Tiempos nuevos
Cuando el presidente Ibarretxe salt¨® sobre la noticia del alto el fuego de ETA con su tradicional sonsonete sobre la mesa de partidos y la consulta democr¨¢tica a la sociedad vasca me acord¨¦ de uno de los m¨¢s sonados patinazos del presidente Mitterrand. Fue en verano de 1991. Un sector de la vieja nomenclatura sovi¨¦tica intent¨® un golpe de Estado contra Gorbachov. La primera reacci¨®n del presidente franc¨¦s fue reconocer a los golpistas. ?Qu¨¦ tienen en com¨²n estos dos hechos? En ambos casos dos dirigentes pol¨ªticos reconocidos responden a un acontecimiento con los reflejos del pasado. La respuesta de Mitterrand es la de un pol¨ªtico brillante y capaz que hab¨ªa hecho su carrera en la guerra fr¨ªa. Y actuaba conforme a las reglas de ¨¦sta. S¨®lo que la guerra fr¨ªa ya hab¨ªa terminado. Ibarretxe reaccion¨® al comunicado de ETA conforme a las claves de los a?os del impasse terrorista en que la pol¨ªtica vasca ha sido un espect¨¢culo escenificado sobre una cruel realidad que los nacionalistas trataban de minimizar. El alto el fuego forjado al margen del PNV abre un escenario que si se consolida pondr¨¢ en evidencia a m¨¢s de uno. Las estrategias de los tiempos de la violencia se har¨¢n r¨¢pidamente obsoletas.
La pol¨ªtica vasca era una pol¨ªtica de excepci¨®n. La violencia falseaba por completo el juego democr¨¢tico. El nacionalismo vasco especulaba con los se?uelos de la autodeterminaci¨®n y el ¨¢mbito de decisi¨®n vasco creando con ellos una ficci¨®n, de la que ¨¦l era el depositario, que le permit¨ªa levantar acta de la insatisfacci¨®n permanente, como si el Estado estuviera en deuda estructural con Euskadi. Los partidos que se alternaban en el Gobierno de Madrid convert¨ªan la pol¨ªtica vasca en una variante de la lucha antiterrorista, con lo cual se reforzaba la complicidad en la ficci¨®n entre los nacionalistas vascos y quien ten¨ªa mayor¨ªa en el Congreso. Este juego de asistencia mutua permiti¨® al PNV beneficiarse de un sistema de mayor¨ªas pol¨ªticas que hasta 1998 prescind¨ªa de la representaci¨®n abertzale. Despu¨¦s, el PNV quiso traicionar el esquema y aliarse con el entorno etarra con la esperanza de ser el hacedor de la paz. Pero el fin de la violencia siempre se consigue entre quienes representan las dos partes del conflicto. Y el PNV, a base de querer estar en todas partes, ha corrido el riesgo de no estar en ninguna.
En el nuevo escenario, parad¨®jicamente las banderas con que el PNV adornaba el impasse vasco -la autodeterminaci¨®n y la independencia- perder¨¢n preeminencia. Si ETA ha tomado la decisi¨®n de dejar las armas y convertir a su entorno en una especie de Esquerra Republicana no es para exigir imposibles, sino para tener poder, que es lo que quiere cualquier partido en una situaci¨®n normal. La disputa democr¨¢tica del poder puede acarrear algunas dificultades al sistema de hegemon¨ªa que el PNV hab¨ªa construido y parec¨ªa eterno. Para este tipo de partidos tener el monopolio del nacionalismo es muy importante: les permite fabular una identificaci¨®n entre ellos y la naci¨®n y les convierte en interlocutores obligados de todas las partes. Y as¨ª el PNV se entendi¨® por igual con Su¨¢rez, con Gonz¨¢lez y con Aznar, hasta que ¨¦ste leg¨ªtimamente se sinti¨® traicionado en Lizarra. Cuando pierden el monopolio se encuentran de golpe recolocados conforme a otro eje: el eje derecha/izquierda que, a pesar de todo, sigue siendo el primer criterio de adscripci¨®n pol¨ªtica de los ciudadanos. En este sentido, aunque pueda parecer fantasiosa a corto plazo, no es del todo disparatada la paranoia que les ha entrado a los nacionalistas vascos de que el PSOE en el futuro pueda hacerles una pinza con el abertzalismo. Sin duda, es el modelo catal¨¢n el que genera estos miedos prematuros. Pero este modelo da otra pista: el PSE en un Pa¨ªs Vasco normalizado probablemente gane en autonom¨ªa al modo del PSC. Con lo cual podr¨ªa repetirse a escala vasca el conflicto de intereses que hoy hay entre Zapatero y Maragall.
En el Pa¨ªs Vasco, los que mejor sepan entender que las estrategias de ayer no sirven para el nuevo contexto ser¨¢n los mejor situados de cara al futuro. Al fin y al cabo tambi¨¦n en pol¨ªtica la inteligencia es la capacidad de adaptaci¨®n a los cambios del medio. De momento, Zapatero lleva ventaja.
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