Los 75 a?os del Empire State Building simbolizan el viejo sue?o de tocar el cielo
El inmueble represent¨® el resurgimiento econ¨®mico de EE UU tras la Gran Depresi¨®n
Frente a la simb¨®lica imagen de la derrota de m¨²ltiples ambiciones humanas que supuso ver desplomarse las Torres Gemelas de Nueva York el 11-S, hay otra imagen opuesta que durante d¨¦cadas signific¨® el desaf¨ªo total del hombre contra sus propios l¨ªmites: el Empire State Building. El m¨ªtico edificio neoyorquino celebr¨® ayer su 75 cumplea?os envuelto en la nostalgia por un tiempo que ya no existe, cuando frente a la mayor crisis econ¨®mica vivida por Estados Unidos, un proyecto megal¨®mano trat¨® de tocar el cielo, convirti¨¦ndose en el rascacielos m¨¢s alto del mundo.
Hoy est¨¢ relegado al noveno puesto en la lista de las alturas arquitect¨®nicas, pero pese a su edad, sigue ocupando un espacio privilegiado en el imaginario colectivo. Sus casi 442 metros de altura (381 metros m¨¢s 60 de antena) y sus 102 pisos supusieron en el momento de su inauguraci¨®n, el 1 de mayo de 1931, la reafirmaci¨®n del poder del hombre frente a las adversidades. La Gran Depresi¨®n hab¨ªa dejado sin trabajo a millones de personas y el Empire State simboliz¨® como ning¨²n otro proyecto la lucha por el renacimiento econ¨®mico. Pero no s¨®lo.
Cuando el autom¨®vil empezaba a adue?arse de las calles estadounidenses, el Empire State Building nac¨ªa en la cabeza de John J. Raskob, miembro del Consejo de Administraci¨®n de General Motors y presidente del Comit¨¦ Nacional del Partido Dem¨®crata. Raskob se ali¨® con el gobernador de Nueva York, Al Smith, para batir a su antiguo rival de la industria automovil¨ªstica, Walter Chrysler, que estaba inmerso en la construcci¨®n de un edificio de 319 metros. El Chrysler Building iba a ser el rascacielos m¨¢s alto del mundo, "la encarnaci¨®n de las glorias de la edad moderna" en palabras de su propietario, y Raskob no estaba dispuesto a permit¨ªrselo.
El arquitecto encargado de superar al que desde entonces ha sido el eterno rival del Empire State en el skyline neoyorquino fue Wally Lamb. El constructor responsable de poner la obra en marcha fue William Sarret, quien afirm¨® que "levantar un rascacielos en tiempo de paz era lo m¨¢s parecido a una guerra". La suya no s¨®lo fue una batalla contra el Chrysler, sino una carrera contra el tiempo en la que llegaron a participar hasta 3.400 obreros al mismo tiempo. En apenas 410 d¨ªas, y con 40 millones de d¨®lares de inversi¨®n, el Empire State Building quedaba oficialmente inaugurado por el presidente Hoover cuando desde Washington apretaba el bot¨®n que encender¨ªa por primera vez las luces que desde entonces iluminan cada noche el cielo de Manhattan.
Ocupa el espacio en el que hasta 1929 se erig¨ªa el hotel Waldorf-Astoria, y lleg¨® cuando la fiebre constructora que convirti¨® en mito la ciudad de Nueva York a principio del siglo XX atravesaba por sus horas m¨¢s bajas. El Empire State significaba trabajo bien pagado, dos d¨®lares la hora, frente a la media de 36 centavos de cualquier otro empleo. Pero adem¨¢s hab¨ªa pagas extra para los equipos que al final de la semana hubieran utilizado m¨¢s acero, m¨¢s ladrillos, m¨¢s aluminio... Ese reto constante entre los propios trabajadores aceler¨® la velocidad de construcci¨®n hasta los cinco pisos por semana. Miles de inmigrantes hac¨ªan cola a diario en busca de trabajo frente a los cimientos de una torre cuyas proporciones babil¨®nicas s¨®lo fueron superadas por el World Trade Center, a quien le cedi¨® el testigo de rascacielos m¨¢s alto del mundo en 1972.
Observar su construcci¨®n se convirti¨® en el pasatiempo predilecto de los neoyorquinos, quienes tambi¨¦n asistieron a la derrota parcial de los impulsores del edificio, cuya idea de permitir que el rascacielos sirviera como plataforma de aterrizaje de dirigibles fracas¨® estrepitosamente. Su estructura, que combina sutilmente el art d¨¦co con un sentido cl¨¢sico de las proporciones -frente a la celebraci¨®n absoluta del modernismo que representa el Chrysler-, ha sido, a lo largo de 75 a?os, objeto de culto para cineastas y punto de referencia para los m¨¢s de cien millones de turistas que lo han visitado. Y pese a ya no ser el rey de las alturas, sigue siendo, sobre todo tras el 11-S, el s¨ªmbolo indiscutible de ese sue?o americano sobre el que se asientan sus cimientos.
Un icono pop
El edificio neoyorquino ha viajado a trav¨¦s del cine, el arte y la literatura desde el mismo a?o de su construcci¨®n, cuando el fot¨®grafo Lewis Wickes inmortaliz¨® a los obreros que hac¨ªan equilibrismo frente al abismo de sus 102 pisos. Apenas dos a?os despu¨¦s de su inauguraci¨®n, en 1933, una pel¨ªcula, King Kong, har¨ªa dar la vuelta al mundo a una de las im¨¢genes m¨¢s imperecederas del cine: la del simio trepando por la estructura del rascacielos con la actriz Fay Wray en su pu?o, que volvi¨® a ser emulada el pasado a?o por Peter Jackson en el remake hom¨®nimo. En la base de datos de Internet imdb.com, la m¨¢s popular fuente de informaci¨®n sobre cine, aparecen listadas 62 pel¨ªculas en las que el Empire State tiene alg¨²n tipo de protagonismo, sin contar todas aquellas en las que simplemente aparece su silueta como tel¨®n de fondo neoyorquino. El rascacielos ha sido salvado por Superm¨¢n en Superm¨¢n II, y destruido en la pel¨ªcula Independence Day. Godzilla le a¨²lla a la luna desde su observatorio en Godzilla: Final Wars y Deborah Kerr y Cary Grant se dan cita all¨ª en An affair to remember. Pero frente a la nostalgia del cine, hay opciones muy reales: adem¨¢s de subir a su observatorio, tambi¨¦n es posible echarse una siesta en sus entra?as: la empresa Metronaps ofrece ese servicio por 14 d¨®lares.
Babelia
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