La p¨²blica
C¨®mo y por qu¨¦ se deja morir una radio p¨²blica deber¨ªa ser el principal motivo de debate de ese debate interminable. Cuando uno se encuentra en los estudios de Prado del Rey entiende que hay algo il¨®gico en todo aquello: esas instalaciones de corte franquista, de amplitudes impracticables, de pasillos laber¨ªnticos y tristones no hacen m¨¢s que hundir a los trabajadores en una depresi¨®n que se lleva arrastrando muchos a?os. Un pa¨ªs democr¨¢tico necesita una buena radio p¨²blica. La tuvimos. Habr¨ªa que plantearse por qu¨¦ la ¨¦poca en la que goz¨® esa radio de m¨¢s libertad e independencia fue la que se realiz¨® bajo el Gobierno de la UCD. Tal vez porque el ansia de libertad era tan poderosa que los trabajadores se sobrepon¨ªan a los dict¨¢menes de quien gobernaba. Fue la ¨¦poca en que ninguna emisora privada pod¨ªa competir con Radio Nacional: de la madrugadora Silvia Arlette al inolvidable Loco de la Colina, pasando por aquella voz tan c¨¢lida de Manolo Ferreras. El mundo entero estaba all¨ª. Cuando a¨²n no se hab¨ªa inventado el est¨¦ril universo del contertulio, los trabajadores de la radio hac¨ªan radio, o sea, reportajes, dramatizaciones, entrevistas. Los j¨®venes aspirantes sal¨ªan a la calle a enfrentarse a la vida y volv¨ªan a los estudios con el magnetof¨®n cargado de voces. Fue la ¨¦poca m¨¢s viva, m¨¢s gamberra, m¨¢s atractiva, de mayor conexi¨®n con el ciudadano. Y no inventa la nostalgia, esto es algo que saben bien tanto los oyentes de aquella radio como los que la hac¨ªan. Fue una ¨¦poca pol¨ªtica en el sentido de que se ejercitaba a diario el m¨²sculo de amplitud de nuestras libertades, pero no estaba tan plegada a los intereses partidistas. Los pol¨ªticos no supieron ni parecen saber c¨®mo se gestiona la independencia: detr¨¢s de cada medio p¨²blico, nacional o auton¨®mico, se intuye la sombra del partido que gobierna. El resultado es que, despu¨¦s de tanta incompetencia, ser¨ªa injusto que la soluci¨®n est¨¦ en desmantelar la casa. Dicho de forma antip¨¢tica: que optimicen los recursos, que cierren el viejo caser¨®n, que no permitan la desidia laboral, pero que no nos roben la posibilidad de escuchar esos an¨¢lisis de la realidad que s¨®lo pueden nacer de lo p¨²blico. Para que eso fuera posible, pol¨ªticos y periodistas, que a menudo gozan de una relaci¨®n demasiado estrecha, deber¨ªan entender primero ese concepto: radio p¨²blica, de todos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.