saber cu¨¢l habr¨ªa sido la mayor¨ªa si los dirigentes de la oposici¨®n hubieran tenido el mismo acceso a medios de comunicaci¨®n relativamente independientes, cosa que no tuvieron. Por eso, en cambio, est¨¢n intentado crear un nuevo tipo de mayor¨ªa de "poder popular" con gente en la calle, de acuerdo con el esp¨ªritu del presidente estadounidense del siglo XIX Andrew Jackson, que dec¨ªa que "un hombre valiente constituye una mayor¨ªa". Y hace falta valor para seguir saliendo a la calle en Minsk.
Cuando escribo estas l¨ªneas, da la impresi¨®n de que no est¨¢n consiguiendo nada, a diferencia de sus predecesores ucranios, georgianos y serbios. El n¨²mero de manifestantes parece disminuir d¨ªa a d¨ªa, en vez de crecer como en Ucrania. Por lo visto, hay unos 200 manifestantes acampados en la plaza de Octubre a pesar del acoso policial, y la oposici¨®n ha convocado otra concentraci¨®n masiva para hoy, pero de lo que habla ya la prensa internacional es de "la revoluci¨®n que nunca existi¨®". Es posible que todav¨ªa salga adelante. Es posible que Lukashenko se haya dado demasiada prisa en jactarse de que Bielorrusia ha resistido al "virus de las revoluciones de colores". Pero con esa afirmaci¨®n, ¨¦l tambi¨¦n trata de crear una realidad.
Al llegar aqu¨ª, algunos lectores que conozcan mis escritos anteriores pueden pensar que me ha afectado un desagradable brote de relativismo posmoderno. En absoluto. No hay equivalencia moral entre Lukashenko y sus rivales. Pero insisto en que precisamente los que m¨¢s nos preocupamos por la difusi¨®n de la libertad en Europa debemos tener enorme cuidado de no confundir nuestros deseos con la realidad. Por ejemplo, cuando la p¨¢gina web de Radio Free Europe y Radio Liberty (www.rferl.org) da las noticias de Bielorrusia siempre con un titular que dice Vencer el miedo, tengo que se?alar que faltan unos signos de interrogaci¨®n. Sobre todo debemos insistir en que, incluso en una situaci¨®n as¨ª de realidades virtuales o posibles enfrentadas, existe un fondo de hechos reales, aunque cueste encontrarlo, y tenemos que atenernos a esos hechos. Las personas encarceladas son tantas, pero no m¨¢s; las personas en la calle son tantas, pero no m¨¢s.
El estilo de Nikkolo-M
?sa es nuestra primera obligaci¨®n: contar las cosas tal como son. Luego est¨¢n las interpretaciones. En el fulcro bielorruso coinciden tres grandes l¨ªneas de conflicto. Est¨¢ la l¨ªnea entre democracia y dictadura, que los tecn¨®logos pol¨ªticos post-sovi¨¦ticos del estilo de Nikkolo-M se dedican a ocultar; el choque entre unos imperios liberales de Occidente en avanzada -la UE y la OTAN encabezada por Estados Unidos- y un imperio de Rusia en retroceso, y el debate permanente sobre las virtudes de una econom¨ªa m¨¢s de libre mercado o neoliberal frente a otra m¨¢s estatalizada y planificada. De estos aspectos, por razones de espacio, me ocupar¨¦ en otro momento. Porque, m¨¢s all¨¢ de los hechos y la interpretaci¨®n, siempre est¨¢ la pregunta del camarada Lenin: ?qu¨¦ hacer?
Para esto, y sin confundir ni por un momento los deseos con la realidad, s¨ª tengo respuesta. Existen muchas razones que explican las distintas direcciones seguidas por los dos vecinos al oeste y el este de Bielorrusia -Polonia y Rusia- desde el final de la guerra fr¨ªa, pero una de las principales es que los polacos quer¨ªan entrar en la Uni¨®n Europea y la Uni¨®n dej¨® claro que para ello ten¨ªan que cumplir ciertos criterios de democracia, imperio de la ley, econom¨ªa de mercado y otros. Ahora son los polacos -y los eslovacos, checos, lituanos y otros europeos que se han liberado recientemente- los que, como nuevos miembros de la UE, dicen que debemos hacer m¨¢s para apoyar la causa de la libertad en lugares como Bielorrusia. Adem¨¢s de apoyar a los medios independientes, a la sociedad civil y a la oposici¨®n democr¨¢tica; adem¨¢s de presionar a los dirigentes del pa¨ªs, lo m¨¢s importante que podemos hacer es ofrecer una perspectiva europea a largo plazo.
Tienen raz¨®n. ?se es el trozo de realidad bielorrusa que podemos cambiar de forma directa y leg¨ªtima. Por consiguiente, si le importa algo lo que pase en Bielorrusia y es usted ciudadano de la UE, entre en un blog y env¨ªe mensajes a su Gobierno hasta hartarse. Y le estoy hablando tambi¨¦n a usted, se?or o se?ora thedacs.
www.timothygartonash.com. Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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