Las revelaciones de Sat¨¢n
Aunque no hay dogma respecto a la existencia del diablo (se puede ser cristiano y no creer en el demonio), desde los primeros tiempos del cristianismo los te¨®logos especularon obsesivamente sobre su naturaleza, su aspecto, su sexo y su n¨²mero. Para un te¨®logo medieval, por ejemplo, el n¨²mero total de diablos ascender¨ªa a 1.758.064.176 (66 cohortes formadas por 666 compa?¨ªas de 6.666 diablos cada una). Pero esto era en el siglo XIII, y como no sabemos a ciencia cierta si los diablos nacen, crecen, se reproducen y mueren, tampoco podemos asegurar que la cifra siga siendo la misma. Adem¨¢s, para hablar del ¨²ltimo libro de Cristina Fern¨¢ndez Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) -lectura inexcusable, que quede dicho- s¨®lo deber¨ªamos contabilizar a los Parientes pobres del diablo, como dice el t¨ªtulo, lo que a su vez plantea el problema de cu¨¢les de estos diablos escol¨¢sticos podr¨ªan considerarse parientes pobres y cu¨¢les no.
PARIENTES POBRES DEL DIABLO
Cristina Fern¨¢ndez Cubas
Tusquets. Barcelona, 2006
180 p¨¢ginas. 14 euros
Quiz¨¢ la pregunta sea bizanti
na, pero la obsesi¨®n con el mal es una realidad que perdura. Si en Cosas que ya no existen (Lumen) Cristina Fern¨¢ndez Cubas apost¨® por la metaficci¨®n historiogr¨¢fica, con un planteamiento que problematizaba las relaciones entre historia y ficci¨®n, en Parientes pobres del diablo ha reunido tres relatos largos, o novellas, que comparten la presencia del diablo. El g¨¦nero literario no necesita m¨¢s aclaraci¨®n; pero la aparici¨®n del demonio, que da carta de naturaleza a los tres relatos, agrup¨¢ndolos en una estructura de sentido completa, tal vez s¨ª, y quiz¨¢ por razones parecidas a las que obsesionaron a los te¨®logos, como d¨®nde se haya el mal, c¨®mo se manifiesta, qui¨¦n es capaz de detectarlo y, sobre todo, c¨®mo actuar en consecuencia.
La primera novella, tal vez la m¨¢s estremecedora, con p¨¢ginas dignas de Joseph Conrad, lleva por t¨ªtulo 'La fiebre azul', y relata la experiencia de un hombre que, estando alojado en la habitaci¨®n de un hotel africano junto a un manglar, experimenta una revelaci¨®n sobre s¨ª mismo. Al ver en qu¨¦ se ha convertido, surge la posibilidad de cambio. Esta epifan¨ªa se completa con el regreso a su hogar y el reencuentro con su familia. All¨ª comprende que la encarnaci¨®n del mal no est¨¢ en lo extra?o y lo amenazante, sino todo lo contrario: en el mundo siniestro que ¨¦l mismo ha creado, el que le es m¨¢s familiar, su casa, su esposa, sus hijos. ?stos -su pasado- son Belceb¨².
El segundo relato es el que da t¨ªtulo al libro, 'Parientes pobres del diablo'. Aqu¨ª una mujer narra su relaci¨®n con Claudio, un burgu¨¦s joven, pedante y rico, al que conoce justo despu¨¦s de haber visto al diablo en una calle de M¨¦xico (la narradora, como algunos te¨®logos, sostiene que el diablo es guapo). Claudio se dedica a viajar por todo el mundo al tiempo que escribe un ensayo sobre los que ¨¦l llama parientes pobres del diablo (PPDD). Como casi todos los envenenados por las teor¨ªas conspiratorias, alimenta en su cuerpo al demonio de la paranoia hasta que, en un momento de lucidez, asiste a la revelaci¨®n de que ¨¦l es uno de esos parientes pobres del diablo a los que denosta y teme. Como un endiablado de Dostoievski, Claudio no soportar¨¢ su presente, ser un PPDD.
'El moscard¨®n', la tercera no
vella, narra la revelaci¨®n de una vieja -ella se llama as¨ª, rechazando eufemismos como tercera edad- cuando un moscard¨®n aparece zumbando por su salita y ella lo identifica inmediatamente con el Anticristo. El moscard¨®n es a la vieja lo que la magdalena a Marcel (Proust). Emilia, la protagonista, regresar¨¢ a los recuerdos de su infancia, adapt¨¢ndolos a la medida de sus deseos y procurando ser fiel a los dictados de su imaginaci¨®n. Esta vieja, que se siente amenazada por sus sobrinos con la residencia, ver¨¢ en el futuro a su diablo y cifrar¨¢ todas sus esperanzas en revivir los buenos tiempos. Con meticulosidad, despistes geniales, peque?as venganzas y mucho humor, la anciana conjurar¨¢ el futuro.
Con estos diablos que aparecen bajo la forma de la familia, de la obsesi¨®n, o de un pasado que nos atosiga con nuestras omisiones (quiz¨¢s ¨¦ste sea el mal que m¨¢s indulgencia despierta), Cristina Fern¨¢ndez Cubas dice los n¨²meros del mal y describe sus tiempos, pero sin teolog¨ªas ni razonamientos escol¨¢sticos. Le basta con una de las mejores prosas que tenemos y la lucidez de quien teje con sabidur¨ªa. Imprescindible.
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