Bajada de bandera
Madrid es la capital europea con m¨¢s taxis (16.000), atendidos por 20.000 profesionales del volante. El jueves se celebr¨® el D¨ªa del Taxi. Una exposici¨®n en la plaza de la Villa muestra entra?ables ejemplares del siglo pasado.
Los taxistas son y han sido siempre un gremio muy popular, para bien o para mal. Transportan 500.000 viajeros diarios y facturan 665 millones de euros anuales. La licencia n¨²mero 1 fue comprada en los a?os cuarenta por el actualmente jubilado Aladino L¨®pez, nombre con aire ex¨®tico, a la par que castizo.
As¨ª son ellos. Como son tan populares, el vulgo les endilga estereotipos capciosos. La profesi¨®n libre de impresentables, que tire la primera piedra. Los clientes m¨¢s pelmas son aquellos que utilizan poco este servicio. Lo que de verdad interesa a un taxista son las bajadas de bandera; cuantas m¨¢s, mejor.
Las cosas est¨¢n cambiando bastante. Hasta hace poco, la m¨²sica que o¨ªas al entrar al taxi era un conglomerado de Perlita de Huelva, El Fary y la madre de todas las coplas. Hay otro talante. Conozco a un taxista madrile?o que cita a Descartes con fluidez, es experto en jazz y en Bill Evans y, aunque nunca fue marxista, airea frases de Groucho y otros pensadores universales. No es que todo el gremio sea as¨ª, ni mucho menos, pero... sorpresas te da la vida. Se llama Pablo: mediana edad, bigote, voz bronca y cordial, amable sorna, esc¨¦ptico, estoico, epic¨²reo, gastr¨®nomo, mucha vida.
Te tronchas cuando narra en el aperitivo an¨¦cdotas de su jornada. Por ejemplo: una se?ora entra como una moto y le empieza a contar historias familiares. Ya metida en harina, la dama le revela que su hija tiene problemas conyugales:
-?Sabe usted lo que son los cuernos, joven?
-Pues, ahora mismo, no, se?ora. ?Tengo tantas cosas en la cabeza!
El jueves, cogi¨® a un joven de cierta secta cristiana. El mancebo intent¨® lanzar una arenga religiosa. Pablo le cort¨® a tiempo:
-Yo tambi¨¦n leo mucho la Biblia, que no carece de raz¨®n cuando dice: Stultorum numerus infinitus est (El n¨²mero de los necios es infinito), dicho sea sin se?alar. Se necesitan dos a?os para aprender a hablar y 60 para aprender a callar, muchacho.
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