Man¨ªas que destrozan la vida
As¨ª son los d¨ªas de los enfermos de trastornos compulsivos, v¨ªctimas de sus propias obsesiones
Cuando va a salir de casa, ella revisa la llave del gas una vez; y otra vez; y otra vez; hasta 20 veces, sin poder atravesar la puerta e irse, sin dejar de volver sobre sus pasos a revisar -una vez m¨¢s- la maldita llave del gas. "S¨¦ que el tiempo se me echa encima, que llego tarde, a veces a citas importantes, pero no puedo dejar de revisar la llave del gas, y las ventanas, y las puertas, es algo superior a m¨ª, que me hace perder mucho tiempo, que me consume", comenta esta mujer de 28 a?os que prefiere "por verg¨¹enza" que su nombre no aparezca.
Esta mujer padece un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), una patolog¨ªa psiqui¨¢trica de apariencia pueril capaz de arruinar vidas enteras. Los enfermos de este mal se ven asaltados por determinados pensamientos -por lo general negativos, de cat¨¢strofes que se avecinan- de los que no pueden escapar y se ven obligados a llevar a cabo determinadas acciones para conjurarlos. No hay todav¨ªa una respuesta a la causa. Algunas teor¨ªas lo achacan a una predisposici¨®n gen¨¦tica, pero otras la niegan. Pero todos coinciden en que entre el 1% y el 3% de la poblaci¨®n sufre este trastorno.
El jugador de f¨²tbol del Real Madrid David Beckham, confes¨® la semana pasada en una televisi¨®n brit¨¢nica que sufre esta enfermedad y alguno de sus s¨ªntomas. Necesita ordenar los botes de bebida en la nevera por pares, necesita ordenar las prendas del armario por gamas de color...
"Har¨ªa falta un an¨¢lisis m¨¢s personal y exhaustivo, as¨ª, por lo publicado, no se puede asegurar si Beckham padece un TOC, pero los s¨ªntomas s¨ª que son de esa enfermedad", explica el psic¨®logo cl¨ªnico Pedro Rodr¨ªguez. A lo largo de su carrera, Rodr¨ªguez ha atendido numerosos casos de enfermos de TOC. Algunos no se le olvidan: "Atend¨ª a un paciente que, para no tocar con la mano el picaporte y contaminarse, abr¨ªa las puertas con el codo, protegido por la manga del jersey; si el picaporte era de los que se abr¨ªan para abajo, lo abr¨ªa y pasaba. Pero si era de los redondos, como con el codo no pod¨ªa accionarlo, pues esperaba a que alguien pasara y le abriera la puerta". Rodr¨ªguez a?ade: "Este mismo joven empezaba a pensar que a alguien de su familia le iba a ocurrir algo muy malo si no tocaba madera. As¨ª, empezaba a tocar compulsivamente el tablero de la mesa. Eso, simplemente, le imped¨ªa concentrarse, estudiar, sacar los estudios. Ten¨ªa trabajo, pero, claro, el trastorno que padec¨ªa le imped¨ªa desempe?arlo de manera adecuada: la enfermedad interfer¨ªa en su vida de manera notable".
"Dif¨ªcil frontera"
A veces, es dif¨ªcil separar la simple man¨ªa del comportamiento patol¨®gico. "Esto es una gradaci¨®n: es dif¨ªcil establecer una frontera. Pero si esa dolencia, o comportamiento, es capaz de afectarte la vida, para peor, de estrope¨¢rtela, entonces estamos ante una patolog¨ªa ante la que hay que actuar. Naturalmente, hay casos m¨¢s graves y menos graves, pero siempre tienen que ver con trastornos de ansiedad", a?ade. Para este psic¨®logo, el personaje de Malvin, el escritor neoyorquino interpretado por Jack Nicholson en Mejor imposible, es "un retrato casi perfecto de un caso grave de trastorno obsesivo compulsivo". Hay otros ejemplos del cine: la interpretaci¨®n que hace Leonardo di Caprio de Howard Hughes en El aviador.
Mar¨ªa Teresa Mir¨®, psicoanalista y presidenta de la Sociedad Espa?ola de Psicoan¨¢lisis, considera que "el paciente obsesivo trata de defenderse de ansiedades intensas a trav¨¦s de mecanismos de defensa que intentan apartar dichas emociones". Y a su juicio, el tratamiento que mejor responde, "aunque hay que estudiar siempre caso por caso", es la mezcla de terapia con f¨¢rmacos. A juicio de otro m¨¦dico y psicoanalista, Demian Ruvinsky, el TOC, que acarrea "una ansiedad muy grande", se origina "por la manera de defenderse de un deseo censurado". "En el caso de los obsesivos por un orden r¨ªgido, ¨¦ste responde a que sienten algo amenazante en el exterior", a?ade.
Hay ni?os que s¨®lo pueden comer galletas impares, o que antes de acostarse golpean la nevera tres veces; o adultos que van en autob¨²s porque no pueden soportar la angustia -y la verg¨¹enza ante uno mismo- que les provoca el revisar una y otra vez las puertas del coche para ver si las han cerrado bien. O quien, como Carlos (nombre ficticio), que emplea en lavarse, cada d¨ªa "cerca de tres horas". Y concluye, con amargura: "Yo tengo 39 a?os, y la enfermedad se me acentu¨® a los 30. Si lo hubiera hecho a los 15, estoy seguro de que no habr¨ªa podido terminar una carrera. Estar¨ªa, como otros muchos obsesivos compulsivos que conozco, en el paro".
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