Ni conmemoraci¨®n ni olvido
Ni conmemoraci¨®n ni olvido. Belchite, Teruel, Gandesa. La dura, la especialmente dura guerra que entre 1936 y 1939 asol¨® la tierra de Arag¨®n a causa de un frente particularmente m¨®vil, por la trascendencia de alguna de sus batallas -Teruel, Belchite, ataques a Zaragoza, la final del Ebro-, y por cuanto tuvo de laboratorio pol¨ªtico para ambos bandos, es recordada estos d¨ªas en una exposici¨®n, Paisajes para despu¨¦s de una guerra, en las salas del Palacio de S¨¢stago de Zaragoza. Ni conmemoraci¨®n ni olvido. Carlos Forcadell y Alberto Sabio, responsables cient¨ªficos de la exposici¨®n, lo dicen de ese modo con el ¨¢nimo de respetar las leg¨ªtimas diferencias con que lo recordado se rememora desde el presente por cada persona o colectivo. Pero, sobre todo, para mostrar, para dar a conocer, para que todos sepan y sepamos de la magnitud de la destrucci¨®n que la Guerra Civil espa?ola produjo.
Las conmemoraciones tienden a simplificar el pasado para uso del presente, a igualar
Tambi¨¦n aqu¨ª tenemos paisajes de guerra: Gernika, especialmente. Pero tambi¨¦n Ir¨²n y Durango, Kanpazar, Intxortas, Sollube y Albertia. Muertes directas en el frente, edificios destruidos, personas sin hogar, refugiados, exiliados, bombardeos, juicios sumar¨ªsimos, paseos, fosas, confiscaciones, persecuci¨®n, depuraciones, campos de concentraci¨®n. Todo aquel drama debe quedar registrado; las personas reparadas en la medida que ello sea posible, dignificadas -sin las maniobras taimadas practicadas en su d¨ªa por el Departamento de Javier Madrazo-, y el recuerdo transferido como conocimiento colectivo a escuelas, espacios p¨²blicos o circuitos educativos y culturales.
La Direcci¨®n de Derechos Humanos del Departamento de Justicia, a trav¨¦s de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, realiza en la actualidad una labor eficaz en este sentido: localizar y explorar fosas y enterramientos en la geograf¨ªa vasca. Eficaz, aunque incompleta. Quedan las tareas de una s¨®lida indagaci¨®n historiogr¨¢fica, localizaci¨®n archiv¨ªstica, recopilaci¨®n de fotograf¨ªas y grabaciones, poco desarrollada a¨²n en nuestro territorio. Sin embargo, se conoce lo bastante como para tener un rico acervo de conocimiento sobre el periodo y aquellos hechos. No hay olvido.
Pero aflora cierto af¨¢n conmemorativo. Bueno, cierto..., muy cierto y concreto. Monumento en Bilbao a las v¨ªctimas del franquismo, proyecto de un monumento al gudari en Artxanda, monolito en Intxorta, 70 a?os de todo aquello, etc¨¦tera. En fin, no es cosa de impugnarlos. Pero las conmemoraciones tienden a simplificar el pasado para uso del presente, a igualar, a imponer no el pensamiento sino la memoria ¨²nica. Y las memorias resultan de militancias afectivas plurales, de experiencias personales, dif¨ªciles de compendiar. Y, sobre todo, las conmemoraciones tienden a trivializar los recuerdos, a frivolizar sobre ellos (como lo recog¨ªa no hace mucho Eduardo Uriarte en esta secci¨®n). Mejor la historia, mejor el conocimiento cr¨ªtico, la informaci¨®n, la muestra palmaria como en la exposici¨®n de Zaragoza. Mejor, que ya se est¨¢ organizando la trifulca simb¨®lica en este a?o de la Memoria Hist¨®rica.
Todo lo anterior vale lo mismo para Cuenca que para Retuerto. Pero aqu¨ª tenemos otro compromiso con un pasado que no pasa; ¨¦ste s¨ª, mucho m¨¢s inmediato y operante. Inquieta ver que desde Lehendakaitza, se lance un llamado Plan de Paz y Convivencia remitido a la Comisi¨®n de Derechos Humanos, que mezcla, confunde, revuelve, enreda, quiz¨¢ para diluirla, la solidaridad con las v¨ªctimas del terror, la reparaci¨®n a las v¨ªctimas del franquismo, la defensa de las libertades y los derechos civiles y pol¨ªticos, la prevenci¨®n de la tortura y el respeto de los derechos de las personas detenidas y presas. En fin, todos los floridos ingredientes del llamado "conflicto", a los que se le a?ade la guinda de moda de las v¨ªctimas del franquismo. Y, sin embargo, lo vivido con el terror sigue actuando y pesando sobre nuestras conciencias. En ¨¦ste estar noqueado y depuesto, en esta iron¨ªa descre¨ªda y un poco c¨ªnica o en el enardecimiento ya s¨ª desaforadamente c¨ªnico, en este moralismo altisonante y vacuo, sigue actuando por doquier, omnipresente, el trauma del terror. Tanto en quienes lo han sufrido como en los verdugos, que se aferran a su oficio; y tambi¨¦n en quienes fueron testigos silentes.
1936 requiere de un conocimiento colectivo denso ya iniciado, de una restauraci¨®n individual, y de una memoria colectiva sencilla. De los ¨²ltimos a?os, por el contrario, necesitamos la verdad misma de las vidas truncadas o mal vividas, de las ideolog¨ªas de la guerra civil, de los nichos de mitos y fabulaciones, de las gram¨¢ticas envenenadas. S¨ª, necesitamos saber y conocer y recordar fuerte como v¨ªa de terapia colectiva. Y quiz¨¢ nos salga bien.
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