Las reglas del juego
Las cosas m¨¢s elementales a veces pasan inadvertidas, o se nos ocurren con un retraso entre traidor y delator. De ese pasado que nos ata hoy a la guerra y la posguerra cuelgan demasiadas cosas calladas como para no creer en un silencio intencionado y no precisamente gallardo. Es una noticia descorazonadora, pero tambi¨¦n Josep Pla escribi¨® en Arriba, el ¨®rgano que Falange refunda tras la ca¨ªda de Madrid en 1939, y aunque tampoco era f¨¢cil imaginarlo, todav¨ªa hay otra noticia peor, y es su rotunda apolog¨ªa del fascismo italiano publicada all¨ª. Bastaba con ir a las p¨¢ginas de Arriba, pero ni de su obra ni de sus entrevistas se desprende nada semejante y sin embargo era pasmosamente l¨®gico que all¨ª anduviera tambi¨¦n el gran Pla, periodista estrella de la Catalu?a anterior a la guerra y hombre de letras que los colegas de Arriba consideran "nuestro amigo" y "uno de los primeros periodistas de Europa". Lo escriben en un n¨²mero de septiembre de 1941 para ponderar la calidad de dos de sus libros recientes; uno de ellos, la angustiosa y descarada Historia de la Segunda Rep¨²blica, y el otro, una gu¨ªa de la Costa Brava "escrita con insuperable encanto" (casi parece que la nota la redactara el mismo Pla...).
En todo caso, lo que es seguro es que hab¨ªa tenido ocasi¨®n de expansionarse en aquellas apretad¨ªsimas y negras p¨¢ginas de Arriba desde un a?o y pico atr¨¢s, febrero de 1940, porque para entonces inicia una colaboraci¨®n semanal como firma destacada. Y no eran precisamente muchas esas firmas, aunque s¨ª eran rumbosas y cultas, y algunas tambi¨¦n inmaculadamente fascistas, desde Pedro Mourlane Michelena, ?lvaro Cunqueiro, o el director inicial Jos¨¦ Mar¨ªa Alfaro, hasta los orientadores doctrinales y te¨®ricos m¨¢s renombrados, Rafael S¨¢nchez Mazas, Eugenio Montes, Jos¨¦ Antonio Maravall o Dionisio Ridruejo. Y all¨ª en medio est¨¢ Pla, compartiendo p¨¢ginas con otros amigos de entonces y de despu¨¦s, como Juan Ram¨®n Masoliver o Ignacio Agust¨ª (mientras en Solidaridad Nacional, que es el peri¨®dico del falangismo en Barcelona, con Luy Santa Marina a la cabeza, escriben incansablemente Mart¨ªn de Riquer o el poeta m¨¢s expl¨ªcitamente nazi de todos los poetas de los a?os cuarenta, Juan Eduardo Cirlot).
No deber¨ªa tener nada de raro. Lo raro es haber tardado tanto tiempo en saberlo. Aunque la ocultaci¨®n fue tenaz y sistem¨¢tica, porque el memorialista de los miles de p¨¢ginas nunca aludi¨® a ese a?o de colaboraci¨®n en lugar tan cercano al poder, pese a haber evocado un buen n¨²mero de veces las cosas que pasaron en la guerra y en la primera posguerra. La primera que pas¨®, la m¨¢s grave para ¨¦l, fue la frustrada direcci¨®n del diario La Vanguardia en enero de 1939, pese a ser subdirector del diario entre febrero y abril bajo la direcci¨®n de Manuel Aznar. Es el momento de los art¨ªculos clave del nuevo poder, firmados por Valls Taberner o Carlos Sent¨ªs. ?l iba bien situado, desde luego, porque la noche del mism¨ªsimo 26 de enero de 1939, Pla entraba en Barcelona con Manuel Aznar y otros procedente de San Sebasti¨¢n y plenamente integrado en la tropa de escritores de la Victoria. El fracaso imprevisto de aquel proyecto lo deja algo desconcertado y apenas ha de escribir en septiembre de 1939 un art¨ªculo en Destino, el semanario que sus amigos catalanes hicieron en Burgos y en el que empezar¨¢ a escribir semanalmente unos meses despu¨¦s, desde febrero de 1940. Para ser exactos: cuatro d¨ªas despu¨¦s de haber publica-do su primer art¨ªculo en Arriba. Pero debi¨® gustarle muy poco la informalidad de ese peri¨®dico que ni garantizaba la regularidad de sus columnas ni las de los otros, que quitaba y pon¨ªa secciones sin que nada asegurase la publicaci¨®n de sus art¨ªculos. Incluso desde abril ya s¨®lo escribe una vez al mes (pero es pr¨¢cticamente el ¨²nico que puede hacerlo, junto con Montes o Cunqueiro, porque se suprime a menudo cualquier colaboraci¨®n literaria). Para entonces, sin embargo, su p¨¢gina de Destino no ha fallado ni una sola semana. Le va a dar material incluso para publicar un libro precioso, Humor honesto y vago, en 1942, donde recoge sus cosas de Destino y ninguna de Arriba, y las prologa justificando la extravagancia de re¨ªrse o sonre¨ªrse en medio de la cat¨¢strofe: "He puesto humor porque dentro de las reglas del juego que acabamos de establecer el ingrediente es inescamoteable".
Igual no hab¨ªa caso para tanta reserva o discreci¨®n. Como sol¨ªa hacer, les coloc¨® en Arriba esa docena de semanas y pico materiales publicados en catal¨¢n antes de la guerra, y no se cort¨® nada en mantener las burlas no s¨®lo benignas a la megaloman¨ªa ruidos¨ªsima de Keyserling, pero a cambio les entreg¨® tambi¨¦n una preciosa entrevista a Simenon, que despu¨¦s utilizar¨ªa en otros lugares de sus obras. Y lo mismo pasa con los viajes a Cerde?a que ocupan sus primeros art¨ªculos en Arriba, hermosos, ¨¢giles, brillantes, desconcertados tambi¨¦n, pero todos remitidos a viajes anteriores a la guerra (aunque ya en pleno fascismo italiano). Y quiz¨¢ es ¨¦ste el asunto que conven¨ªa mantener m¨¢s discretamente en la sombra porque iba a ser por ese lado donde Pla se descocar¨ªa m¨¢s sorprendentemente, perdiendo la mesura y natural prudencia de un prosista liberal y conservador, siempre poco fanatizado por idea alguna (fuera de la oportunidad y la conveniencia). Debi¨® ser un encargo, pudo serlo, no lo s¨¦, pero ese ¨²ltimo art¨ªculo que he mencionado, de diciembre de 1940, deja circunspecto ante la contundencia de su filofascismo mussoliniano, quiz¨¢ interesado, quiz¨¢ oportunista, quiz¨¢ pactado, pero, en todo caso, expl¨ªcito. En junio de 1940, la Italia de Mussolini ha declarado la guerra formalmente a Francia e Inglaterra, y el 14 de junio, Eugenio Montes escribe "Ante la ca¨ªda de Par¨ªs" porque su peri¨®dico lleva un titular fenomenal: "Par¨ªs se entrega a los ej¨¦rcitos alemanes".
Por si las cosas no estaban bastante claras, Pla se siente obligado a evocar de manera "breve y sustanciosa a nuestros lectores la trascendental importancia de la aportaci¨®n italiana y fascista -mussoliniana- al acervo com¨²n de la civilizaci¨®n de nuestros d¨ªas". No iba a andar tibio aqu¨ª Josep Pla para recomendar "la m¨¢s alta utilidad" que tendr¨ªa "popularizar en Espa?a las bases ideol¨®gicas dadas por Mussolini al fascismo". As¨ª al menos Espa?a recuperar¨ªa su papel internacional, que es lo que ha empezado a hacer ahora: "Si se compara con la ¨¦poca inmediata, implica un mejoramiento indescriptible", pero habr¨ªa que perfeccionarlo para que crezca hermoso y fornido "el tipo de hombre nuevo, combativo, audaz" que "el fascismo ha creado en Europa". No hab¨ªa asomo de humor vago y disperso en ese art¨ªculo, as¨ª que se entiende bien que no lo incluyese en el librito y sobre todo que no rompiese las reglas del juego. Las suyas, al menos, las mantuvo hasta el final porque tampoco aparece rastro ni de Arriba ni del art¨ªculo en su Obra completa. Puro humorismo.
Jordi Gracia es profesor de Literatura Espa?ola de la Universidad de Barcelona y autor de La resistencia silenciosa (2004).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.