Rosas, hielo, cristales y eternidad
El Festival de Poesia de Barcelona lleva a Rosa Lentini y Antonella Anedda a leer sus versos en el Museo Mar¨¨s
Rosa Lentini lee sus versos sentada bajo los arcos del Museo Mar¨¨s, y junto a ella la poeta italiana Antonella Anedda se le acerca casi roz¨¢ndola para escucharla sin perder ripio, y le tiende como en una bandeja su cabeza romana y pelirroja. En la tarde de pasado martes la gente volvi¨® a llenar el patio del museo en busca de su dosis de lirismo, que trajo la Lentini y la Anedda, y tambi¨¦n lo trajo a su manera, con sus pinturas y sus poemas y su didgeridoo, esa especie de mirlit¨®n prehist¨®rico de los australianos, el t¨¢ndem formado por J¨²lia Bel y la israel¨ª Rinat Etshak. Y durante todo el rato una fiebre de palomas revolote¨® sobre el agua de la fuente. Rosa Lentini ley¨® sus versos con las manos cogidas, t¨ªmidamente acomodada en una silla de mimbre, y habl¨® a los asistentes de cielos ilusorios, y les recit¨® un poema que se titula La rosa de hielo, y mientras lo recitaba, unos novios se besaron en la boca con un beso de rosas y de fuego. Rosa Lentini ley¨® sus versos con su flequillo ancho de mujer pac¨ªfica, y su collar discreto de mujer coqueta, y sus pantalones negros y sus zapatos blancos de mujer parad¨®jica.
Antonella Anedda recit¨® su poes¨ªa en pie, acaso a modo de homenaje al siglo XX. El presentador de la sesi¨®n, David Castillo, explic¨® que la Anedda es una "poeta fundamental en el cambio de siglo" italiano; pero uno lo que ha visto es a una mujer de antes del cambio, a una poeta con conciencia de siglo, a una mujer siglo. Antonella Anedda vino de Roma con ese prerrafaelismo de las pelirrojas altas, y con una cazadora de cuero negro, y con un vestido largo y blanco, estampado de flores azules y, ya digo, se puso en pie, y emprendi¨® su lectura, y lo primero que cont¨® fue que todos los enfermos parecen iguales, y que s¨®lo se distinguen por la manera de doblar las rodillas, si es que pueden doblarlas, y tambi¨¦n dijo que las orejas de los enfermos se quedan trasparentes como los cristales de los hospitales, y uno la mir¨® en la lejan¨ªa del escenario como mira hacia la lejan¨ªa del siglo pasado, y ve la misma autenticidad y hondura en ambas lejan¨ªas. Antonella Anedda, cuando se le pregunta si cree en la eternidad, contesta que la vida terrena es nuestra eternidad, que todo es eterno aqu¨ª y que la paciencia es la palabra.
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