'Boina'
Todo empez¨® en el siglo XIX con un se?or que se parec¨ªa a Buffalo Bill. Al perforar un t¨²nel en la zona de Santa Fe de Mond¨²jar (Almer¨ªa) los trabajadores que constru¨ªan el ferrocarril a Linares tropezaron con unos huesos y con unas cosas raras. Buffalo Bill era Luis Siret, un ingeniero belga que trabajaba para una compa?¨ªa minera y que conoc¨ªa la riqueza arqueol¨®gica de la zona. Siret calibr¨® el valor del hallazgo, y organiz¨® la primera excavaci¨®n. Los Millares, como termin¨® llam¨¢ndose aquel asentamiento y su ¨¦poca (3200-2250 Antes de Nuestra Era), result¨® ser el yacimiento de la Edad del Cobre m¨¢s importante de Europa. Adem¨¢s, Siret descubri¨® en otros lugares de Almer¨ªa restos de la sociedad arg¨¢rica, la organizaci¨®n social que apareci¨® por aqu¨ª tras la violenta desaparici¨®n de Los Millares.
Los anglosajones hubieran hecho ya una excavaci¨®n completa y habr¨ªan creado alrededor de Los Millares un centro de investigaci¨®n y una rentable industria del ocio. Nosotros nos lo tomamos con m¨¢s calma. La siguiente excavaci¨®n se produjo en los a?os cincuenta. Y la siguiente en 1978. Lo que se iba recuperando se exhib¨ªa en un l¨®brego edificio que cerr¨® hace 15 a?os y que fue derribado m¨¢s tarde. En el solar se levanta hoy un delicado edificio minimalista, que alberga el nuevo Museo Arqueol¨®gico de Almer¨ªa. Su inauguraci¨®n, por fin, la semana pasada; las actuaciones en la Alcazaba y la idea de construir un centro de interpretaci¨®n en Los Millares indican que la delegada de Cultura, Ana Celia Soler, se est¨¢ tomando en serio el rico subsuelo de Almer¨ªa.
Es l¨®gico, y de justicia, que el museo nos reciba en el vest¨ªbulo con un recuerdo a Luis Siret, aunque sea en forma de nube. El edificio es amplio y luminoso, y aunque no hay todav¨ªa una gu¨ªa del museo ni un cat¨¢logo, los conserjes se muestran amables y sol¨ªcitos. La planta baja, la v¨ªa de introducci¨®n al museo, se dedica a las t¨¦cnicas detectivescas de la arqueolog¨ªa. Confieso que lo ignoraba todo: que la arqueozoolog¨ªa examinase los cortes en los huesos, como hacen los forenses de la polic¨ªa, para deducir c¨®mo se mataban los animales, es decir, las herramientas que se utilizaban, es decir, el grado de tecnolog¨ªa alcanzado por una sociedad. Ignoraba que la ceramolog¨ªa estudiase los materiales de las vasijas y lo que alguna vez contuvieron, es decir, la dieta de quienes las usaron. No sab¨ªa que la petrograf¨ªa estudiara los molinos de piedra y extrajese conclusiones sobre las caracter¨ªsticas geol¨®gicas del terreno. O que la traceolog¨ªa se ocupara de las huellas del desgaste de los objetos para deducir su utilidad.
El dise?o arquitect¨®nico del edificio est¨¢ relacionado con la colecci¨®n que alberga. No es un edificio hecho al tunt¨²n. Esta fusi¨®n entre el continente y el contenido es un hallazgo pedag¨®gico. Una acci¨®n tan intrascendente y molesta en otros museos como es subir las escaleras est¨¢ aqu¨ª cargada de sentido. Me explico: el museo se levanta f¨ªsica y simb¨®licamente alrededor de una columna estratigr¨¢fica gigante. Una columna estratigr¨¢fica es un corte en secci¨®n del terreno donde se encuentra un yacimiento arqueol¨®gico. Las diferentes capas de restos y sedimentos van marcando el lento paso de los milenios. En la parte m¨¢s baja de la columna, es decir, sepultados en lo m¨¢s profundo de la tierra, descansan los restos de las sociedades m¨¢s antiguas, los cazadores y los recolectores de hace 50.000 a?os. En lo m¨¢s alto est¨¢ el alquitr¨¢n de nuestras autopistas. El museo tiene tres salas permanentes, tres pisos, tres alturas estratigr¨¢ficas, a las que se accede sin perder nunca de vista, a medida que ascendemos por la escalera, la gigantesca maqueta de los estratos.
El primer piso corresponde a la sociedad m¨¢s antigua, a Los Millares. Explicaciones breves y claras, pantallas t¨¢ctiles con informaci¨®n adicional. Ojal¨¢ no se rompan o se arreglen r¨¢pidamente si se estropean. Maquetas espectaculares, y las inevitables vitrinas con los restos hallados. Pero no muchas, no cansan. Y hay una proyecci¨®n continua, de gran calidad, que reconstruye la vida de Los Millares. El segundo piso corresponde a una etapa posterior, a la siniestra y desigual sociedad arg¨¢rica, la sociedad que apareci¨® tras Los Millares. Su recreaci¨®n es sugerente, provocadora y atrevida como una instalaci¨®n de Arco. El piso m¨¢s alto, el estrato superior, est¨¢ dedicado a las sociedades romana e isl¨¢mica, que en este vertiginoso abismo de milenios, parecen, y son, nuestros contempor¨¢neos.
Salgo del edificio d¨¢ndole vueltas a la cabeza, pero salir de un museo reflexionando es una excelente noticia para el museo. Salgo pregunt¨¢ndome si nuestra recreaci¨®n de aquellas profundidades milenarias no est¨¢ cortada por patrones modernos, contaminada de prejuicios y pel¨ªculas de Hollywood. Seguramente, me respondo. Sucede tambi¨¦n con la literatura. Pero ?cu¨¢l es la otra opci¨®n? ?No interpretar? ?Exhibir los objetos as¨¦pticamente con un letrerito en la base? No. Hay que mojarse. Hay que interpretar aunque uno se equivoque. Seguramente el conocimiento humano no sea otra cosa que una gran equivocaci¨®n. Pero eso no quita que museos como el Arqueol¨®gico de Almer¨ªa sean todo un acierto. Boina.
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