Los habitantes de las tierras radiactivas
Un centenar de personas viven en las aldeas que circundan el reactor accidentado
A consecuencia de la cat¨¢strofe producida en abril de 1986, decenas y decenas de miles de personas tuvieron que ser evacuadas, y se declar¨® una zona de exclusi¨®n en un radio de 30 kil¨®metros alrededor de la central que abarc¨® 94 localidades ucranias. Entre ellas se encuentran las famosas ciudades de Chern¨®bil, cabeza de distrito que dio nombre a la central, y Pripiat, ubicada a menos de un kil¨®metro de los reactores y que se convirti¨® en ciudad deshabitada. Pero a pesar de la radiaci¨®n imperante, un centenar de personas se ha instalado en algunas aldeas de la zona de exclusi¨®n, principalmente habitantes de la regi¨®n que por diversas razones decidieron regresar a su patria chica.
Mariika es la ¨²nica ni?a nacida en la zona de exclusi¨®n despu¨¦s de la cat¨¢strofe
Son seis las aldeas que han sido repobladas por algunos ucranios que no se acostumbraron a los lugares adonde fueron evacuados o porque estaban descontentos con las condiciones que all¨ª ten¨ªan. Una de estas aldeas es Ilints¨ª, donde ahora vive una veintena de personas, entre las que se encuentra Anna On¨ªkonevna Kalit¨¢, de 82 a?os, conocida simplemente como la abuela Anna. Habita una humilde casa de madera con su marido, el abuelo Mija¨ªl, dos vacas y algunos cerdos y aves de corral, sin que le falte su fiel perro, un peque?o chucho flaco y asustadizo.
"Nos evacuaron a St¨¢raya ?rzhitsa, pero la casucha que me dieron pr¨¢cticamente se derrumb¨® al a?o de vivir en ella. As¨ª es que decid¨ª regresar", resume su aventura la abuela Anna, que se volvi¨® a instalar aqu¨ª en 1987. A la pregunta de si no le da miedo vivir en este lugar contaminado, responde: "?Y por qu¨¦ deber¨ªa tenerlo? Los otros se van muriendo y yo sigo viva", responde riendo. Cuando este corresponsal visit¨® a la abuela Anna, su marido no estaba. Hab¨ªa salido a cazar pues en la zona de exclusi¨®n hay numerosos animales, especialmente jabal¨ªes. Tambi¨¦n hay ciervos -uno se cruz¨® en el camino de nuestro veh¨ªculo- y caballos de Przhevalski, que han sido introducidos especialmente en las zonas adyacentes a la estaci¨®n porque aparentemente contribuyen a evitar los incendios.
En el n¨²mero 12 de una calle de nombre ilegible, vive la abuela de sus vacas, cerditos y aves, de las patatas que siembra y de la pensi¨®n que recibe: 300 grivnas (50 euros), adem¨¢s de las 300 de su marido. En la aldea hay electricidad, as¨ª es que la pareja puede escuchar la radio o ver la televisi¨®n en su viejo aparato. En el patio de la casa tiene un pozo, del que sac¨® un balde de agua: "Pru¨¦bela, es rica, s¨®lo que est¨¢ un poco verdosa, pero no se preocupe, beba, beba", ofreci¨® la abuela. Anna Kalit¨¢ no se queja de su destino, considera que ha tenido suerte y que ha visto mundo -despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, trabaj¨® tres a?os en el campo en Alemania Oriental- y espera su fin con tranquilidad. Quiere que la entierren aqu¨ª, donde ha vivido, dice, a?os felices.
La mayor¨ªa de las casas de esta aldea y de las otras de la zona est¨¢n abandonadas, con sus ventanas sin cristales y muchas cruzadas por dos maderos. Hay pueblos enterrados completamente porque despu¨¦s de la explosi¨®n del cuarto reactor de Chern¨®bil se convirtieron en basura radiactiva. Es el caso de Kopachi, junto a Pripiat. Hoy, s¨®lo unos peque?os mont¨ªculos coronados con unos tri¨¢ngulos amarillos marcan el lugar donde estuvo la aldea. Los triangulitos amarillos se pueden ver tambi¨¦n en muchas otras partes: son una advertencia para la gente, pues se?alizan los puntos extremadamente contaminados por la radiaci¨®n.
Entre los cientos de personas que viven en la zona hay dos que son famosos en toda Ucrania: el abuelo Savka, de 76 a?os y la ni?a Mariika, de 8. El abuelo Savka, que con su esposa son los ¨²nicos habitantes de la aldea Shepelichi a s¨®lo tres kil¨®metros de la central, fue noticia el a?o pasado, cuando el presidente, V¨ªktor Y¨²shchenko, lo visit¨®. Poco despu¨¦s, le llevaron de parte del jefe del Estado un par de cerditos de regalo. La fama de Mariika se debe a que es la primera y por el momento ¨²nica persona nacida en la zona de exclusi¨®n despu¨¦s de la cat¨¢strofe. Cuando su madre, Lidia Savenko, qued¨® embarazada, los m¨¦dicos le dijeron que le hab¨ªa salido un sarcoma. Pero lo que tomaron por un tumor era una nueva vida que se gestaba. Mariika naci¨® en la casa ocupada por sus padres.
La familia de Mariika es la m¨¢s joven de la zona de exclusi¨®n. La mayor¨ªa de las personas que se han reinstalado en estas tierras radiactivas son ancianos que han regresado a morir a sus casas. Lidia, que tiene hoy 47 a?os, conoci¨® a su marido en Chern¨®bil, donde trabajaba 15 d¨ªas en la zona de exclusi¨®n y 15 fuera de ella, para no sufrir tanto los efectos de la radiaci¨®n. Juntos decidieron ocupar una de las casas abandonadas en la zona contaminada porque no ten¨ªan dinero para comprar un piso. Aunque los m¨¦dicos le han explicado que expone a su hija a serios peligros, Lidia se niega a mudarse. A lo que accedi¨® es a permitir que Mariika estudie en un internado durante la semana, pero el s¨¢bado la ni?a regresa a su contaminado hogar.
Aunque est¨¢ prohibido ir a la zona de exclusi¨®n -guardada por puestos de control que impiden el paso a cualquier veh¨ªculo que no tenga una autorizaci¨®n especial-, la administraci¨®n de la central ha montado un peque?o negocio tur¨ªstico. Cualquiera puede comprar un tour que incluye la visita a la ciudad de Chern¨®bil -habitada hoy por quienes trabajan en la zona, ya sea como guardias o en labores de mantenimiento y limpieza-, a algunas aldeas, a la ciudad fantasma de Pripiat, a un cementerio de helic¨®pteros y veh¨ªculos contaminados y, por supuesto, a la central, adem¨¢s de una "comida ecol¨®gica". El paquete cuesta entre 200 y 500 euros por persona y, como explica el gu¨ªa Den¨ªs, los grupos que la han visitado ¨²ltimamente han estado integrados casi exclusivamente por periodistas y fot¨®grafos, pero antes de que comenzara la fiebre del aniversario, eran comunes los simples turistas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.