Esperanza, encad¨¦nate conmigo
Despu¨¦s de comer, Juan Urbano se qued¨® dormido en una butaca, con los Claros del bosque de Mar¨ªa Zambrano entre las manos, justo despu¨¦s de leer que el delirio "brota no s¨®lo del coraz¨®n humano, sino tambi¨¦n de plantas como la hiedra, hermana de la llama", y tuvo un sue?o inquietante: ya era s¨¢bado, acababan de dar las doce y ¨¦l y otras personas estaban en alg¨²n lugar entre Cibeles y Neptuno, encaden¨¢ndose a una acacia japonesa.
Eran parte de una manifestaci¨®n ciudadana que hab¨ªa sido convocada por Ecologistas en Acci¨®n como protesta por el nuevo crimen verde que prepara el Ayuntamiento, que va a talar otros 700 ¨¢rboles maravillosos de nuestra ciudad, usando esta vez como coartada la futura remodelaci¨®n del llamado eje Prado-Recoletos.
Juan hab¨ªa le¨ªdo en el peri¨®dico un informe de la Comunidad de Madrid contra el plan municipal, y el inventario de la cat¨¢strofe era demoledor: en el tramo Rondas-Embajadores se liquidar¨ªan 146 ejemplares; en el paseo del Prado, 69; en el barrio de los Jer¨®nimos, 64; en el paseo de Recoletos, 45...
Eso s¨ª, al parecer el alcalde y sus le?adores creen que una motosierra se puede esconder debajo de una mentira, porque en vez de hablar de "talar" le llaman a sus desmanes "tratamientos de extracci¨®n, desplazamientos y traslados". Ya lo ven, es que "eufemismo" no rima con "cinismo" por casualidad.
En su sue?o, Juan acababa de encadenarse a un hermoso pl¨¢tano cuando, al girar la cabeza, descubri¨® que junto a ¨¦l, a derecha e izquierda, estaban atadas Carmen Cervera, la propia Mar¨ªa Zambrano y Esperanza Aguirre, vestida para la ocasi¨®n con una gorra de Greenpeace y una camiseta en la que hab¨ªa estampado un s¨ªmbolo pacifista.
Alrededor de la baronesa hab¨ªa embajadores de medio mundo que llevaban carretillas cargadas de oro y le hac¨ªan ofertas para que se llevara el Museo Thyssen a su pa¨ªs. Mar¨ªa Zambrano le dio una calada a su cigarrillo y dijo, igual que si soltara dos faisanes: "Sobreviene la angustia cuando se pierde el centro. Cuando la realidad acomete al que despierta, la verdad le asiste".
Aguirre, a quien no tener nada que decir jam¨¢s le ha obligado a callarse, le contest¨®: "?Qu¨¦ bonito! Ha le¨ªdo usted a Sara Mago."
Despu¨¦s, las tres se pusieron a cantar, a pleno pulm¨®n, no, no, no nos mover¨¢n. Qu¨¦ raro es el subconsciente, ?a que s¨ª?
Pero, claro, en esta ocasi¨®n tampoco hace falta ser Sigmund Freud para darse cuenta de que la pesadilla de Juan hab¨ªa salido de la pura realidad.
Porque el caso es que el Ayuntamiento, que cada vez que anuncia que va a plantar un bosque lo hace con un hacha en la mano, quiere cortar esos ¨¢rboles, en muchos casos centenarios; y que Carmen Cervera ha amenazado con llevarse su colecci¨®n de arte a otro sitio si se comete ese disparate medioambiental frente al museo; y que la presidenta de la Comunidad de Madrid ha afirmado que, mientras ella siga en su puesto, "esa arboleda del paseo del Prado y del paseo de Recoletos va a seguir donde est¨¢". Y, de hecho, el otro d¨ªa coment¨® en la Puerta del Sol, medio en broma y medio en serio, que estaba dispuesta a atarse con la due?a de la colecci¨®n Thyssen-Bornemisza a uno de los cedros del paseo del Prado.
"?Vamos, joven! ?A qu¨¦ esperas?", le dijo, dentro del sue?o, Esperanza Aguirre a Juan, tendi¨¦ndole la mano para que coreasen juntos una consigna contra el alcalde.
Y ¨¦l, que sospechaba, como casi todo el mundo, que la presidenta estaba mucho menos a favor de los ¨¢rboles que en contra de Alberto Ruiz-Gallard¨®n, se dijo: "?Qu¨¦ diablos, es por los cedros, y, adem¨¢s, parejas m¨¢s raras se han visto!".
Al d¨ªa siguiente, iba a confirmar ese punto al ver en la prensa otra de esas fotos que suelen hacerse en medio de cada crisis Aguirre y Ruiz-Gallard¨®n, abrazados como boxeadores que se saludan no se sabe si antes o despu¨¦s del combate y con el odio tachado por un par de sonrisas falsificadas, de esas en las que los dientes parecen munici¨®n m¨¢s que otra cosa.
"Qui¨¦n sabe", se dijo Juan, "como esta vez los que protestan por el desm¨¢n no son simples ciudadanos, sino la due?a del maravilloso Museo Thyssen-Bornemisza y la presidenta de la Comunidad de Madrid, igual los arboricidas aceptan que la soluci¨®n est¨¢ en ampliar las aceras a ambos lados del paseo y reduciendo los carriles destinados a los veh¨ªculos, como proponen los ecologistas, para mantener el bulevar y reducir el tr¨¢fico. De momento, y porque en algunas ocasiones el fin s¨ª que justifica los medios, Esperanza, choca esos cinco y encaden¨¦monos juntos a un cedro".
Qu¨¦ de vueltas da la vida.
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