Explicar el pasado
Las palabras ciencia o cient¨ªfico tienen una acepci¨®n lata y una acepci¨®n estricta. En su acepci¨®n lata, un historiador, un soci¨®logo o un fil¨®logo son cient¨ªficos y utilizan una metodolog¨ªa cient¨ªfica. En su acepci¨®n estricta, ciencia y cient¨ªfico se circunscriben a las ciencias experimentales, ¨¦sas que, de forma coloquial, se denominan "ciencias duras".
Muchos de los cient¨ªficos experimentales no consideran que las ciencias sociales o las humanidades sean verdadera ciencia. ?ste es uno de esos debates plat¨®nicos, arquet¨ªpicos, que la civilizaci¨®n jam¨¢s resolver¨¢. Claro que la reivindicaci¨®n para las disciplinas "de letras" del vocabulario cientifista tiene mucho de impostado, porque las ciencias sociales y las humanidades son en s¨ª mismas la prueba palpable de que la metodolog¨ªa cient¨ªfica no funciona correctamente en el ¨¢mbito social o cultural. Toda la elaboraci¨®n te¨®rica del marxismo, a lo largo de siglo y medio, fue un esfuerzo in¨²til por explicar el pasado y vaticinar el futuro mediante leyes mecanicistas que deb¨ªan reelaborarse constantemente ante los imprevisibles movimientos de la realidad social, una realidad siempre rebelde a esos "cient¨ªficos" designios.
Nos vamos asomando a una realidad que ninguna investigaci¨®n hab¨ªa sido capaz de vislumbrar
El futuro, en el plano pol¨ªtico, econ¨®mico o social, nunca deja de darnos sorpresas
Las ciencias sociales y las humanidades son imprecisas en lo metodol¨®gico porque frecuentan la entidad m¨¢s ardua, ca¨®tica e imprecisa de todo el universo conocido: el ser humano. Pueden explicar con relativa fiabilidad lo que ya ha ocurrido, pero no logran trasladar a la realidad social el rigor con que las ciencias duras realizan otras previsiones mediante la aplicaci¨®n de f¨®rmulas y medidas. Por eso, el futuro, en el plano pol¨ªtico, econ¨®mico o social, nunca deja de darnos sorpresas, de ofrecer continuos sobresaltos. Otras cuesti¨®n es que, una vez que las cosas ya han sucedido, todos corramos a indagar en la presunta causalidad que las explica. Un caso emblem¨¢tico fue la ca¨ªda del bloque sovi¨¦tico: aquel que durante d¨¦cadas se hab¨ªa presentado, ante toda clase de int¨¦rpretes de la realidad, como un soberbio y bien construido imperio, se derrumb¨® en unos cuantos meses, y lo hizo sin que antes hubiera dado muestras de debilidad y sin que los analistas lograran detectarla.
?Era previsible la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn? ?Pudo alguien augurar la Revoluci¨®n Francesa? Las ciencias sociales no logran anticipar esos fen¨®menos. Recientemente, ETA ha declarado un "alto el fuego permanente" y, si bien ciertas informaciones iban alimentando esa expectativa, las circunstancias en que se desarrolla el proceso siguen teniendo su buena parte de sorpresa. Porque ETA, para toda clase de analistas, era hasta ayer una realidad s¨®lida, dotada de probada competencia militar y reducida, pero irreductible, base social de apoyo. Sin embargo, la misma debilidad interna de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que nadie supo detectar con antelaci¨®n, parec¨ªa habitar en la organizaci¨®n terrorista, y algo que nadie imaginaba se nos revela ahora con la fuerza de una evidencia.
Nos vamos asomando a una realidad que ninguna investigaci¨®n hab¨ªa sido capaz siquiera de vislumbrar. Nadie hab¨ªa detectado el cansancio de ese mundo ferozmente militante, la claustrofobia de los que en ¨¦l se mov¨ªan, incluso la extensi¨®n de un deseo sordo y clandestino por terminar. La ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica fue una sorpresa que interiorizamos de inmediato, hasta el punto de que hoy todos dir¨ªamos que, ante las fallas tremendas del sistema comunista, "las cosas no habr¨ªan podido terminar de otra manera". Quiz¨¢s muy pronto el an¨¢lisis de la sociedad vasca lleve a la conclusi¨®n de que "la pervivencia de la violencia era radicalmente imposible". ?Imposible? Por si acaso, nadie anticip¨® lo que ahora estamos viviendo. L¨¢stima que estos an¨¢lisis se realicen siempre a posteriori y l¨¢stima, por otro lado, que se mantenga una inc¨®gnita a¨²n m¨¢s importante: por qu¨¦ pervivi¨® durante tanto tiempo el fen¨®meno irracional de la violencia en una sociedad donde no se daban condiciones objetivas para esa pervivencia. La respuesta a esta pregunta s¨ª ser¨ªa un verdadero desaf¨ªo a la capacidad de las ciencias sociales y acaso su b¨²squeda ocupe a mucha gente durante las pr¨®ximas d¨¦cadas.
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