C¨®nclave
Hace a?os, en mi primer viaje a Sicilia, cuando Coppola no hab¨ªa rodado todav¨ªa la pel¨ªcula El Padrino, intent¨¦ ir a Corleone. Me met¨ª entre monta?as muy abruptas siguiendo una indicaci¨®n escrita en unas tablillas rudimentarias que aparec¨ªan a veces en los cruces del camino. Ante una flecha que, sin duda, se?alaba la direcci¨®n correcta, para corroborar la pregunt¨¦ a un joven pastor que gobernaba unas cabras si iba bien para Corleone. El pastor neg¨® con la cabeza y a continuaci¨®n con el bast¨®n me indic¨® de forma autoritaria el sentido contrario al que marcaba la se?al. Despu¨¦s de tantos a?os comienzo a entender por qu¨¦ aquel joven no quer¨ªa que yo encontrara su ciudad. Me extravi¨¦ aquella vez en medio del valle y ya nunca m¨¢s lo he vuelto a intentar. Cuando voy a Sicilia me consuelo bebiendo un vino que se llama Pr¨ªncipe de Corleone. En algunas tiendas de Palermo venden lentejas, garbanzos y otras legumbres cultivadas en terrenos expropiados a la Mafia de ese lugar. Y con patatas nuevas y un laurel de la latom¨ªa del Paradiso de Siracusa una vez hice un estofado. Ahora, en una casucha de las afueras de Corleone, muy parecida a un gallinero, han detenido a Bernardo Provenzano, el capo mafioso al que obedec¨ªan todas las familias, un paleto con ojos de hielo tras unas gafas de intelectual. La imagen de su detenci¨®n se ha superpuesto a las ceremonias de la Pascua en las que Benedicto XVI, vestido de armi?o y terciopelo rojo, entre insondables obispos y cardenales se ha pavoneado con el m¨¢ximo esplendor ante el mundo. Son dos formas de autoridad. Desde un costroso gallinero de Corleone o desde la cumbre de oro y m¨¢rmol del Vaticano el poder es una fuerza misteriosa que se ejerce m¨¢s all¨¢ de los anatemas y las metralletas. El Papa se dirige a sus fieles con enc¨ªclicas desde la alta poltrona; el padrino en busca y captura da ¨®rdenes a los suyos con papelinas de estraza desde el fondo de un trozo. Con el capo Provenzano en prisi¨®n estos d¨ªas en Sicilia ha comenzado el c¨®nclave para elegir al nuevo papa de la Mafia con unas votaciones que suelen realizarse a tiro limpio. Ya van tres muertos y no hay todav¨ªa fumata blanca. Despu¨¦s de tanto tiempo, he llegado a comprender que para mandar s¨®lo hace falta un bast¨®n, unas cabras y un paisaje violento. Aquel pastor que me encontr¨¦ camino de Corleone era casi un ni?o, pero ten¨ªa ya el don del mando. Vete a saber si no ser¨¢ uno de los papables en medio de esta ensalada de sangre que acaba de comenzar.
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