Incluso a veces leemos libros
Dicen que cada vez leemos menos. Lo dudo. Tambi¨¦n dicen que la gente cada vez va menos al cine. Puede ser, yo al menos soy uno de ¨¦sos. La paradoja es que no s¨®lo no he dejado de ver pel¨ªculas, sino que posiblemente estoy viendo m¨¢s cine que nunca. Y algo parecido podr¨ªamos decir de la m¨²sica. Antes, para o¨ªrla, deb¨ªamos acudir a una sala de conciertos, a un teatro de ¨®pera; ahora podemos embriagarnos con la m¨²sica en cualquier sitio con s¨®lo enchufarnos los auriculares a la oreja.
Y es que los tiempos est¨¢n cambiando, aunque en realidad no han parado de cambiar desde que tengo uso de raz¨®n. Debo reconocer que durante un tiempo se apoder¨® de m¨ª cierta mala conciencia por haber abandonado la costumbre de leer; de leer libros, cuentos, cosas as¨ª, se entiende. Con los primeros s¨ªntomas hice lo que todos solemos hacer ante la pereza: superarla a base de esfuerzos y sacrificio, marc¨¢ndome obligaciones y metas para mantener viva una fidelidad que, a pesar de todo, segu¨ªa languideciendo de forma muy parecida al fen¨®meno del desamor. Posiblemente estaba enga?ando a los libros con otra. Pero ?por qu¨¦ deb¨ªa sentirme mal? Adem¨¢s, lo cierto es que yo no tengo la sensaci¨®n de leer menos, aunque s¨ª es verdad que leo menos novelas. Pero tambi¨¦n tiene su l¨®gica. As¨ª que, tras un per¨ªodo esgrimiendo excusas por la falta de tiempo, el trabajo, las obligaciones y los compromisos, decides finalmente entregarte a la tentaci¨®n de otros lenguajes que irrumpen con fuerza en nuestro entorno cultural.
Necesitamos escritores, pero no tanto libros. Prensa, Internet, cine y TV cuentan historias
Pero, insisto, yo no he dejado de leer. Empezando por los peri¨®dicos y las revistas, que son citas regulares con la informaci¨®n y la opini¨®n, nuestra inmersi¨®n diaria con la actualidad nos ocupa buena parte del d¨ªa y la mayor¨ªa de las veces ni siquiera conseguimos agotarla. S¨®lo hay que ver la contundente oferta de la prensa dominical para darse cuenta de que es materialmente imposible leerse todo aquello sin perecer en el intento. Porque tambi¨¦n debemos ocuparnos de consultar ensayos, libros especializados y diccionarios, enciclopedias y toda clase de textos que nos ayudan a preparar y documentar nuestro trabajo, as¨ª como los estudios y los informes. Cualquier d¨ªa nos puede deparar citas con una literatura mucho menos amena y de la que que no nos podemos librar f¨¢cilmente: leyes, estatutos, contratos, presupuestos, facturas, convenios, reclamaciones, recibos y multas, sin olvidar los cr¨ªpticos manuales de uso, los folletos, la propaganda, los anuncios y las invitaciones. Cuando podemos, leemos c¨®mics y fanzines. Pero tambi¨¦n existen los guiones, las obras de teatro, los libretos, las letras de canciones, los subt¨ªtulos de las pel¨ªculas; incluso devoramos recetas de cocina y textos de autoayuda, sin olvidar que a algunos, en su mesita de noche, les aguarda la Biblia, el Cor¨¢n o el Talmud. Por si fuera poco, la era digital nos ha abierto los sentidos al vertiginoso territorio de Internet, que por s¨ª mismo ya es un caudal infinito de conocimiento, mayoritariamente escrito, pero tambi¨¦n muy orientado hacia un conocimiento intuitivo para el que debemos explorar y ejercitar nuestros propios l¨ªmites y nuestros propios sentidos. Con Internet tambi¨¦n tenemos una obligada cita con nuestro correo electr¨®nico, y m¨¢s recientemente con el fascinante mundo de los chats, los foros, los blogs (ni me atrevo a confesar el tiempo que invierto en leer blogs), y aqu¨ª podemos incluir tambi¨¦n el tiempo que dedicamos a leer y escribir mensajes del m¨®vil. Pues bien, a pesar de todo, incluso a veces leemos libros. Y tambi¨¦n dir¨ªa que escribimos m¨¢s. Aunque usamos menos el bol¨ªgrafo, nadie puede dudar que nos seguimos relacionando en gran medida por el texto escrito, pero no cabe duda que el libro, en tanto que contenedor y transmisor de conocimiento, ha tenido que hacer sitio -que no desaparecer- a un torrente de nuevos est¨ªmulos audiovisuales, medi¨¢ticos y de entretenimiento que, seg¨²n las preferencias de cada cual, relevan, suplantan, mejoran o vulgarizan el concepto tradicional de literatura. Quiz¨¢s para los editores y libreros del futuro el horizonte se presente una pizca menos lucrativo, pero no veo yo ning¨²n atisbo de extinci¨®n para dicho gremio, y mucho menos para el porvenir de los escritores que son, supuestamente, de quienes estamos hablando hoy, o por lo menos, de quienes sigo esperando mucho. Del mismo modo que Cervantes utiliz¨® la escritura para alcanzar una cima universal en el arte de escribir, y que los folletines de Flaubert manten¨ªan atrapada a la gente agrupada en corros por las calles del siglo XIX, no es menos cierto que la ¨¦poca en la que les toc¨® vivir no permit¨ªa gran variedad de formas de expresi¨®n. Hoy d¨ªa, el mismo entretenimiento, la misma informaci¨®n y toda clase de opiniones que nos ofrecen los peri¨®dicos y las revistas tambi¨¦n se pueden encontrar en la radio y la televisi¨®n. Los temas de consulta y los ensayos son rastreables a trav¨¦s de la Red, pero tambi¨¦n viendo o adquiriendo documentales especializados en soportes videogr¨¢ficos. La poes¨ªa ya no es una sublimaci¨®n exclusiva de las palabras: siempre ha habido poes¨ªa en la m¨²sica y en las canciones, en las im¨¢genes, en los graffiti e incluso en m¨¢s de un SMS. La actual oferta de entretenimiento, el ocio o la simple distracci¨®n barren como un tsunami el papel preponderante que la novela y la narrativa en general ha tenido en otros tiempos. Y no por ello hay que rasgarse las vestiduras. El cine -dig¨¢moslo ya- ha sido la novela del siglo XX, y todav¨ªa est¨¢ por ver cu¨¢l ser¨¢ la del siglo XXI. La demanda del ser humano por vivir historias ajenas como propias es inagotable. Por supuesto que necesitamos la literatura y necesitamos a los escritores. Pero quiz¨¢s ya no necesitamos tanto los libros porque han mutado en nuevas formas de llegar a nosotros. Muchas veces, la literatura es carne de cine y ha sido la fuente inspiradora de incontables obras maestras, del mismo modo que el "arte total" de Richard Wagner estaba intuyendo el cine, y su m¨²sica se aseguraba un brillante futuro mudando de los teatros de ¨®pera a las bandas sonoras.
Nada se destruye, todo se transforma. Leemos de otro modo porque vivimos de otro modo. Porque son otros tiempos. As¨ª de simple.
Manuel Huerga es director de cine, autor de Salvador.
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