S¨®lo Mickelson le quita 'grandes' a Woods
El golfista zurdo consigue su segunda chaqueta verde en una ¨²ltima jornada brillante de Olaz¨¢bal, tercero, y Jim¨¦nez, 11?
Los gritos se oyeron por todo el campo. Los hurras, los bravos, los vivas. En dos ocasiones. Repetidos con un intervalo de 10 minutos. Le llegaron, ensordecedores, a Phil Mickelson, a Fred Couples, que marchaban por la calle del 15. La primera vez, cuando Tiger Woods, furia controlada, movi¨® con temple y profundidad el hierro 5 y dej¨® la bola a unas pulgadas del agujero del 16. La segunda, cuando convirti¨® el birdie. Era la se?al que esperaba la multitud, el gesto, la chispa que deb¨ªa incendiar el Masters, la carga del Tigre. Llegaba, quiz¨¢s, demasiado tarde. Llegaba cuando Mickelson, l¨ªder tranquilo toda la tarde, se encontraba en -7, demasiado lejos, demasiado tarde. Pero el golf, como la vida, es una cuesti¨®n de fe. Y de Tiger Woods lo ¨²nico que se sabe que no puede es con la enfermedad de su padre, Earl, que agoniza en su casa de California, que mantiene al golfista con un ojo en Augusta, en el este, con la cabeza en el Oeste, en las llamadas telef¨®nicas cotidianas. Con el resto, qui¨¦n lo duda, no hay l¨ªmites para Woods, quien, a los 30 a?os, camina hacia la consideraci¨®n de mejor golfista de la historia. All¨ª estaba su quinto Masters, all¨ª. El milagro era posible, la incre¨ªble remontada. As¨ª lo cre¨ªa la masa.
Fue un espejismo. Mickelson no se derriti¨®.
Al birdie de Woods, respondi¨® Mickelson, el zurdo de San Diego, con otro y un resplandor de dientes, una sonrisa de monaguillo, ingenuo y feliz, que desarm¨® a Woods. A falta de tres hoyos, Mickelson, que ya se hab¨ªa desembarazado de la amenaza de su compa?ero de partido, el veterano Fred Couples, espalda doliente, era l¨ªder con cuatro golpes de diferencia. Woods, caballero, generoso, le dej¨® todos los focos. Hizo bogey en el 17. Una indicaci¨®n m¨¢s de que el putter, las manos, la sensibilidad, ser¨ªa quien ganara Augusta, no la potencia, la fuerza. Todo el honor, todo el poder para Mickelson, quien, a los 35 a?os, logra su tercer grande y su segunda chaqueta verde, dos a?os despu¨¦s.
Un par de horas antes de que Mickelson alcanzara la gloria, Miguel ?ngel Jim¨¦nez lleg¨® a sentirse tocado por la gracia. Todo lo que intentaba alrededor sal¨ªa perfecto. So?ado. Un chip por aqu¨ª, un pitch por all¨¢, un putt largo. Cabalgaba sobre una ola el malague?o y en el hoyo quinto lleg¨® a compartir el liderato. Aguant¨® hasta noveno. En el d¨¦cimo, un bogey, el primero tras 34 hoyos perfectos, le devolvi¨® a la realidad. Pero mientras Jim¨¦nez se dilu¨ªa con lentitud en los segundos nueve hoyos, Olaz¨¢bal, que hab¨ªa iniciado la ¨²ltima ronda con +2, a seis golpes del l¨ªder, Mickelson, crec¨ªa y crec¨ªa. Alcanz¨® el ¨¦xtasis en el hoyo 15, en una madera 5 estruendosa desde 221 metros. Vuelo. Aterrizaje. La bola clavada a menos de un metro de la bandera. Un eagle que le hizo so?ar con el imposible. "S¨ª, llegu¨¦ a creer en el milagro", dijo Olaz¨¢bal, que jug¨® por primera vez en Augusta con un cocodrilo a rayas; Olaz¨¢bal, el pegador, que jug¨® los pares 5 en -12 durante el torneo, que logr¨® con sus 66 de ayer la mejor ronda de todo el Masters. "Sobre todo porque ve¨ªa que por arriba no se mov¨ªan, que nadie se destacaba. Estaba yo en -5, a un golpe de Mickelson, pero luego llegaron los tres putts en el 16, el bogey que me baj¨® a la tierra. Y, adem¨¢s, sab¨ªa que los dem¨¢s lo tendr¨ªan a huevo en los hoyos que yo acababa de pasar, que no hab¨ªa nada que hacer".
Augusta, un campo al que la lluvia del s¨¢bado -y pese al buen trabajo de la maquinaria subterr¨¢nea que a modo de gigantes aspiradoras luch¨® toda la noche contra la humedad- dej¨® los greenes tan receptivos que no hab¨ªa quien no se atrev¨ªa a jugar directamente a bandera, obviando el peligro de las imposibles ubicaciones de los hoyos. Pero se equivoc¨® Olaz¨¢bal. Nadie m¨¢s se aprovech¨® de la facilidad de los pares cinco, de la bonanza de los greenes. Ni siquiera Woods. S¨®lo Mickelson, el primer jugador que gana el Masters portando dos drivers en la bolsa de palos -uno con m¨¢s peso en el tal¨®n para cerrar la bola, mandarla de derecha a izquierda; otro, en la punta, para los golpes abiertos-, el ¨²nico golfista capaz de ganar grandes con regularidad en el imperio de Woods, gan¨® el Masters con su toque, su imaginaci¨®n y precisi¨®n en el juego corto. Y a Olaz¨¢bal, en el ¨²ltimo suspiro, con un golpe incre¨ªble desde el b¨²nker del 18, el surafricano Tim Clark le priv¨® del segundo puesto.
Clasificaci¨®n: 1. P. Mickelson (EE UU), 281 golpes. 2. T. Clark (Sur.), 283. 3. J. M. Olaz¨¢bal, R. Goosen (Sur.), T. Woods. Ch. Campbell, F. Couples (EE UU), 284. 8. V. Singh (Fiyi), 285. 11
. Miguel A. Jim¨¦nez, 287. 46. S. Garc¨ªa, 298
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