Una estruendosa desinformaci¨®n

Desde luego cuando se ponen a opinar sobre el universo mundo, nuestros "escritores" (es decir, quienes cultivan la literatura de ficci¨®n) son ¨²nicos. V¨¦ase, si no, el art¨ªculo de F¨¦lix de Az¨²a, El estruendo de los corderos (EL PA?S, de 10 de mayo). Gracias a ¨¦l nos enteramos de que millones de espa?oles menores de cuarenta a?os viven pr¨®ximos a la miseria, la educaci¨®n est¨¢ arrasada en nuestro pa¨ªs, hay varias generaciones de analfabetos con t¨ªtulo universitario y, por si fuera poco, las poblaciones europeas son de una extrema docilidad, lo que las convierte en menores de edad manipulados por una poderosa e invisible c¨²pula f¨¢ctica.

?De d¨®nde sacar¨¢ este hombre esa informaci¨®n? Economistas, soci¨®logos, historiadores, polit¨®logos y dem¨¢s, que dedicamos a?os y a?os al dif¨ªcil estudio de la sociedad en que vivimos agradecer¨ªamos se nos indicase los datos en que se basan esos juicios, ninguno de ellos, que yo sepa, refrendado por cient¨ªfico social alguno.

Porque una cosa es criticar lo mucho que hay que criticar y otra exponer opiniones que para nada se contrastan y que, a la fin y la postre, son, pese a las apariencias reaccionarias. Lo son porque niegan el progreso, infunden desesperanza e invalidan la lucha de millones de personas de todo el mundo por un presente y un ma?ana mejores. Aparte, claro es, de que no son ciertas.