?Nacionalismo? Los ingleses tambi¨¦n
El creciente papel de los escoceses desata irritaci¨®n y un patriotismo nuevo en Inglaterra
No est¨¢ m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de lo posible imaginar que alg¨²n d¨ªa los ingleses decidan boicotear el whisky escoc¨¦s y optar por el de Irlanda, Kentucky o incluso el espa?ol. No es inconcebible que llegue el momento en el que las amas de casas inglesas recorran los supermercados con listas extra¨ªdas de Internet que identifiquen productos prohibidos made in Scotland.
Gordon Brown, el ministro de Finanzas brit¨¢nico y presunto heredero de Tony Blair como primer ministro, hizo un discurso hace poco en el que destac¨® la necesidad de definir con m¨¢s claridad y orgullo el concepto de la britanidad (britishness). Habr¨ªa que imitar m¨¢s a los americanos, celebrar un d¨ªa patrio "equivalente al 4 de julio" (d¨ªa en el que los americanos festejan el fin de la colonia brit¨¢nica, pero Brown no parece haber detectado la iron¨ªa) y "plantar la bandera en todos nuestros jardines". El problema, como se?al¨® el l¨ªder conservador David Cameron, es que para los brit¨¢nicos, la gente con el sentido del rid¨ªculo m¨¢s elaborado de la Tierra, "eso sencillamente no se hace". Plantar la bandera brit¨¢nica en el jard¨ªn es, en cuanto al car¨¢cter nacional, lo m¨¢s antibrit¨¢nico que hay.
Los diputados escoceses en el Parlamento brit¨¢nico ejercen m¨¢s poder sobre las leyes inglesas que los diputados ingleses sobre las leyes escocesas
Hace 15 a?os, los sondeos demostraban que los ingleses se sent¨ªan primero brit¨¢nicos y luego ingleses; ahora ocurre justo lo contrario
Muchos ingleses est¨¢n sencillamente hartos de lo que perciben como una falta de respeto permanente hacia ellos por parte de los escoceses
Por eso a nadie se le escap¨® que el motivo real por el que Brown decidi¨® envolverse en la bandera brit¨¢nica fue para cubrir el hecho de que es, de pies a cabeza, escoc¨¦s. Dado que la diferencia entre el acento londinense y el de Glasgow, la ciudad natal de Brown, es tan marcada como la diferencia entre el acento madrile?o y el mexicano, el ministro de Finanzas se delata cada vez que abre la boca. Y esto, en una ¨¦poca en la historia de Gran Breta?a en la que los ingleses se sienten especialmente resentidos con sus vecinos del norte, se puede convertir en un serio problema pol¨ªtico para ¨¦l.
Como ha escrito The Sunday Times, "Brown teme que un exceso de escociedad, como corroborran las encuestas, pudiera convertirse en un obst¨¢culo para su ambici¨®n de ser primer ministro... Est¨¢ jugando con nuestro sentido de identidad nacional para resolver su propia crisis".
Algo nuevo est¨¢ ocurriendo en Inglaterra. Se vislumbran las semillas de un impulso separatista que desde el Acta de Uni¨®n con Escocia de 1707 no ha existido. Se debe a dos factores. Primero, una reacci¨®n visceral entre la gente de a pie al rechazo hacia los ingleses que signific¨® la creaci¨®n de un Parlamento escoc¨¦s en el a?o 2000. Segundo, a la extraordinaria anomal¨ªa (palabra utilizada constantemente por pol¨ªticos de todos los colores) de que, desde que empez¨® a funcionar el Parlamento escoc¨¦s, los diputados escoceses en el Parlamento brit¨¢nico de Westminster, en Londres, ejercen m¨¢s poder sobre la leyes inglesas que los diputados ingleses sobre las leyes escocesas.
"M¨¢s que una anomal¨ªa"
"Para m¨ª esto es mucho m¨¢s que una anomal¨ªa", dice lord Baker, ministro del Interior brit¨¢nico en tiempos de Margaret Thatcher. "Es una afrenta a los principios democr¨¢ticos m¨¢s elementales, y si eso sigue as¨ª, la situaci¨®n se podr¨ªa volver muy, muy fea".
Lord Baker (anteriormente Kenneth Baker), que habl¨® con EL PA?S en su despacho de la C¨¢mara de los Lores, introdujo el mes pasado una propuesta de ley cuyo objetivo es corregir el desequilibrio constitucional entre Escocia e Inglaterra; una propuesta que acaba de incorporarse como pol¨ªtica oficial del Partido Conservador. El problema es el siguiente. El Parlamento escoc¨¦s es aut¨®nomo en todo lo que tiene que ver con pol¨ªtica de salud, agricultura, educaci¨®n y transporte. Antes de 2000 esto se hac¨ªa desde Westminster, y se sigue haciendo as¨ª para Inglaterra, que no tiene -ni hasta ahora ha deseado tener- su propio Parlamento.
"Entonces", como dice lord Baker, "hay una injusta divisi¨®n de poderes en Westminster, y lo que yo propongo es una f¨®rmula para que s¨®lo diputados ingleses voten sobre cuestiones inglesas". Actualmente, las ¨²nicas leyes que se hacen para Escocia desde el Parlamento brit¨¢nico son las que tienen que ver con los impuestos, la seguridad social, y la guerra y la paz. Para Inglaterra se hacen estas leyes y absolutamente todas las dem¨¢s. Eso significa que los 58 diputados pueden votar en contra o a favor de un alto porcentaje de leyes inglesas sin representatividad democr¨¢tica alguna.
Ian Jack, director de la editorial Granta y ex director del diario The Independent, es una conocida figura escocesa en Inglaterra. Jack, que lleva 36 a?os en Londres, observ¨® que, a diferencia de la imagen que se puede tener de los brit¨¢nicos en el resto de Europa, esta "aberraci¨®n" constitucional demuestra "lo poco racionales que somos". "Un pa¨ªs m¨¢s racional tendr¨ªa cuatro asambleas legislativas -una para Escocia, una para Gales, una para Irlanda del Norte y otra para Inglaterra-, y quiz¨¢ la C¨¢mara de los Lores para temas que afectan a todos".
Parte de la reacci¨®n la ha dado lord Baker; otra, el Partido de los Dem¨®cratas Ingleses, fundado en 2000 con el prop¨®sito de ir m¨¢s all¨¢ que Baker y crear un Parlamento ingl¨¦s. "Gordon Brown est¨¢ yendo en contra de la corriente hist¨®rica", dice Robin Tilbrook, l¨ªder del nuevo partido. "Hace apenas 15 a?os, las encuestas demostraban que los ingleses se sent¨ªan primero brit¨¢nicos y despu¨¦s ingleses. Hoy los ingleses dicen, mayoritariamente, lo contrario. En este sentido se han vuelto mucho m¨¢s nacionalistas, como siempre han sido los escoceses".
La expresi¨®n m¨¢s notable del crecimiento del sentimiento ingl¨¦s entre la gente de a pie ha sido el auge extraordinario en las ventas de banderas inglesas desde que comenz¨® el siglo. Tambi¨¦n se ve algo hoy que hubiera sido inimaginable hace una d¨¦cada: pegatinas en los coches proclamando el nacionalismo ingl¨¦s. Esto no es tanto una reacci¨®n al complejo dilema constitucional, cuyos detalles pocos conocen aunque el tema se debate m¨¢s y m¨¢s en los medios, sino a que mucho ingleses est¨¢n sencillamente hartos de lo que perciben como una falta de respeto permanente hacia ellos de parte de los escoceses. Muchos ingleses se fijaron, por ejemplo, en que (recordando un tanto la actitud de algunos catalnes hacia la selecci¨®n espa?ola) cuando Inglaterra jug¨® contra Brasil en los cuartos de final de la ¨²ltima copa del mundo media Escocia se compr¨® una camiseta brasile?a.
"Incluso ahora que han logrado su objetivo de tener su propio parlamento, y que hay seis ministros escoceses en el gabinete de Blair, no dejan de menospreciar a los ingleses", se?al¨® un alto funcioario de gobierno en Londres. "Hay un creciente sentimiento de irritaci¨®n ante la idea que parecen tener muchos escoceses de que pueden reirse de los ingleses de una manera que ser¨ªa absolutamete inaceptable si fueran negros, musulmanes o jud¨ªos".
La indignaci¨®n, no del todo diferente a la reacci¨®n que se ha dado en ciertas partes de Espa?a a la cuesti¨®n del estatuto catal¨¢n, parte de la idea de que "?les hemos dado todo lo que quieren, piden m¨¢s, y encima nos insultan!".
?Injusticia con los ingleses?
Lord Baker, cuya esposa es escocesa y cuyos dos hijos han hecho sus estudios en Escocia, teme que llegue el d¨ªa en que estos sentimientos viscerales antiescoceses converjan con una percepci¨®n generalizada de lo que ¨¦l ha entendido: que a nivel pol¨ªtico los ingleses est¨¢n sufriendo una injusticia. Cuando afirm¨® que el clima pol¨ªtico se podr¨ªa poner "muy, muy feo", lord Baker ten¨ªa en mente, explic¨®, la siguiente hipot¨¦tica, pero altamente posible, circunstancia. "Imag¨ªnese que nuestro pr¨®ximo gobierno sigue siendo laborista con una mayor¨ªa reducida y Gordon Brown a la cabeza. Imag¨ªnese que el gobierno introduzca una ley impopular que cambie el sistema escolar ingl¨¦s y que apruebe la ley gracias a la mayor¨ªa que le dar¨ªan los votos de los diputados escoceses, que incluirian el voto del mism¨ªsmo Brown. Imag¨ªnese que, como es probable en este caso, nuestra prensa sensacionalista caliente los ¨¢nimos. Lo que habr¨ªa, se lo aseguro, ser¨ªan disturbios callejeros".
Esto, dice Baker, "no es fantas¨ªa". El gobierno laborista actual no quiere coger el toro por los cuernos por un sencillo motivo: "En Inglatera raras veces tienen mayor¨ªa parlamentaria los laboristas. Dependen de los diputados escoceses para poder formar un gobierno". Pero, m¨¢s all¨¢ de consideraciones partidistas, existe un problema objetivo irrefutable, dice lord Baker, que los mismos laboristas reconocen como tal. "Tarde o temprano algo ocurrir¨¢ que haga que la mayor¨ªa de la gente se percate de la injusticia que estamos viviendo y por eso estoy convencido de que un d¨ªa, aunque quiz¨¢ yo no viva para verlo, habr¨¢ un parlamento ingl¨¦s".
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