Vamos a la Feria... aunque sea la del libro
La Feria del Libro de Sevilla est¨¢ cada vez m¨¢s afianzada. Los puestos de los libreros (trasladados este a?o a la Plaza del Triunfo y terrenos aleda?os por gentileza del milagro restaurador de las obras que le est¨¢n sacando las tripas a la Plaza Nueva para dejarla m¨¢s nueva a¨²n... dicen) ya se atochan de gente en busca del libro so?ado.
Jos¨¦ Saramago fue el encargado de dar el pistoletazo de salida a la Feria y el Patio de Banderas se llen¨® hasta la ¨ªdem de j¨®venes alternativos con piercing hasta en las pesta?as, abuelitos con nietos y globos incluidos y fuerzas institucionales henchidas de gozo por haber conseguido que el Nobel se encargase del preg¨®n deleit¨¢ndonos a todos con su erudici¨®n de hombre sabio.
Los asientos se quedaron cortos, la caseta que acog¨ªa el evento se arremang¨® las lonas para que los que estaban dentro, apretados como piojos en costura, pudieran desparramarse a sus anchas, y muchos tuvieron que seguir los movimientos del escritor por las pantallas de televisi¨®n instaladas en el exterior. La gente lo aguardaba, lo aclamaba, quer¨ªan tocarlo, fotografiarlo... vamos, como si de una estrella popera se tratase. Incluso lo esperaba una Asociaci¨®n Juvenil Estepe?a que lleva por bandera su nombre (con la cara del Nobel estampada en camisetas y todo), y que sorprendi¨® al mismo Saramago que, sorteando a la multitud, se acerc¨® a ellos.
-?Esto qu¨¦ es?-pregunt¨® colocando la mano en la imagen de su propio rostro que reposaba en el orgulloso pecho del vicepresidente de la Asociaci¨®n.
Tras darle la explicaci¨®n pertinente, pude hablar con el muchacho en cuesti¨®n que me comunic¨® emocionado que ninguna mujer hab¨ªa depositado la mano sobre su torso con tanta delicadeza como lo hab¨ªa hecho el se?or Saramago.
Y es que es innegable que este hombre con aspecto de abuelo tierno, tiene mucho tir¨®n. Todo el mundo desear¨ªa tenerlo en casa para escucharle decir verdades como pu?os con ese tono de voz a caballo entre la dulzura del fado y la cadencia del cuento tradicional. Su presencia levant¨® una expectaci¨®n tal que combati¨® con bastante dignidad nuestro cacareado prestigio de poco le¨ªdos. Porque, seamos sinceros, leer con deleite a Saramago no es lo mismo que dejarse atrapar por Dan Brown (sin ¨¢nimo de quitarle m¨¦ritos al se?or Brown... cada uno en su estilo y Dios en los gustos de todos). S¨¦ que la fama de juerguistas nos precede. Desde que comienza el mes de abril, nos curamos espiritualmente a ritmo de saeta semanasantera, nos automedicamos con rebujito en la Feria o nos dejamos la garganta celebrando la precopa, el partido, la copa y la postcopa. Pero no permitan que les convenzan de lo contrario: en Sevilla tambi¨¦n aclamamos la lectura.
El Nobel comenz¨® su discurso contando una an¨¦cdota que le sucedi¨® a?os atr¨¢s en la Feria del Libro de Lisboa. Un hombre con aspecto taciturno, se acerc¨® al lugar en el que ¨¦l firmaba ejemplares con una bolso enorme del que fue sacando, al m¨¢s puro estilo Mary Poppins, toda la obra del escritor.
-?Acaso se enamor¨® usted de m¨ª?-pregunt¨® sorprendido Saramago.
-Bueno... lo cierto es que me divorci¨¦ y mi ex esposa se qued¨® con todos los libros. Tuve que comprar los suyos de nuevo.
Al parecer (y seg¨²n palabras de Saramago), fue desde entonces que se convenci¨® de la importancia del divorcio en la multiplicaci¨®n de las bibliotecas.
Comprarse un libro es como adquirir un tesoro, y adquirir tesoros en los tiempos que corren a un precio tan bajo, sin trapichear con sellos, ni estafar a nadie, es siempre atrayente... y por supuesto de agradecer. Precisamente, Jos¨¦ Saramago habl¨® de esa manida frase de "el libro es muy caro" como una gran mentira ya que, si lo comparamos con otros productos sin los que nos negamos a pasar, no solo no es caro... m¨¢s bien todo lo contrario. Y no hay m¨¢s que fijarse en el dineral que los espa?oles gastamos en tabaco al a?o por el simple e insalubre placer de expeler humo cual tranv¨ªa vetusto.
-El libro nos durar¨¢ siempre -dijo- podemos colocarlo en la estanter¨ªa y nos esperar¨¢ para que volvamos a darle vida a las palabras all¨ª encerradas. Ser¨¢ un libro distinto en cada una de las etapas de nuestra existencia, porque nosotros tambi¨¦n seremos personas distintas cuando volvamos a ¨¦l.
Saramago bas¨® su preg¨®n en persuadirnos de que la afici¨®n a la lectura debe ser fomentada desde la escuela, una instituci¨®n que deber¨ªa ser la encargada de aportar la instrucci¨®n, sin eliminar la responsabilidad paterna, ya que "es en los hogares d¨®nde se aprende educaci¨®n". Record¨® que su infancia trascurri¨® junto a sus abuelos analfabetos que por el contrario eran las personas m¨¢s sabias que ¨¦l ha conocido.
-Leer no es obligatorio -dijo- es una afici¨®n de minor¨ªas y a ning¨²n buceador le parece raro si no compartes su afici¨®n. Pero uno se va construyendo mientras va leyendo y se lee por necesidad, porque leer es bueno para la salud. Desde luego leer puede no curar un resfriado, pero ayuda a comprender la vida.
Creo que si al se?or Saramago no le hubiera asaltado, en los ¨²ltimos cinco minutos del preg¨®n, un impertinente ataque de hipo, la gente habr¨ªa pedido un bis, como en los conciertos buenos. Eso s¨ª, antes de despedirse, invit¨® a los presentes a que se comprasen un libro en la Feria, y que si se trataba de parejas, se comprasen dos iguales... por si acaso.
-Si ven que pasan los a?os y que la relaci¨®n parece que les va a durar para siempre... pues regalan uno-a?adi¨® con ojos p¨ªcaros.
Tard¨® otras dos horas m¨¢s en salir de la carpa. Sus admiradores esperaron, formado una cola disciplinada, a que garabatease su nombre en los ejemplares de sus obras.
Nerea Riesco es autoa de El pa¨ªs de las mariposas (IX Premio de Novela Ateneo Joven) y Ladrona de almas.
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